Desde luego, en cuestión de abrir el apetito, estos poco más de dos minutos son puro magnetismo. Apología del minimalismo, sobre el cual Sheila Patricia erige un monumento vocal, desplegado en un estribillo en espiral, sencillamente, fastuoso.
Siempre con el ADN folk por montera, el arraigo atlántico emerge a través de un híbrido milimétrico de tradición y modernidad. Dos miradas que son una sola, y que, seguramente, podremos disfrutar en gran angular con un esperado nuevo LP, ideado para marcar un meridiano en su trayectoria.
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