"Fever Dreams" (Domino/Music As Usual, 2021), el sexto álbum de Villagers, es el tipo de disco que necesitamos ahora mismo. Imaginativo, caleidoscópico, ensoñador, colorista, aventurado, ecléctico, vitalista. Y mayúsculo. Lo cual es mucho decir en una carrera sobrada de obras de mucho peso específico. Nos lo cuenta Conor por zoom desde su casa y estudio en Dublín.
¿Es "Fever Dreams" una herramienta para escapar de todo lo que hemos vivido durante este último año y medio?
Para mí lo fue, psicológicamente. Aunque parte del disco se escribió antes y otra parte después de que llegara la covid-19. La mayor parte del disco se hizo con la banda, en jams que improvisábamos en el estudio, fue un trabajo muy social. Así que cuando llegó la pandemia, me traje todos esos archivos de audio a mi estudio casero y ahí es cuando el material se empezó a enrarecer (risas). Se tornó más psicodélico e irreal. Puede que tuviera que ver con el confinamiento y todo lo que comportó. Pero el escapismo ya estaba ahí antes, simplemente se fortaleció con la situación de la covid-19.
¿Te dio el encierro doméstico la posibilidad de repensar las canciones y que estuvieran más trabajadas de lo que pensabas en un principio, como le ha ocurrido a muchos otros músicos?
Bueno, creo que de no ser por la pandemia hubiéramos reservado al menos un par de sesiones más en el estudio en el que trabajábamos todos juntos, y eso habría cambiado algunas cosas, especialmente en el tema titular, “Fever Dreams”, al que luego le metí muchos loops y programaciones, y con la banda hubiera sonado distinto. Incluso hay un sampler del programa de radio en directo de una amiga durante el confinamiento en otra canción, a la que le cambié el pitch. Sí, el disco habría sido distinto. Una de las canciones soy yo solo con mi piano en el apartamento, intercambiando e-mails con mi amiga Rachel. Así que sí, se puede decir que eso cambió el disco.
¿Crees que es tu trabajo más ecléctico?
Puede ser. Todos son diferentes para mí. Creo que es más cálido que otros discos míos. El último, "The Art of Pretending To Swim" (Domino, 2018), lo hice yo solo con un ordenador, y este fue concebido con mis músicos, y se puede sentir esa energía de gente real metida en una estancia. Supongo que es bastante diverso, al menos en comparación con discos como "Darling Arithmetic" (Domino, 2015). Pero los veo a todos como hijos distintos.
"Intento utilizar las redes solo para promocionar mi música y abstenerme de entrar en ningún cruce de opiniones en twitter porque es algo que no ayuda a nada".
Yo lo veo como la mejor combinación entre experimentalismo y accesibilidad en toda tu carrera, que son dos cosas que podrían ser antitéticas. ¿Lo ves así?
Bueno, quería hacer música disfrutable (risas), que pudiera ser degustada desde una óptica superficial y, al mismo tiempo, si quieres indagar un poco más y descubrir muchos detalles, también puedas. De todos modos, creo que el principal objetivo era hacer música disfrutable, lo que no deja de ser extraño teniendo en cuenta los tiempos que vivimos (risas).
En la hoja de prensa se mencionan influencias tan dispares como la literatura de Flann O’Brien o Audre Lorde, el cine de David Lynch, la pintura de L. S. Lowry, las bandas sonoras de Piero Umiliani o Alessandro Alessandroni y el jazz de Duke Ellington y Alice Coltrane. Menuda mezcla, ¿no?
Sí, lo de L.S. Lowry, por ejemplo, ocurrió a la hora de escribir “So Simpatico”: estaba en Granada, de hecho, nunca había estado antes en Andalucía, y me dio por leer a Lorca. Me alojé en una casa que resultó haber sido de una pintora llamada Maripi Morales, no sé si es muy conocida, creo que no porque cuando busqué información sobre ella en internet, no había mucha cosa. Me encantaron los cuadros suyos que había en la habitación donde dormí, y me recordaban mucho a los de L.S. Lowry, esos paisajes urbanos tan surreales. Y la idea de mezclar lo surreal con lo real, y con el mundo de los sueños, me atraía.
Has contado con David Wrench (Frank Ocean, The xx, FKA twigs) en la mezcla de las canciones. ¿Cuál ha sido su papel y por qué lo escogiste?
El disco ya estaba hecho cuando se lo pasamos, pero él hizo que sonara mejor de lo que yo hubiera podido hacer nunca. He hecho mis propias mezclas en el pasado, y creo que son buenas, pero esta vez algo me pedía que las hiciera otra persona, y soy muy fan de los discos que ha hecho David (Wrench) con Caribou y FKA twigs, y él hizo que la textura de las canciones floreciera, les dio un toque mágico.
“So Simpatico” es una canción sobre la devoción, explicas. ¿Qué clase de devoción? ¿Hacia quién?
Es algo flexible para mí. A veces puede ser devoción por una persona o por gente a la que quiero, y otras veces puede ser sobre mí mismo, sobre el intentar ser fiel a uno mismo en esta extraña era dominada por internet. Pone el foco en los aspectos devocionales de nuestras vidas en un mundo cada vez más secular y regido por la tecnología. Pero bueno, tan solo intenta ser una canción pegadiza (risas).
Por cierto, ¿tienen tus sueños, los de verdad, algún reflejo en estas canciones?
La verdad es que no me acuerdo de mis sueños, en absoluto (risas). Cuando era un crío sí que recuerdo estar soñando y darme cuenta de que estaba dentro de un sueño, sobre todo me pasaba mucho que volaba, y esa sensación de despertarme y decir, ¡guau, ha sido fantástico! Pero ya hace mucho que no me ocurre. La palabra “sueño” tiene para mí más un sentido de aspiración, como una esperanza, y “fiebre” puede ser delirio, es más una idea de delirio al que nos vemos sometidos por toda la información que recibimos a diario.
"Sí que puede haber en Irlanda unos referentes que han marcado a una generación entera, pero no es algo que se aprecie mucho desde la superficie".
En “Restless Endeavour” es en la que más se aprecia la influencia del jazz que comentaba antes.
Sí, totalmente. Cuando la compuse estaba escuchando al último Duke Ellington, a John Coltrane, a Alice Coltrane, a Pharoah Sanders, mucho de ese jazz espiritual, y también llevo un par de años aprendiendo a tocar la trompeta, y a probar con el saxo. Esa canción nació de una jam de quince minutos a la que le cortamos los primeros diez u once, de modo que lo que oyes en el disco es solo la última parte. Mola experimentar con esa clase de jazz.
¿Te gusta el disco que hizo Pharoah Sanders con Floating Points?
¡Me encanta! Es uno de mis discos favoritos de este año.
¿Escuchas mucha música actual?
Sí, escucho más música del pasado, hay más música antigua, claro, pero intento mantener los oídos alerta sobre lo que se hace ahora.
Más canciones: “Circles in the Firing Line” es una de las que más pueden descolocar al oyente en una primera escucha: empieza como una pieza de soul y termina con un sorprendente final de rock estridente.
Es una de las canciones más delirantes, en realidad trata sobre cómo nuestras mentes están siendo modificadas por el algoritmo digital, y necesitaba un final agresivo, como si el individuo se estuviera revolviendo contra todos esos cables que nos tienen conectados. Es una idea que he tratado de reflejar con un final agresivo y divertido. Pero intento no tomármelo demasiado en serio. Solo intento disfrutarlo.
El tema de la tecnología y la influencia que tiene en nuestras vidas no es nuevo, también se refleja en otros discos tuyos. ¿Te sientes cómodo manejándote en las redes sociales, por ejemplo?
Intento utilizarlas solo para promocionar mi música y abstenerme de entrar en ningún cruce de opiniones en twitter porque es algo que no ayuda a nada. No hay hueco para el debate ni para un cruce de pareceres articulado sobre nada. Creo que contribuyen al tribalismo, y eso es peligroso. Ahora mismo no me supone más que una herramienta para promocionar mi música.
La primera canción que diste a conocer, “The First Day”, fue inspirada en un festival al que fuiste en tu país, Irlanda, el Another Love Story, en el condado de Meath…
Sí, es un festival muy pequeño, con mucha dedicación, dirigido por gente que ama lo que hace. Estaba muy metido entonces en escuchar música electrónica, bailable, y tras asistir al festival le puse el título provisional de “Another Love Story”, pero durante el último año y medio, con todo lo que pasó, se convirtió en “The First Day”. Pero mantiene ese espíritu de celebración, cálido, acogedor, de abrazarse entre seres queridos, inspirado en aquel fin de semana.
¿Quién es la voz femenina de “Full Faith in Providence”?
Es Rachel Abel, una cantante irlandesa, no muy conocida. Creo que solo ha editado un single, pero es increíble, su voz y su creatividad son muy inspiradoras. Hablamos durante el confinamiento, nunca lo habíamos hecho antes, estuvimos intercambiando ideas por e-mail y la canción quedó increíblemente bien.
Siendo como eres, irlandés, te quiero preguntar si alguna vez te has visto en la misma liga que otros paisanos tuyos con carrera solista que también parten del folk, como Fionn Regan, Damien Rice o Glen Hansard. Cada uno tenéis vuestro estilo, por supuesto, pero ¿crees que hay una sensibilidad común?
No lo sé, puede que haya algo que inconscientemente nos una, pero no siento que estemos haciendo cosas necesariamente similares. Sí que puede haber en Irlanda unos referentes que han marcado a una generación entera, pero no es algo que se aprecie mucho desde la superficie.
¿Cuál es la banda que te va acompañar de gira próximamente? ¿La misma con la que has grabado el disco?
La misma excepto el batería, que ha estado tocando con nosotros durante los últimos dos años y es fantástico, pero se ha hecho terapeuta y tiene pacientes a quienes atender. Será suplido por otro que viene del mundo del jazz, tiene once años menos que yo, pero me tiene alucinado.
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