Situado en la Casa de las Maestras de la localidad leonesa de Santa Colomba de Somoza, y construido con fondos de la Junta de Castilla y León y la Unión Europea, el espacio ha nacido como iniciativa de Alejandro Díez Garín (aka Álex Cooper), fundador de Los Flechazos y Cooper. En 2019 el músico decidió dar por concluida su carrera como músico, pero su pasión se iba a canalizar dando a conocer a todo el mundo su personal colección de memorabilia mod y beat de los años sesenta. Pese a las lógicas dificultades de un proyecto de estas características, el sueño ha acabado haciéndose realidad. Y es un lujo. La vocación del músico y su mujer Cristina Gómez es compensar un vacío no sólo presente en España. Lo hace, además, en un entorno natural privilegiado, una de las zonas más bellas del país: el corazón de la comarca de la Maragatería.
En un momento en el que la actualidad nos asedia por tierra, mar y aire a través del entorno digital omnipresente, resulta esencial hacer una pausa de vez en cuando y bucear en ese pasado no tan lejano en el que se conformó la realidad del pop. Qué mejor que hacerlo contemplando objetos reales que uno tiene al alcance de la mano. Pocos saben hoy que la industria del pop fue también pujante en la España de los sesenta, cuando llegaron a exportarse artistas a muchos otros países europeos y de más allá. Esta realidad dio lugar a todo tipo de materiales que están reunidos en el museo junto a otros británicos y de otros países.
El archivo es un centro de documentación con alicientes como una de las colecciones de revistas musicales más importantes del mundo. Es en la década de los sesenta cuando la cultura beat -ese estilo desarrollado en Reino Unido a partir de influencias americanas y británicas- explota con innumerables grupos y artistas -algunos apenas sacan uno o dos singles-, exportándose desde Liverpool, Manchester o Londres al resto del mundo. Este laboratorio del pop cuenta con un museo de tres salas repleto de memorabilia y revistas coleccionadas por el músico desde finales de los ochenta. También hay un aula, una sala multiusos y un pequeño espacio “Pop Corner” que puede albergar exposiciones adicionales de ilustración, fotografía, diseño gráfico o coleccionismo. Todos pueden estar relacionados de un modo u otro con el universo del pop, pero se promueve una apertura de miras interdisciplinar y entre distintas generaciones.
De Bowie a las estrellas
Santa Colomba de Somoza está a menos de una hora de León, ciudad a la que llegamos cómodamente en AVE desde la estación de Chamartín. Es uno de esos pintorescos pequeños pueblos de la Maragatería, situado entre verdes prados, viejas iglesias y vacas felices. Está en el trazado original del Camino de Santiago.
Comemos morcillo local en Casa Pepa, una casa maragata del siglo XVIII que cuenta con estupenda cocina y habitaciones idílicas, y Álex repasa anécdotas de la mítica visita a Rusia de Rafael o la trayectoria meteórica de Juan y Junior. Después llega la visita. Nos recibe en el patio una gran vitrina donde se exponen objetos relacionados con la trayectoria musical de Álex: un viejo amplificador Vox de transistores, guitarras -la mítica Rickenbacker 325, una Gretsh y una Epiphone-, cintas de estudio donde se recogen grabaciones de Los Flechazos, una Lambretta y una de sus camisas más conocidas.
Ya dentro, un vídeo muy didáctico resalta la estrecha relación histórica entre la ciudad de León, algunas de sus figuras más ilustres y la cultura pop -bandas como Los Arañas, Los Cardíacos o los propios Flechazos-, y sus lazos con La Movida madrileña de los 80. Es en León donde Álex impulsó el festival Purple Weekend. El recorrido por el museo comienza por la planta de abajo, donde hay innumerables portadas de singles de siete pulgadas de la época, fotografías, posters, notas de prensa... En este espacio abigarrado Álex rinde homenaje a grupos favoritos como The Action o The Who, epítomes de la cultura mod que reivindica el estilo, la elegancia y el carácter. A través de la música, por supuesto. La idea es que uno se sienta como en la casa de un coleccionista. También hay partituras de canciones del momento, cuando se comercializaban a precios populares.
Alejandro comenzó su colección comprando una fotografía de David Bowie en un mercado de Londres a finales de los 80. Entonces no tenía dinero para más. Pronto se especializó en el periodo que va de 1963 a 1968. Como él explica, en esos años la juventud del momento quiere ser partícipe, también en lo económico, de la explosión del pop y su estética. En el 68 llega el desencanto y la confrontación, y se convierte en otra cosa distinta. Menos burbujeante.
El viaje por los sesenta continúa en la planta de arriba, donde se expone parte de la gran colección de revistas de distintos países -especialmente británicas: las desaparecidas Melody Maker y Record Mirror, New Musical Express, etc- que Álex ha ido guardando a lo largo de los años. En otra sala se exponen curiosidades como un carnet de socio del club The Cavern de Liverpool o un silbato promocional de The Beatles, además de varias vitrinas con material asociado a iconos femeninos de la época como Mary Quant con su flequillo sempiterno, Françoise Hardy y la actriz Audrey Hepburn. Las dos primeras fallecieron, por cierto, hace muy poco...
Resulta un juego muy entretenido tratar de encontrar a músicos famosos en sus versiones juveniles de cuando empezaron a tocar en bandas casi olvidadas (no para Álex, enciclopedia andante de aquella era): Andy Summers (guitarrista de The Police), Lemmy de Hawkwind y Motörhead, Van Morrison (aunque su banda Them sea más popular), Rod Stewart, Eric Clapton... el despliegue se completa con vídeos y pantallas donde se puede consultar el material de forma digital.
Pop y naturaleza
En la planta superior, el gran archivo de revistas, con forma de biblioteca, nos regala unas vistas espléndidas al campo maragato y al pueblo idílico en el que la Fundación 45 ha encontrado su cobijo. Esta institución nace también para dinamizar la economía de aquella preciosa comarca lejos del mundanal ruido. Álex afirma que el visitante debe quedarse unos días a disfrutar de la zona, para que su viaje sea una “experiencia total”. Y damos fe de ello: es muy curioso el contraste entre este bonito homenaje a una cultura típicamente urbana que se irradió a todo el mundo desde las calles de Londres, y lo bucólico del lugar donde se emplaza.
Desde su apertura en junio del año que termina la Fundación 45 ha atraído a más de seis mil personas que, si lo desean, pueden aportar un donativo de 3, 5 o 10 euros, aunque el museo no cobra entrada. Al mismo tiempo, y como ha sucedido en este intenso mes de diciembre, se organizan todo tipo de eventos, pop-ups, exposiciones temporales y presentaciones de libros. También hay conciertos eléctricos y acústicos en el bar -el último, el del bilbaíno Garbayo en el marco de ese MONDO LAB45 surgido de la colaboración entre la propia Fundación Club 45 y la edición Noroeste de Mondo Sonoro-, que cuenta con una tarima y unas prestaciones que ya quisieran muchos garitos de la capital.
Fundación Club 45 quiere ir dándose a conocer entre los colegios de toda la provincia y más allá: se trata de que la cultura pop nacida en aquellos vibrantes 60 y todavía viva llegue a las nuevas generaciones a través de su estética, luminosidad y pulso creativo. Si nos sigue atrayendo como un imán es precisamente por su modo de encapsular lo mejor de la vida en melodías de tres minutos que han trascendido modas. Inevitable pensar en ello cuando por la tarde volvemos al frenesí urbano de Madrid desde tan singular espacio.
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