Te avanzamos un capítulo de la autobiografía de Pete Doherty
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Te avanzamos un capítulo de la autobiografía de Pete Doherty

Redacción — 14-09-2023
Fotografía — Selby May

Te invitamos a descubrir lo que vas a encontrarte en “Un chaval prometedor", la autobiografía de Pete Doherty que verá la luz en castellano a finales de este mismo mes –concretamente el día 21 de septiembre– a través a Alianza Editorial.

Y la verdad es que van a pasarlo muy bien descubriendo la sinceridad y la frescura con la que Doherty narra sus aventuras y desventuras, en este caso en tiempos de The Libertines. El capítulo que puedes leer es el número dieciséis. Ah, y te recordamos que si eres socio de Club Mondo podrás entrar en el sorteo de tres copias del libro.

Capítulo 16 de "Un chaval prometedor"

The Libertines. 2004 (primera parte). Misión abortada en París. Tres noches en la Brixton Academy y un incidente con una cuchilla. Un fiasco de encuentro con Liam Gallagher. Grabamos el segundo álbum de The Libertines tras una pelea con Carl. Una interpretación descomunal de "Can’t Stand Me Now". Me mudo con Peter Perrett y hago que sus hijos se unan a Babyshambles.

Estábamos en París, Carl, McGee y yo, en otro intento de componer nuevas canciones condenado al fracaso. Carl estaba empeñado en tener una canción que fuera nuestro primer gran éxito como Franz Ferdinand, que acababan de lanzar «Take Me Out», mientras que a mí me parecía que ya habíamos compuesto canciones suficientemente buenas como para ganarnos a la gente. Tal vez no habían conectado de la forma soñada, pero ya lo habíamos hecho. Aunque la gente tardara veinte años en enamorarse de ellas, sabía que sucedería tarde o temprano, ¡y tenía razón! Así que quería seguir en la misma línea. Carl siempre andaba buscando ser lo más grandes posible, pero no sé si funciona así. No sé si puedes entrenarte para escribir una canción de la hostia. Yo, particularmente, no quería intentarlo.

De todos modos, no compusimos nada en París. Él no soportaba estar en la misma habitación que yo cuando me ponía, y yo estaba poniéndome todo el rato. McGee había reservado habitaciones en el hotel de nombre oportuno Hotel France Albion, cerca de Montmartre. Luego Carl tuvo que regresar a Londres de urgencia. Su hermana tenía algún tipo de problema. Yo me quedé en el Albion e hicimos el vídeo de «For Lovers» con Douglas Hart. A McGee le encantaba la canción y había convencido a Rough Trade de que podía ser un single. Yo estaba hecho una pena en París: acumulé gastos a cuenta en el bar de al lado del Albion y toqué un poco allí para poder saldarlos. Luego le pedí a Rini, Irina Lazareanu, que se escapara conmigo. Trabajaba en la misma agencia de modelos que la mujer de Steve y vivía en París. Pero ella ya tenía novio, así que cogí un tren a Brescia, cerca de Milán, y busqué a Francesca. Le dije: He venido a casarme, y me dijo: He estado siguiendo de lejos lo que haces, y eres una telenovela. Me rechazó de pleno, así que regresé de vuelta a Londres con Nadine.

Lamentablemente, no recuerdo mucho de los grandes conciertos que vinieron después. McGee había reservado una gira por los principales lugares del Reino Unido, que terminaba con tres noches en la Brixton Academy. Sé que fue duro subir al escenario, como atravesar una tormenta, muy incómodo. Algo se estaba desmoronando. Justo antes de que comenzara la gira, me presenté, muy jodido, a los premios New Musical Express, donde The Libertines ganamos el premio al mejor grupo británico. Yo estaba disperso. Me había perdido en mi propia mierda. Estaba muy nervioso. Fue entonces cuando Carl y yo recitamos el poema «Suicidio en las trincheras», de Siegfried Sassoon.

Yo era una persona extrovertida, siempre me ha gustado actuar, pero hay una parte de mi carácter que sucumbe a la ansiedad grave. No busco el estatus de marginado, pero a veces la ansiedad severa conlleva una sensación de soledad y de fatalidad.

Quería dar grandes conciertos, pero me costaba. En parte tenía que ver con muchas de las letras que cantaba, escritas en la época en la que sólo flirteaba con la heroína. Ahora ya estaba completamente inmerso en ella, así que entender canciones como «Horrorshow» era un poco retorcido. Es extraño. Siempre pensé que la gente se daría cuenta al verme de que, por dentro, yo era un desastre incapaz de vocalizar, pero en las imágenes online no se ve así. Eso es lo bonito del rock, supongo; por eso es tan adecuado para los desquiciados que se traban, porque puedes echarlo todo ahí dentro sin más, sobre todo cuando tienes una guitarra.

También quería hacer algunas canciones más lentas y relajadas en el escenario, porque si te pasas la mitad del tiempo colocado, es obvio que te sientes relajado, ¿no? Sin embargo, con todos los demás era un feroz espectáculo de rock a ciento cincuenta kilómetros por hora, a un millón de kilómetros por hora. Era un caos en mi corazoncito.

Sí que recuerdo que The Bandits tocaron con nosotros una noche de esa gira en la Manchester Academy, y uno de ellos vino al camerino y dijo: Liam Gallagher está abajo, dice que te va a dar una hostia si te ve. Pensé: ¡Cojonudo!, vamos a ello. Astile se estaba criando en St. John’s Wood con Lisa, su madre, y su hermana Mollie, la «hija secreta del amor» de Liam, aunque eso aún no había salido en la prensa. Yo veía a Astile con bastante regularidad, y Mollie y yo nos llevábamos muy bien, era una niña estupenda. Así que bajé a ver a Liam y esperaba que viniera a por mí, pero no lo hizo. Sólo dijo: Está bien, estoy bien, todo el mundo está bien.

Me quito el sombrero ante Alan McGee por intervenir y tratar de sacar adelante las cosas y que se hicieran los conciertos. Había contratado a dos gemelos de dos metros para cuidar de mí y de Carl, para que se aseguraran de que nos portábamos bien: Mutt (Michael) y Jeff. Habían trabajado de escoltas de Iron Maiden durante veinte años. Mutt vino a recogerme al piso de Whitechapel para una de las noches en Brixton. Yo estaba con Neil Thunders y algunas chicas, y le dije: Vienen todos conmigo, y él dijo: No, no vienen. Dije: ¿De qué estás hablando? Es mi concierto. Él dijo: Mira, me pagan por llevarte, y me sacó del piso, me metió en el coche y me llevó al local.

A mitad de la actuación, pensé: No, esto no está bien, y empecé a cortarme en el escenario —tenía una cuchilla en el bolsillo— y luego le di una patada al amplificador de John, me fui corriendo del escenario y del local y salí disparado por Brixton High Street. Tarado. Llegué a Stockwell Park Road, pasando el parque de monopatines, y entonces Michael, que me perseguía, me alcanzó. Me cogió y me dijo: Nos han dicho que si no terminas el concierto, no nos pagan, me cogió debajo de su brazo, me llevó de vuelta al local y me volvió a subir al escenario.

Tenía la sensación de que la gente del público entendería cómo me sentía, automáticamente, telepáticamente, así que cuando volví, yo estaba en plan: ¿Entendéis lo que quiero decir? Es mi concierto, puedo invitar a quien quiera. Había miles de personas gritando y tirando cosas.

A Carl y a mí nos asignaron un gemelo a cada uno para que nos recogiera por las mañanas para las sesiones del nuevo álbum. Recuerdo ir sentado en el coche desde Whitechapel hasta Metrópolis, al oeste de Londres, recobrando la compostura, asegurándome de que no iba a ser un desastre. Estaba en el estudio listo para empezar y entonces le dije a Carl: Mira, tengo un cartucho digital de ocho pistas, podríamos montarlo en tu piso y trabajar en ideas para el álbum. Dijo: ¿Cuál, el piso que robaste? Dije: Venga, tío, dejemos eso atrás. Y dijo: No, mi hermana no te deja entrar en el piso. Eso me afectó mucho. Recuerdo que me dije a mí mismo: No dejes que te vea llorar, algo así, mordiéndome el labio. Mick Jones, que estaba produciéndonos de nuevo, tenía un porro en la mano y llevaba puestos sus zapatos brogue, y se acercó y dijo: ¿Qué pasa, Pete? Y Carl dijo: Nada, que no es capaz de gestionar las drogas. Me volví completamente loco, y pensé que por primera vez en todos estos años iba a plantarle cara, y fui a pegarle. Salté por encima de una mesa de cristal y Michael me agarró en el aire por la nuca. Eso fue todo, en realidad: todo se vino abajo.

Al día siguiente tocamos todas las canciones y luego me lavé las manos. Hicimos nueve canciones en los dos primeros días, y al final había catorce en el álbum. Creo que fui tres veces después de esos dos primeros días, de manera intermitente durante los siguientes dos meses. Siempre era muy tenso. Estuve en el estudio lo mínimo. Geoff Travis dijo más tarde que el álbum «se hizo con las sobras» que les di. Compuse o cocompuse trece de los temas.

La parte de guitarra de «Narcissist», la canción que Carl había escrito por su cuenta, la hice el primer día, en una sola toma, y luego me costó mucho mover el culo e ir allí para hacer los coros. «Tomblands» era un temazo: «In the land of the gauching skiving sun there’s bodies in the room lad» [«En la tierra del sol esquivo y torpe, hay cuerpos en la habitación, chico»] y «Yo, ho, ho, he was the mini Martell man» [«Yo, ho, ho, él era el minihombre de Martell»]. Me encantaban esas letras y me daba rabia que fuera Carl quien cantara esa canción. Carl puso la octava del medio, la parte del puente de la canción: «I didn’t want to be the one to tell yer, she was only fourteen, we sussed out your sordid little scene» [«No quería ser el que te lo dijera, ella sólo tenía catorce años, fichamos tu rollo sórdido»], que era una letra genial, pero como él escribió esa parte, se reservó hacer la voz principal. Acabé un poco rayado por eso.

En general, me sentía desconectado de las grabaciones. Pero les colé una a Carl y a Geoff Travis con «Last Post on the Bugle»: tendrías que haber visto su cara cuando por fin escucharon la canción original de la que la había copiado. Sólo se dieron cuenta cuando ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto: «If I have to go, I will be thinking of you when…» [«Si tengo que irme, estaré pensando en ti cuando…»], es una canción de los años sesenta titulada «War or Hands of Time», de The Masters Apprentices, una banda psicodélica australiana. La había escuchado en un recopilatorio de los Nuggets que compré cuando estuvimos en Estados Unidos, y me pareció que era una canción preciosa. Yo estaba encantadísimo de haberles colado esa. Nadie tenía ni puta idea.

Para mí, la gota que colmó el vaso fue la ilustración que hice para la portada del álbum. Me presenté un día al azar en el estudio con el diseño, con el que todo el mundo había estado semanas dándome la tabarra, y se lo presenté a Mick Jones, que dio su aprobación, y pensé que era suficiente. Lo siguiente que supe es que iban a usar la foto del yonqui que había sacado Roger Sargent en el concierto de la Libertad. Mi portada tenía más bien el rollo de una vieja lata de cigarrillos, un mosaico de imágenes: estoy seguro de que el antiguo escudo de armas de Hammersmith, que es la insignia original del Queens Park Rangers, estaba allí por Mick Jones. Creo que había puesto mi cara y las de los chicos en el borde de cada esquina.

La única canción que salió clavada de aquellas sesiones fue «Can’t Stand Me Now». Sabíamos que habíamos compuesto un monstruo. Todavía hoy sigue siendo probablemente nuestra canción más importante, la que le pone las pilas a todo el mundo en los conciertos. La tocamos en Friday Night with Jonathan Ross justo después de grabarla, en marzo, meses antes de que saliera como single. Estábamos tan entusiasmados con ella, que teníamos que hacerla. Fue la mejor actuación de todos los tiempos. Aquel día iba con el pelo cardado, totalmente tipo Jesus and Mary Chain. Recuerdo que estaba en la sala de maquillaje y se las arreglaron para subírmelo, y se quedó así, no fue lo típico que aguanta los tres primeros compases y luego se te pega a la cara con el sudor.

Me hice amigo de Peter Perrett, el cantante de The Only Ones. Era otro adicto a la heroína. Le llevé al estudio e hicimos una versión de su gran éxito, que me encantaba, «Another Girl, Another Planet». La tocamos en la Rhythm Factory esa noche en un concierto que yo había organizado. The Libertines vinieron de mala gana: no podían escaquearse por Peter Perrett. Aunque Carl nunca había oído hablar de él, se dio cuenta de que era una leyenda, así que tuvo que involucrarse. Perret era un poco ermitaño y llevaba años sin subirse a un escenario. Fue uno de esos conciertos destartalados extraños en los que notas que el grupo no está como debería estar, pero que la gente estaba muy contenta de vernos juntos, tocando juntos. Ahora, cada vez que tocábamos teníamos la sensación real de que quizá iba a ser la última que lo hacíamos juntos.

Llevé a Nadine y a otras chicas a la casa de Peter Perrett en el sur de Londres cuando fue el cumpleaños de su parienta. La cosa se puso muy chunga. Me sentó y me mostró un montón de vídeos caseros de ella cuando era más joven. Él y su mujer no salían de la cama salvo para pillar. Viví allí un tiempo. Era un buen escondite, un lugar donde Mutt y Jeff no podían encontrarme. Solía compartir la cama con ellos, una cama cubierta de papel de aluminio y pipas de crack caseras.

Sus hijos, Peter Jr. y Jamie, tenían una banda llamada The Cunts, y los probé en una formación inicial de Babyshambles, con Pat Walden. Pat trabajaba a tiempo parcial de cajero, vendiendo púas y bebidas en los estudios de grabación y ensayo Rooz, al este de Londres, y enganchó por banda a Gemma Clarke para que tocara la batería. Su padre, Graham, dirigía Rooz. De hecho, hicimos unos cuantos conciertos con esa formación, los primerísimos conciertos, muy locos. Hubo uno en Stafford en el que tiré el dinero que habíamos sacado con las entradas, unas tres mil quinientos libras, al público. Un tío, un tipo punk, se puso a decirme a la cara: No queremos vuestro dinero, queremos la música, tirándomelo de vuelta. Uno de los chicos de Peter Perrett decía: Mira, no quieren el dinero, nos lo quedamos nosotros, y se puso a recogerlo del suelo. En ese mismo concierto, me tiré desde una pila de altavoces a un grupo cañero de skinheads que hacían pogos, dándolo todo. Estábamos armando jaleo. Hubo muchas peleas esa noche, y los chicos de Perrett acabaron refugiándose detrás de un amplificador, mientras Gemma se defendía de la gente con un taburete de batería. Recuerdo que pensé: Nah, esos chicos no están hechos para la vida con los Shambles… uno de ellos se quedó en el bajo durante un tiempo, y Pat sustituyó a su hermano a la guitarra a tiempo completo.

Esto fue cuando el single «Babyshambles» salió con High Society Records, de Mullord. Este tuvo problemas con Rough Trade, pero al final consiguió permiso para sacarlo como edición limitada. Todo el mundo lo llama el primer single de Babyshambles. Fue un disco único que puso a todo el mundo en marcha. Incluimos «What Katie Did» en el álbum de The Libertines y, en cierto modo, Carl se adueñó de la canción (él cantaba la voz principal, aunque yo la compuse), pero la saqué primero en ese single como cara B. Fue una de las razones por las que lo lancé. Se estaba presentando como si Doherty y Barât siguieran siendo una gran pareja de composición, y yo quería levantar el telón.

Sabía que eso le haría daño a Carl, pero con Babyshambles yo no iba a hacer de ninguna manera «Don’t Look Back into the Sun», «The Ha-Ha Wall» o «Can’t Stand Me Now». No le haría eso. Aunque realmente muchas de esas primeras canciones de Baby­shambles deberían haber estado en el álbum The Libertines, como «Back from the Dead». De hecho, Carl vino y sacó una parte de guitarra bastante buena de ella, y ahora, como McGee decía que iba a ser un exitazo, dijo: Bueno, ¿y por qué no me pusiste a tocar en «For Lovers»? ¡Se lo pedimos en su momento!".

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