Una conversación con Wayne Coyne puede ser algo absolutamente revelador. Un personaje curioso donde los haya, capaz de conseguir que el absurdo más absoluto sea la razón por la que esa mañana decides despegar tu cabeza de la almohada. Algo que ha sido característico a lo largo de su carrera, capaz de dotar de sentido a las locuras más impensables, como aquel concierto en un parking, donde sincronizaba las radios de cien coches; ese disco cuádruple, “Zaireeka” (Warner, 97), donde los cuatro compactos debían reproducirse al mismo tiempo para poder escuchar la canción con todas sus pistas; unos años antes, “In A Priest Driven Ambulance” (Restless, 90), donde todas las canciones, según los créditos, duraban exactamente lo mismo, tres minutos y veintiséis segundos... y muchas más, que me ocuparía todo el artículo narrar: “Aquello fue algo bastante abstracto. De todos modos, incluso cuando hice todas esas cosas, fue buscando algo concreto que quería hacer, no necesariamente experimental”. Pero recapitulemos, pues esto no viene de ayer. Flaming Lips llevan en activo desde 1983 y, a pesar de unos inicios más cercanos al punk-rock, el devenir del grupo apunta a lo que hoy son sus composiciones. Según cuentan, todo comenzó en una de esas fiestas salvajes en casa de Michael Ivins, en Oklahoma City.
“Cada vez que leo lo que escribí pienso en algo diferente…, ya sabes, una crisis de identidad” |
Un primer concierto en un bar de travestís llamado Blue Note y un primer disco, objeto de deseo de cualquier coleccionista que se precie (mil copias en vinilo verde, a las que siguió una reimpresión en vinilo rojo) “Flaming Lips” (84), autoproducido y autoeditado, al que siguieron “Hear It Is” (Restless, 86) y “Oh My Gawd!!!...” (Restless, 87), donde, entre la urgencia, la dispersión y las cantidades ingentes de ruido, se aprecian ecos de psicodelia y rock: “Nos recuerdo luchando por buscar una identidad. Sobre todo al principio... queríamos ser a la vez los Butthole Surfers y los Bee Gees. Escuchábamos a Minutemen y a Barry Manilow. Nos han gustado siempre todos los aspectos de la música... El primer disco nos lo grabamos nosotros mismos, lo editamos nosotros mismos y lo sacamos, así que no teníamos ningún tipo de ilusión de éxito, simplemente hacer lo nuestro y tomar lo que el mundo nos diese”. Poco después, un promotor de conciertos de Nueva York se interesó en ellos y les ofreció apoyo, llegando finalmente a colaborar con el grupo. Su nombre era Jonathan ´Lingus´ Donahue y su participación tuvo lugar durante la gira de “Telepathic Surgery” (Restless, 89) y la gestación de “In A Priest...” (primer disco en el que Dave Fridmann se coloca a los mandos, y que ya no abandonaría), antes de dejar el grupo para dedicarse por completo su propio proyecto: Mercury Rev. A lo largo de ese periodo, y casi hasta que apareció “The Soft Bulletin” la banda adoptó una formación estándar de cuatro músicos: “No sé por qué decidimos ser una banda de rock, ya sabes, guitarra, bajo, cantante, batería... y no sé por qué pensábamos que esto era realmente importante, pero lo hicimos, estúpidamente, pero lo hicimos”. Este punto marca un primer antes y después de Flaming Lips, tras la marcha del sello Restless y fichando por Warner, abriéndose a mayor cantidad de medios y dejando atrás discos, carretera y algunos años de investigación: “Hacíamos algo que pensábamos que era rock y tratábamos resultar absurdos y explorar nuevos sonidos. No teníamos ningún tipo de habilidad ni técnica tocando, no sabíamos ni afinar una guitarra, pero no nos importaba, nos encantaba esa especie de punk-rock que se hacía en Estados Unidos allá por 1982. Tratábamos de evitar el ser una art-band, algo así como Genesis o King Crimson. Nosotros preferíamos más ser como Echo & The Bunnymen, Bauhaus e incluso Throbbing Gristle”.Nadie sabe la razón por la que Warner decidió ficharlos, después de los ruidosos antecedentes, pero el primer resultado fue “Hit To Death In The Future Head” (Warner, 92), en el que todavía colaboraba Jonathan, y cuya grabación, en un complejo estudio de una universidad de Nueva York, fue una historia llena de locuras y caos (guitarras en el baño, gente gritando por los pasillos, orquestas contratadas y después despedidas...).
“Después de `Clouds…´, decidimos dejar de ser una banda de rock y adoptar un método más libre” |
Tras el abandono del batería Nathan Jones, el grupo se volvió a quedar en cuadro (tan solo Michael y Wayne) por lo que, para completar la formación se contó con la presencia del guitarrista Ronald Jones y del batería Steven Drozd. Se grabó “Transmission From Satellite Heart” (Warner, 93) y con él, “She Uses Jelly”, la primera canción que otorgó un nivel de fama considerable (aunque sin tirar cohetes) al grupo. Guitarras contundentes, ruidos espaciales, y baterías saturadas (esas famosas baterías, que graban con un solo micro en una cassette para conseguir ese sonido tan característico), en uno de sus mejores discos. Le siguió “Clouds Taste Metallic” (Warner, 95), pero, a pesar de que a partir de entonces el nivel musical de los discos fue en aumento, la repercusión entre el público no fue la esperada, lo que acompañó la huida de Ronald y una época de accidentes y mala suerte. Fue la época que Wayne aprovechó para sus proyectos, como el “Experimento del aparcamiento de coches”: “Estuve dándole vueltas a un par de ideas que tuve y que, casi sin quererlo, acabaron convirtiéndose en algo más profundo, en algo más importante que lo que pretendían mis propias ideas incluso”.Y llegó la época del cambio definitivo: “Estábamos cansados de ser una banda tradicional y, justo después de ´Clouds...´, decidimos dejar de ser una banda de rock, abandonar la formación usual y adoptar un método compositivo más libre. Cada uno aporta cosas, por supuesto yo canto, pero cuando Michael o Steven tocan, lo hacen los Flaming Lips. Creo que es algo que queríamos explorar, ver qué es lo que podíamos llegar a conseguir con nuestra música y creo que ese es el mejor camino al que podíamos llegar”. Y así nació el fabuloso “The Soft Bulletin” y el reconocimiento internacional, tanto a nivel de crítica como de público: “Es curioso, hay gente que lo dice como si hubiéramos vendido millones de copias... Con este disco tuvimos la sensación de que a la gente le gustaba lo que hacíamos y que incluso lo comprendían”. Y, por fin, llegamos a “Yoshimi...”: “El nombre está inspirado en una chica que toca en The Boredoms, una banda japonesa”. Nada más leer el título del disco ya imaginas una nueva locura del Sr. Coyne, que, de nuevo, es capaz de dotar de una belleza inusual a una historia absurda como pocas: “Trata de una especie de lucha de gladiadores o algo así. Yoshimi se enfrenta al robot, un robot invencible. Pero este robot es tan perfecto que tiene emociones y se enamora de Yoshimi y, ante la posibilidad de tener que matarla, decide suicidarse. Todo el mundo piensa que Yoshimi ha matado al robot, pero sólo ella se ha dado cuenta de lo que realmente ha pasado. La tristeza le invade y despierta en ella una admiración profunda por el robot, pues había sido capaz de hacer por amor, algo que ni ella misma habría hecho... No sé, es algo así creo. Pero cada vez que leo lo que escribí pienso algo diferente... ya sabes, una crisis de identidad, como cuando miras al universo y el universo te mira y participas en la lucha de la infinidad...”. El álbum está influenciado en su concepto por la cultura japonesa, el Manga (“Estuvimos viendo muchos videojuegos durante un tiempo. Me gusta
mucho el hecho de que los luchadores japoneses siempre tienen algún tipo
de humildad respecto a ellos mismosy la manera en que representan a las
mujeres...”) atreviéndose incluso a hacer una versión de la canción que titula el disco cantada en japonés: “Trabajamos mucho para tratar que resultase convincente”.
Navegando entre la ironía más aguda y la emoción más intensa, el nuevo
disco, como los anteriores, descoloca por su personalidad e imaginación
sin límites. “Debe ser algo en el tono de mi voz mezclado con los
ambientes de las canciones o algo así. No sé, es algo muy extraño,
mágico. No sé lo que es pero la gente suele sentirse absorbida por
ello...”. Canciones como “Fight Test”, “Do You Realize?” o la propia
“Yoshimi Battles The Pink Robots” presentan de nuevo esos estribillos
épicos, esas melodías psicodélicas, ya presentes en “The Soft Bulletin”,
esos teclados, cuerdas y arreglos tan propios de la producción de Dave
Fridmann y una novedad, la utilización de máquinas y sintetizadores en
su gestación: “Comenzamos a utilizar ordenadores y ese tipo de
material para hacer collages de sonidos. Nos quedamos fascinados por lo
que podíamos llegar a conseguir con ellos, partiendo a veces, incluso
del simple sonido de una cucharilla golpeando una taza y consiguiendo
enormes ritmos a base de sonidos extraños”. Una mente inquieta,
ecléctica, inusual, versátil: compone sus canciones, escribe sus letras,
diseña las portadas, dirige sus videos y actualmente se encuentra
dirigiendo una película “Xmas On Mars” (navidades en Marte): “Trata
sobre un grupo de científicos espaciales que pasan, después de casi un
año en Marte, sus primeras navidades en este planeta. Ellos no creen en
ningún ser superior, pero acaban sumidos en una profunda depresión,
causada principalmente por la conciencia de lo lejano del hogar y de lo
ligero de la existencia humana, y, poco a poco, necesitan ir creyendo en
el poder de lo desconocido...”. De nuevo una historia que leída parece cómica y escuchada de los labios de su autor parece poesía: “Tendrá
mucho de absurdo, pero básicamente es un drama. Espero tenerlo
preparado para Navidades del 2003. Lo estoy rodando en el patio de mi
casa, en mi habitación, en exteriores de mi ciudad... Es mucho trabajo,
pero es algo que tenía muchas ganas de hacer”. Ante una mente así,
tras escuchar sus discos y leer sus letras, conocer sus ideas, te quedas
sin habla. ¿Es Wayne Coyne un genio?
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