Probablemente no podamos hablar del estado del pop actual sin hablar del ascenso del k-pop fuera de Corea del Sur. 2018 ha sido el año de su asalto definitivo al mainstream internacional, abanderado principalmente por la boyband BTS, que no ha dejado de romper récords en los últimos dos años y ha llamado la atención sobre un estilo prácticamente ignorado hasta ahora por parte de la prensa musical occidental. Su último disco debutó en el número 1 de Billboard, algo nunca antes logrado por un artista asiático, hace unos meses hacían su primer concierto de estadio en EEUU, sus reproducciones en YouTube asustan, y la cosa no parece ir a menos.
El secreto del k-pop probablemente sea, precisamente, que no es un género en sí mismo: es un paraguas bajo el que caben y se reformulan todas las corrientes musicales mayoritarias de los últimos años, desde el rap y el r&b contemporáneos al country pop pasando por tropical house o EDM. Eso, una factura audiovisual impecable, un nivel de detalle y cuidado en la puesta en escena al alcance de muy pocos, un modelo artístico ideal para alentar el fenómeno fan y una estética que conecta con el público adolescente. Si se mira así, lo raro es que no haya explotado antes: es un producto tan perfectamente calculado y manufacturado a todos los niveles que solo las barreras idiomáticas y culturales podían frenarle. Y esas barreras están cayendo poco a poco.
Habrá quien se alegre de ver caras nuevas y diversas en el estrellato pop -el NY Times hablaba hace semanas de "cómo una nueva especie de estrella pop tomó 2018"- y habrá quien se tire de los pelos, pero parece que el k-pop ha llegado para quedarse. Habrá también quien vea en ello un engendro capitalista, y en buena medida lo es, sobre todo si atendemos a las condiciones abusivas que imponen a sus artistas las corporaciones que controlan la inmensa mayoría de la producción de k-pop. En 2017 la Korea Fair Trade Commission eliminó algunas de las clausulas más restrictivas de los contratos, pero sigue siendo un ejemplo de capitalismo salvaje bastante descorazonador.
BlackPink son, dentro de este panorama, una de las bandas con más repercusión interncional -en el cartel del Coachella, para entendernos, están en segunda fila junto a Janelle Monáe, Diplo o The 1975- y planean una gira internacional para presentar su álbum debut "Blackpink In Your Area". El concierto de Barcelona forma parte de esa gira, y el anuncio de la ciudad ya convirtió a BlackPink en el principal trending topic de España en cuestión de minutos. Lo dicho: el k-pop está aquí, las implicaciones culturales y políticas que arrastra son profundas, y va a dar que hablar mucho a lo largo de este 2019.
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