Corren buenos tiempos para la música en vivo. Acabamos de conocer los datos del último anuario de la Asociación de Promotores Musicales (APM) que nos cuentan que sí, que, aunque ahora se vendan menos discos (en 2009, un 17% menos que el año anterior, lo que supone una disminución acumulada del 71,46% desde 2001), aunque los disqueros den bandazos entre la nostalgia y el cabreo, el público de actuaciones en directo sigue aumentando de manera exponencial. Lo de vender discos se arreglará de alguna manera u otra, y todos acabaremos pagando la cuota mensual de Spotify o bien abrazaremos cualquier otra solución que acarreará nuevos problemas, seguramente esta vez para nosotros, como que igual se reducen a cero las alternativas de acceso a contenidos musicales (algo así como lo que sucede hoy con la compra de entradas). Pero eso llegará más adelante. La cosa ahora va de ir a conciertos, algo que la APM no quiere que se convierta en una moda: hablan de no confundir conciertos con “eventos”, que son a la música como a la literatura puede ser la saga de Larsson, que una cosa es participar de una experiencia grupal, igualitaria y facilona, aunque haya que leer, y otra cosa es ser lector. No crear una coyuntura de público pasajero y hacer que primen los criterios artísticos y respetuosos para una audiencia madura e informada es lo que hay que hacer, nos cuentan.
A todo esto, necesariamente influidas por las grandes cifras y los grandes debates, aunque acaso de manera tangencial, en el día a día, año tras año, son las pequeñas salas las que en gran medida mantienen viva la escena, las que acogen a los grupos antes de que se hagan famosos y toquen en festivales o en grandes espacios multiusos y las que tienen que sobrevivir, a veces milagrosamente, a problemas de licencias, inspecciones o soluciones municipales improvisadas que no curan problemas de base (caso Balcón de Rosales). Las salas madrileñas sobreviven. Hay que alegrarse mucho, en Madrid los momentos grandes se han vivido siempre en lugares pequeños. Lugares como Moby Dick, referencia en el eje del Bernabéu, que entra en la mayoría de edad abriendo su escenario, desde el día 2 hasta el 28, a bandas como Cornershop, Brendan Benson, Megafaun o The Sunday Drivers. O como Siroco, que cumple los veinte agazapada en su estratégico callejón entre Malasaña y el Conde Duque. Lo celebra el miércoles 24 en la sala Heineken, con un festival que contará con las actuaciones de grupos como La Kinki Beat o Mama Funko. Felicidades a las dos, que caigan otros tantos.
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