La intérprete, que debutó en 2019 y fue descubierta en París por el afamado pianista Chilly Gonzales, acaba de publicar “High Priestess”, un trabajo producido por el propio Chilly junto al veterano productor Renaud Letang (Feist, Keren Ann, Charlotte Gainsbourg…) en el que expande sus fronteras estilísticas más allá del blues.
Con reminiscencias a Nina Simone, Billie Holiday y Amy Winehouse, las composiciones de su segundo álbum ahondan cada vez más en este interior, para revelar a una artista en constante evolución, tanto que ningún "género" se le pega por mucho tiempo. En estos últimos años, Sarah McCoy ha construido en su singular universo la arquitectura de un álbum que expone "la disección y el cuestionamiento de uno mismo y de la salud mental con un doloroso pero suave cuchillo musical".
Según sus propias palabras: “No estoy segura de que alguien pueda definir el género de “High Priestess”, pero es sorprendentemente cálido y acogedor por la intensidad de la música. Se trata de la atmósfera en la que nacieron y crecieron sus canciones. New Orleans es una anomalía muy específica en los Estados Unidos, y fue ahí donde alimenté la sombría música de Blood Siren, como en un bar embrujado en el fondo del mar e iluminada como con la cabeza en las nubes. Con éste nuevo álbum, los pies están al suelo. Cuando canto “High Priestess” estoy abordando algo muy distinto. Es una disección de mi relación personal conmigo misma”.
De “High Priestess” en la revista comentamos: “‘High Priestess’ resulta ser un disco tan cálido en apariencia como valiente en contenido, que combina modernidad y clasicismo en dosis estudiadas para que las composiciones resuenen al mismo tiempo tan respetuosas como en realidad contemporáneas. Un equilibrio determinante en la apariencia de la referencia, pero también en el atractivo que ésta destila a lo largo de buena parte de su algo más de media hora de duración”.
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