Varias figuras del mundo de la música han rendido homenaje a Hollis a lo largo de las últimas horas, y no es de extrañar. Más allá de la ifluencia que ha tenido Talk Talk sobre una larga lista de grupos, Mark Hollis protagonizó una de esas historias únicas y brillantes que suceden de vez en cuando en esta industria. Fue, en cierto modo, un referente musical y un icono a pesar de sus esfuerzos para no serlo.
A mediados de los 80 firmaron un puñado de singles de éxito a nivel internacional, enmarcados en el synthpop, y ya entonces daban abundantes muestras de inconformismo. Aunque nada comparable a lo que vendría después: un giro a su carrera y a su sonido, hacia una mezcla de improvisación, ambient, jazz, música clásica de principios del siglo XX, pop y rock, que convertiría a Talk Talk -a la postre- en los grandes pioneros del post-rock. En su tercer álbum, "The Colour of Spring" (85), en la cima de su éxito comercial, se deshacían de las estructuras pop y giraban hacia un sonido más orgánico; mientras que en "Spirit of Eden" (88) y "Laughing Stock" (91) abrazaban abiertamente lo experimental y se centraban en timbres, texturas y dinámicas, con un marcado carácter ambiental y minimalista, abriendo el camino que recorrería años después el post-rock e influenciando a bandas como Radiohead, Sigur Rós o Bark Psychosis.
El fin de la banda llegó en 1991 y Mark Hollis lanzó un álbum en solitario unos años después, en 1998, pero no tuvo mucho recorrido, entre otras cosas porque Hollis decidió retirarse prácticamente de la música y dedicarse a su vida familiar, alejado de los focos. Así seguía hasta hoy. Puede que no le hiciera gracia la exposición que está teniendo en estos momentos, pero no cabe duda de que merecer, la merece.
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