“Hay una reacción a la pantalla digital”
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“Hay una reacción a la pantalla digital”

JC Peña — 08-06-2024
Fotografía — Archivo

Conor O´Brien y sus Villagers regresan con el que podría ser su álbum más suyo, “That Golden Time” (Domino/Music As Usual, 24), tratado de pop exquisito sobrado de argumentos musicales, ideas sustanciosas sobre el mundo que nos ha tocado vivir y esa inconfundible nostalgia irlandesa.

Para hablar de él, el de Dublín está en un hotel de Madrid. O´ Brien es un tipo tan afable como reflexivo y apasionado por lo que hace. Inspirado por filósofos tan diferentes como Marco Aurelio o Nietzsche, su nuevo álbum se concibió como reacción contra el entorno digital híper mercantilizado y de zafio blanco y negro en que vivimos.

Tengo la impresión de que éste puede ser tu disco más personal, ¿no?
Sí, supongo que es así. Lo escuché después de acabarlo y tuve la impresión en todas las canciones de que “el cantante” estaba al borde del precipicio, como a punto de caerse (risas).

Me pasó algo parecido. ¿Lo hiciste tú todo?
Sí, incluso lo mezclé. Lo hice todo en mi apartamento de Dublín. Un trabajo de amor. No pretendía hacerlo así, quería trabajar de nuevo con el grupo como en el último, con un técnico de verdad en un estudio, pero no fui capaz. Empecé a hacer las maquetas y dos años después se las entregué tal cual al ingeniero de mastering.

Qué curioso. Me pregunto cuáles son las ventajas y desventajas de trabajar en solitario, sin la opinión de nadie.
Yo también me he pregunto si se ha perdido algo, pero he estado ensayando con la banda en estas últimas semanas y todo está sonando muy bien y muy distinto. Hay veces que pienso: Dios, eso habría quedado genial dentro del disco, pero no sé…siempre hay pros y contras, pero en este caso tenía las cosas muy claras. Cuando empecé fue un poco cuesta arriba, pero luego no pude parar de trabajar solo. Luego al final me traje a varias personas a que tocaran la viola y el violín, pero en general estuvo muy bien hacerlo así.

¿Crees que cuando un músico toca la mayor parte de los instrumentos le da un toque más personal?
Sí, porque me encanta tocar y me encanta la música. No puedo parar de escucharla y hacerla. Cada trocito del disco es justo como lo pensé para cada canción en términos expresivos. Incluso las cosas que no toco. Yo estaba allí hablando con la persona y sintiendo cómo tocaba la cuerda…Mis huellas están por todo el disco.

“La gente está constantemente tratando de transmitir su pureza moral”

¿Qué me dices de la portada con la polilla y la moneda? ¿Querías expresar algún tipo de metáfora sobre el mundo en que vivimos?
Sí. El punto de partida fue esta sensación de estar desorientado y perder el norte con todas estas lucecitas y pantallas que nos rodean. Empecé a pensar en ello con la idea de la polilla que de noche se cree que va hacia la luz de la luna, y acaba yendo a las luces humanas artificiales, donde perece… Me pareció que era una alegoría interesante, casi cristiana. Me he empezado a interesar mucho en la idea del pecado original.

¿Dices recientemente?
Sí. Me obsesioné con ello mientras hacía el disco. Cuando crecía rechazaba mucho todo esto, porque era joven y decía: “que le den al mundo”. Pero hay una razón por la que todos estos textos han perseverado durante tanto tiempo. Y creo que esta idea del pecado original es interesante, aunque dañina también. En esta era en que rendimos culto a nuestras pantallas y los móviles, todo el rato estamos adorando el mercado, el dinero, nuestra propia imagen, nuestro narcisismo. Cuando piensas en ti mismo como una criatura “contaminada”, entonces no tienes ninguna pureza moral. Y es mucho más interesante, porque te permite interactuar con el mundo de modo mucho más auténtico. Mientras que a día de hoy la gente está constantemente tratando de transmitir por las redes su pureza moral, diciendo que los demás están equivocados. Y ahí los tienes, gritándose unos a otros.

Entonces, el disco sería una reacción a todo esto.
Sí. No puedo dejar de pensar cuánto ha cambiado mi cerebro desde que existe Internet. Lo he tratado de evitar, pero en estos últimos años me he sentido completamente desorientado. Es lo de la polilla. Y también está la idea de que las polillas cambian drásticamente. La idea de la metamorfosis es parte integral del disco.

También mencionas en la nota de prensa el contraste entre romanticismo y realismo.
Creo que eso vino al pensar en la canción que da título al disco, “That Golden Time” (“Ese tiempo dorado”). Es una canción que aspira a la transformación. Va de soñar con un momento y un sitio mejores, donde no estés tan pillado por las exigencias de esta edad sensorial que vivimos. Permitirte pensar un poco más libremente. Creo que en estos tiempos es aspiracional incluso pensar en salir de las cajas diminutas que se han creado. Creo que mucha gente que va de progresista a día de hoy es en realidad muy reaccionaria.

¿No es irónico?
Mucha gente se pasa el día hablando de lo binario, cuando no hacen más que crear categorías binarias. Creo que ni siquiera nos damos cuenta de que estamos vendiéndonos como productos. Los móviles no nos ayudan. Somos seres mucho más interesantes de como nos presentamos. Mucha gente vende un mundo en blanco y negro, sin complejidades: hay buenos y malos, y ya está. Ya en el siglo XIX Nietzsche, Schopenhauer o Durkheim pensaban en estas cosas. Ahora lo vemos en tiempo real porque la tecnología se ha acelerado muchísimo. Creo que fue C.S. Lewis quien acuñó el término de “esnobismo cronológico”, la idea de que nosotros sabemos más que cualquiera en el pasado. Eso es flagrante ahora mismo, estamos perdiendo muchos principios.

Volviendo a la canción, “That Golden Time”, ¿cómo conseguiste la atmósfera de los estribillos?
Con un montón de reverb. Me acuerdo de doblarme mucho la voz. La principal estaba muy definida, y la otra, distante y muteada. Después añadí una reverb doblada. Y luego creo que están muy paneadas a la izquierda, como en los viejos discos de los Beatles, cuando agrupaban las baterías a derecha e izquierda. Me encanta todo ese rollo. Trataba de copiar mis discos favoritos, Pink Floyd, todo eso. Me encanta.

Veo que disfrutas de toda la parte técnica de grabar, y que además se te da bien.
Me encanta. Muy a menudo cuando tengo una idea para una letra ya estoy pensando en cómo voy a producir la canción. Me flipa pensar que estas cosas están conectadas, no son artes separados. Puedes cambiar cómo se experimenta contextualmente una letra si la grabas de un modo determinado. Creo que es importante tener en cuenta todo esto hasta el final de la producción y los vídeos. Por eso trato de hacerlos yo.

Pues es bastante raro tener capacidad artística y técnica.
Bueno, no tengo vida fuera de esto. Me obsesiona.

Leí que también te ha influido mucho Marco Aurelio, el estoicismo…
Sí, sus “Meditaciones”. Me gusta esa idea de que si rechazas tu idea de una herida, la herida desaparecerá. Es algo que necesitamos oír hoy, cuando muchas veces Internet le vende a la gente la idea de que tienen algo mal y que lo deben arreglar. Creo que el estoicismo es un antídoto a eso. Al mismo tiempo, Marco Aurelio era un emperador romano que mató a miles de personas, daba órdenes para matar cristianos. Pero lo que escribió me gusta.

“Me preocupa que los incentivos económicos y sociales controlen la música que hacen los chavales”

Hablando de canciones, “No Drama” tiene su gracia.
Sí, me gustaba la idea de una canción con ese título que fuera la más melodramática. Es un poco teatral, tiene esa idea de Shakespeare de que el mundo es un escenario. Y luego está eso que pone la gente en las apps de citas, “no drama”. De no querer dramas en tu vida.

Cuando la vida no es otra cosa que drama, ¿no?
Pues claro. Es lo que pides si te metes en una app de citas…no sé, fue creciendo y me divirtió. El personaje es como muy pequeño. Tiene algo de…estaba escuchando mucho a Danny Elfman. Es un poco “Eduardo Manos Tijeras”. Y eso me llevó a los Nocturnos de Chopin, a cosas muy románticas. Trataba de ponerle sonido a un alma solitaria y romántica que flota en el espacio.

“Behind That Curtain” es también muy romántica, con el piano a lo Tom Waits de “Closing Time” que desemboca en el loop electrónico.
Ese final no estaba originalmente. Es un bucle de cinta de un arpa que grabé yo mismo. Pero lo puse al final. Inicialmente estaba la voz de mi padre, al que grabo en secreto de vez en cuando, porque habla de cómo era Dublín cuando crecía en los 40 y 50, con toda la pobreza que vio. Eso me interesa porque Dublín se emborrachó por primera vez de riqueza en los 90, es lo único que yo conozco. Y mi padre hablaba de cuando le llevaron a la casa de sus abuelos y allí había seis familias viviendo con el baño fuera. Al final lo quité, porque era demasiado: pensaba que la gente se lo iba a saltar.

Hablando de Irlanda, he estado unas cuantas veces, y la última me sorprendió lo caro que se ha vuelto el país. ¿Dirías que esa riqueza reciente es artificial? ¿Es por el turismo, por qué?
Es artificial, sí. Todo empezó en los años cincuenta. Después de la guerra no había ni un duro, y entonces llegó este tipo llamado T.K. Whitaker, un economista, que escribió un tratado titulado “Economic Development”. Se lo dio al Gobierno, y lo siguieron a pies juntillas, abriendo el país a las inversiones americanas. Esto atrajo cierta riqueza, lo cual supongo que está bien, pero tuvo un precio. Ahora mismo estamos viendo los resultados más extremos: Irlanda ofrece incentivos fiscales tremendos a las corporaciones norteamericanas, y todo se concentra en los propietarios y las corporaciones. Así que la gente no puede vivir en Dublín y se tiene que marchar a Berlín o a otros sitios. Supongo que es el resultado de una agenda neoliberal, pero es complicado. Es un caso extremo, porque la gente no llega a fin de mes. Tengo una relación muy de amor-odio con Irlanda.

¿Cómo vais a llevar estas canciones al directo?
Las vamos a recrear, no a reproducir. Ya pasamos por ahí con el anterior disco, y acabamos aburriéndonos mucho. Empezamos a usar portátiles para meter pistas con las cuerdas y todo eso. Sonaba muy bien, pero el batería tenía que llevar claqueta en los cascos, ese tipo de cosas…al final del tour me dije que no volvería a hacerlo. Nos deshicimos de toda esa parafernalia, y ahora tocamos todo en directo. Entiendo por qué hay gente que lleva cosas pregrabadas, pero a nosotros nos aburre mucho. Sin todo esto, si el batería se acelera le sigues y ya está, hay más libertad.

Nuestra revista cumple este año treinta años. ¿Cómo ves el futuro del pop?
Soy bastante optimista. Incluso en Irlanda hay bandas que tienen la mitad de mi edad y hacen cosas muy locas que suenan muy humanas. Creo que muchos chavales se dan cuenta de la mierda de la que hablo en este disco porque saben lo que es, han crecido con ello. Mi sobrino vive en el mundo real, apenas se mete en Internet. Hay una reacción a la pantalla digital. Soy bastante optimista. De lo negativo ya hemos hablado.

Claro: que todo gire en torno a las escuchas cuantificadas, la validación en las redes sociales...
Hace poco fui a una escuela de música en Dublín y me preguntaron qué consejo daría a quienes empiezan en esto. No sabía si merecía darles ningún consejo, porque pertenezco a otra era, pero sí me parece que mucha gente hoy se obsesiona con posicionar lo que hacen en Spotify o TikTok, y eso es hacer las cosas al revés. Lo primero es hacer tu movida y controlar todo. Y me preocupa que los incentivos económicos y sociales controlen la música que hacen los chavales. Tendría que ser justo al revés.

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