Al teléfono con Oli Burslem, vocalista y guitarra del grupo, que se encuentra en plena gira británica de presentación de su artefacto sonoro, y a punto de viajar al continente (Alemania seguro, España todavía en el aire). El cansancio acumulado es evidente: La tarde anterior no pudimos concretar la conversación porque estaba “en el medio de la nada, en el campo. Pero muy contentos con cómo está yendo la gira británica. Estamos tocando los mejores bolos que hemos dado nunca, así que parece que estamos en el camino correcto”. Burslem está encantado de compartir el entusiasmo que siente por su aguerrido y ecléctico artefacto sonoro: “Estoy muy orgulloso de lo que hemos conseguido. Fans que son también músicos me han transmitido su respeto. Si el disco no les gustara de verdad, no me lo dirían tan abiertamente. Cuando salió, mi idea era no leer las críticas, pero te confieso que he leído un par de ellas recientemente y es bonito lo que dicen. Han sido muy positivas”, confiesa.
"Por respeto a la gente que viene a vernos, ponemos todo lo que tenemos”
En efecto, la prensa británica se ha rendido a un disco que cuenta con rotundos torpedos sonoros como “Harbour The Feeling” o “Hungry Heart” y ha destacado, entre otras cosas, una personalidad esquizoide en el buen sentido, en la que cabe del kraut-rock espídico a la psicodelia, el punk asilvestrado casi grunge, y ecos garajeros, sin que al final del viaje predomine ninguna etiqueta. “Lo más agradable que nos están diciendo es precisamente eso, que el disco no suena a nadie en particular. Yo creo que sí, pero no tenemos ningún estilo común ni intentamos sonar a nadie en concreto. Simplemente, tratamos de ser nosotros mismos. Al final, somos amigos y no podemos venir con gilipolleces. Nos gusta el kraut-rock, pero la idea no es ser una banda de kraut-rock…En el disco hay mucho material, pero al final tratamos de ser honestos. No queríamos que nada nos influyera directamente”. Dicho esto, Bursley admite como referencias a Can o “Fun House” de The Stooges, como discos que parece que van haciéndose sobre la marcha: La naturaleza imprevisible de sus directos también ha permeado en su debut.
“Alas Salvation” ha sido producido por el bajista de Pulp Steve Mackey, con el que contactaron cuando les invitó a tocar en un garaje de Londres, lo que terminó sirviendo de base para un disco que mantendría deliberadamente la crudeza del directo. “La idea era trasladar la energía del directo, sin duda. Lo grabamos en nueve días, muy rápido. Lo que hicimos en el garaje acabaría siendo la base del disco. No queríamos editar demasiado el sonido, sino sonar a humanos tocando, no a un ordenador con pistas de fondo y samplers. Me gusta el rock and roll en directo”, sentencia. Burslem repite varias veces la palabra “honestidad” cuando habla de sus letras -“no transmito ningún mensaje ni intento ser cool”-, y admite con honrada naturalidad que no tienen ningún plan maestro para el futuro próximo si el éxito, el peligroso impostor de Kipling, se les va de las manos. “No somos gente obsesionada con hacer una carrera de esto. El mismo día en que me levante y sienta que no me apetece hacerlo o que se ha convertido en un trabajo más, lo dejaré. No quiero ser famoso ni nada de eso. No me interesa en absoluto sonar como no quiero sonar o hacer cosas que no quiero hacer. Pero me gusta lo imprevisible que es esta vida. ¿Quién sabe lo que pasará?”. Respecto a si es peliagudo alcanzar el nivel de intensidad que alcanzan en sus bolos, Burslem relativiza con la misma normalidad: “No considero que hagamos algo especialmente duro. Es mucho más difícil ser conductor de ambulancias o profesor. Nunca diré que lo que hacemos es difícil. Lo veo como una gran oportunidad. No creo que sea tan duro como ser bailarín profesional o algo así (risas). En el escenario lo damos todo porque queremos merecer la oportunidad que nos han dado. Por respeto a la gente que viene a vernos, ponemos todo lo que tenemos”. No es mala filosofía, desde luego.
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