Naciste y creciste en Nevers (Francia), siendo hijo de inmigrantes españoles. ¿Cómo recuerdas tu infancia?
Nevers es un lugar que no tiene el encanto de las ciudades grandes… ni tampoco el de las pequeñas. Es esa mierda de 50.000 habitantes. No es suficiente gente para que haya muchas cosas, pero al mismo tiempo es demasiado como para que realmente sientas el campo. Es una de esas ciudades-nada. Yo a Neves le llamo Neverland. Es un lugar al que no me apetece demasiado volver. Crecí con un montón de inmigrantes españoles, viujunos socialistas y anarquistas que llegaron en la primera ola. Me sentía uno español más en un país de gabachos, pero luego te das cuenta de que no eres nada. Yo he llegado a un punto en el que me da igual.
¿Crees que ese hecho te ha podido influir para no llegar a sentirte de ninguna parte del todo?
Sí, pero es maravilloso. Yo conozco a inmigrantes que rechazan el país de sus padres y quieren integrarse del todo y a otros que rechazan el país en el que viven (de hecho en Francia es un problema muy frecuente) y se identifican con lo de fuera porque no se sienten valorados en su país. Y luego está la tercera opción, que es la menos popular pero es la que yo he adoptado, en la que no me emociona ninguna bandera. Eso te ayuda en muchas cosas. No me interesan los nacionalismos, y eso me vale para el español o para el catalán, por ejemplo. Estoy a favor de que cada uno haga lo que le salga de los huevos. El sentimiento nacional es algo totalmente inútil. No sirve para nada.
Estudiaste en el Conservatoire Libre du Cinéma Français de Paris. ¿Cómo llegas al mundo de la música?
Realmente yo empecé con el dibujo. Del dibujo pasé a la música y de la música al cine. Y después volví a la música. Pero también he dirigido videoclips. Está todo muy mezclado. No hay un momento en que algo empieza y otro acaba. Está todo relacionado.
En cualquier caso acabas trasladándote a Barcelona. ¿Buscabas reencontrarte con tus orígenes?
No, no tuvo nada que ver con un sentimiento nacional. Previamente viví en Sevilla, que es la ciudad de mi padre, y eso si tenía más que ver con una búsqueda de mis orígenes. Ahí fue cuando me di cuenta de que no era Español. Pero a Barcelona me fui por la canción de Rufus Wainwright. Recuerdo estar escuchándola en mi habitación y pensar que tenía que conocer esa ciudad, así que me fui allí. Y me quedé demasiado. Pensaba estar solamente un año, pero fui conociendo gente que me hizo que me quedara. No vives en lugares, vives en personas.
"El sentimiento nacional es algo totalmente inútil. No sirve para nada".
En Barcelona comienzas a tocar profesionalmente, formado parte de varias bandas del locales (Paul Is Dead, The Vertical Chamber). ¿Qué recuerdas de aquella época?
Con Paul Is Dead aprendí mucho sobre mí mismo. Yo no había tocado nunca antes en un escenario. En aquel momento tenía dificultades para protegerme, de saber hasta donde dar. Aún no sé si he aprendido del todo, pero en aquella época no tenía límite. Aprendí a relacionarme con la gente y aprendí también cómo era mi carácter, cuáles eran mis dificultades. Yo era el principal compositor y me costaba mucho dejar espacio a los demás, confiar en ellos. En The Vertical Chamber ya era un poco más abierto, aunque duró muy poco. Fue un intento de banda con gente que venía de Virüs. Estuve escuchando hace poco aquel LP que grabamos y casi me jodió. Me jodió que lo dejáramos tan pronto. Ni siquiera recuerdo por qué fue...
¿Es entonces cuando tomas la decisión de empezar a tocar en solitario?
Realmente nunca fue una decisión. Yo estaba aún tocando con The Vertical Chamber cuando llegó un productor (Carles Delgado, que después se convertirá en colega), y me propuso grabar algo sólo conmigo. De hecho mi primer disco se grabó cuando aún estaba en The Vertical Chamber. Me gustan esos discos, pero siento mucha distancia con ellos.
Con él trabajaste en "Rosebud" y "Solaris", posteriormente te trasladas a Madrid y comienzas a colaborar con Xisco Rojo. ¿Cómo entrasteis en contacto?
Es un poco raro. Nos conocíamos de hace tiempo a través de las redes, en las viejas épocas de MySpace. Da la casualidad de que él había grabado con uno de los músicos de Paul Is Dead. Nunca nos habíamos visto personalmente y nada más llegar a Madrid me lo encontré en el metro... esas conexiones que pasan a veces.
Juntos habéis grabado “Fidelio” (Autoeditado, 14) y “Tampopo”, aún pendiente de publicación. ¿Por qué?
Sentía cierta prisa por sacar “Goliath” y con “Tampopo” no me pasa lo mismo. Había una necesidad de hacer este disco y de sacarlo algo. Es un disco que tiene algo muy inmediato, incluso en la producción. Tiene ese sonido lo-fi muy íntimo… no podía esperar. “Tampopo” por el contrario sí puede esperar tranquilamente. Es una producción más delicada, quizás tiene algo puente entre “Fidelio” y “Goliath”, es un disco más desmembrado, más desarticulado. Pero tampoco habrá un mundo entre los dos discos, será una cosa muy lógica.
Ya en Madrid empiezas también a poner música a piezas de baile. ¿Qué te une o que te interesa de esta disciplina?
Tengo esa cosa de que si alguien me propone algo yo me lanzó a ello. Poliana Lima me propuso poner música para una pieza suya de 15 minutos y no me lo pensé dos veces. A partir de entonces no he parado de hacerlo. Estoy muy abierto al accidente. Eso es algo que también he aprendido mucho de la danza. En la danza siempre hay una puerta abierta a lo desconocido, a lo arriesgado. En la últimas piezas estoy trabajando con otros dos músicos, porque me apetece. El ping-pong creativo es maravilloso. Cuando abres la puerta a colaboraciones ajenas, surgen preguntas y respuestas muy interesantes.
Sin embargo en “Goliath” trabajas prácticamente sólo…
Al principio si hubo ideas externas, pero por lo radical del proyecto finalmente lo deseché todo. Podía haber sondado más limpio, pero decidí que fuera un experimento. En ocasiones es interesante limitarte. Te permite conocerte mucho a nivel creativo. ¿Qué soy capaz de hacer con lo que tengo aquí? Son pequeños retos que te hacen crecer como artista. Finalmente la única colaboración del disco es la presencia de Sergio Pueyo, que toca la pandereta en "Here Comes A Giant". Es un amigo que vive conmigo y me parecía bonito que estuviera. Y me parece muy bien que sea precisamente tocando la pandereta. No es un instrumento necesario y definitorio para la canción. Hacerle tocar la pandereta es una decisión de querer incluir expresamente.
De todos modos, según la nota de prensa, “Goliath” es también un proyecto de banda…
Lo es, por eso también había esa urgencia de publicarlo. Eso es lo que va a hacer comprender el proyecto totalmente. Hemos formado una banda, que también se llama Goliath, con la que voy a presentar el disco. Por eso en los carteles pone Goliath y no Vidal. La banda está compuesta por Javi Gorostiza (Persons, Fario...), Daniel Goldmann (Raisa) y Kiki Homma , bailarina y pianista con la que ya había trabajado antes. Ella fue bailaora, así que mezclamos taconeo con psicodelia. Es algo que queremos hacer crecer. En los conciertos habrá una dramaturgia en torno a un gigante que quiere arrasar nuestro pueblo.
"Cuando abres la puerta a la colaboración ajena surgen preguntas y respuestas muy interesantes".
¿Qué significa la idea de “Goliath” para ti ? ¿De dónde viene el título?
Mi nombre “institucional” es David. Vidal es un nombre que yo elegí. Goliath representa en cierto modo todo lo malo a lo que me enfrento. Pero ese reto no quiero considerarlo como algo negativo, sino como algo revelador de lo que eres. No sólo la definición de las cosas a las que te enfrentas dicen mucho de ti, sino también la forma en que te enfrentas a ellas. En este caso, ese “Goliath” son cuestiones relacionadas con mis sentimientos, pero podría ser cualquier otra cosa. Me di cuenta que al tiempo que me enfrentaba a situaciones difíciles también se me revelaban muchas cuestiones, algunas incluso positivas, sobre mí mismo. Es bonito celebrar el enemigo.
Podríamos decir que en este caso David, más que vencerle, asimila a Goliath...
Sí, sí. Totalmente. Yo soy también lo que se opone a mí. Soy David y soy Goliath. El hecho de elegir una palabra que de algún modo se relacionaba con mi nombre de “infancia” era una forma de reeinterpretarlo. El proceso ha sido muy similar al que hacía cuando grababa mis primeras maquetas en mi habitación, antes de adoptar el nombre de Vidal.
¿Lo definirías entonces como un disco conceptual?
Sí, pero todos mis discos lo son. Tengo la tendencia de trabajar sobre un tema que engloba todo el disco. He crecido escuchando mucho a Serge Gainsbourg en casa y el tema del disco conceptual es algo muy arraigado en mi. Me gusta el hecho de que sea como una película.
Precisamente, dos temas del disco, “Enter The Void” y “Arizona Dream”, tienen nombres de películas (de Gaspar Noé y Emir Kustirika, respectivamente)
Sí, para mi todo está relacionado. A veces cuando veo una película tengo ganas de pararla para ponerme a escribir música, quizás porque simplemente me sugiere cosas de mi mismo. Nunca consigo ver hasta el final del documental de Scorsese sobre Bob Dylan (“No Direction Home”) porque siempre me pasa cada vez que empiezo a verlo. Es algo que no estaba meditado, pero que también me ha pasado con estas películas. La creación desencadena otra creación. Hay una conexión casi inconsciente que encuentra una resonancia en el título.
Con frecuencia al hablar de tú música sueles hacer referencia a artistas de otros disciplinas (Nan Goldin, Jean Luc-Godard...) ¿Te gusta dejar claro como otros te influyen?
Es algo muy natural, lo que hago es reconocerlo. No tengo ningún inconveniente con eso. Lo de Nan Goldin viene porque estuve visitando una exposición suya en el MOMA de Nueva York y encontré que su trabajo tenía una resonancia en mi vida personal. Las creaciones ajenas me provocan creaciones propias. También hay nombres que son casi un adjetivo. Es el caso de Nan Goldin. Nombrarlo implica pensar en un decorado y en un color.
La canción “Lucifer Spell 5” por ejemplo, me remite claramente a “Las letanías de Satán” de Baudelaire…
Cuando tenía catorce años “Les fleurs du mal” se convirtió en una lectura recurrente. Me fascinaba esa visión de Satán en el Siglo XIX, totalmente prohibida en su época, claro. No soy especialmente un oscureta, es un ejercicio de estilo. De hecho en las letanías de Baudelaire, Lucifer aparece como un personaje casi luminoso. Un ser que se niega a ser inferior y no acepta el sometimiento. La imagen del ángel caído me parece preciosa porque representa la no aceptación de la autoridad.
De todos modos, otro de los temas del disco lleva el nombre de "Jesus"…
Sí, pero de una forma irónica. Es una metáfora airada, como decimos en Francia. Justo había cumplido 33 y quería utilizar el nombre de Jesús como metáfora de la superación, como una reflexión sobre mi propio viacrucis personal: el dolor, las pasiones…
"Me parece una violencia tremenda decirle a alguien “te quiero”"
En el disco se aprecia una visión muy tortuosa sobre las relaciones personales, que además va de un extremo a otro, de la idealización al descrédito más absoluto…
No sé si es para tanto (risas). Estoy en un momento de muchas reflexiones, me hago muchas preguntas sobre la posesión, sobre si el enamoramiento es una decisión como respuesta a la soledad… creo que es algo de lo que personalmente me he alejado, pero me asusto mucho cuando veo gente que no es capaz de disfrutar de la soledad. Creo incluso que no debería autorizarse a enamorarse a los que no hayan sido capaz de encontrarse bien por sí solos. Habría que prohibírselo a la gente. Por ellos y por las personas de las que se enamoran. A mi me parece una violencia tremenda decirle a alguien “te quiero” en lugar de “gracias por no dejarme solo”. Pero en mi caso concreto no sé si soy capaz de tener tanta distancia de mi mismo (risas). Me hago muchas preguntas sobre el hedonismo, por ejemplo en “Arizona Dream”.
En esa canción hablas sobre tu imposibilidad para dejarte llevar por el hedonismo ¿A qué crees que se debe?
Porque soy acido por naturaleza, es terrible. “Arizona Dream” también habla de una amiga de Arizona. Recuerdo conversaciones con ellas en las que me contaba historias sobre su vida.. es una persona muy... libertaria (risas). No podía evitar ver aquello con cierta distancia. Hay algo que me resulta ridículo sobre las personas que se reúnen para divertirse. Ahora, las cosas que surgen de una forma natural, sin preparaciones, me parecen fantásticas. Pero he tenido experiencias recientemente que me han hecho evolucionar y reflexionar de una forma un poco más profunda acerca de ese tipo de cuestiones. Me cuesta mucho liberarme de un sentimiento un poco viejuno. Soy un poco viejuno, a veces. Tengo algo de Richard Clayderman lo-fi, como dice Xisco (risas). Esa cosa a la vez azucarada y envenenada. Todo puedo llevarlo al extremo y a la vez todo me resulta un poco ridículo. Tengo un pie en cada cosa y no se bien donde estoy.
¿Consideras que esa fricción entre extremos es el motor de tu creatividad?
Sí, es posible. Pero yo creo que eso nos pasa a todos los que reflexionamos con un poco de distancia sobre lo que nos pasa, sobre nuestra vida amorosa…
Pese a lo mucho que te desnudas emocionalmente a lo largo del disco, la letra del último tema ("A Dreamcatcher") no la has escrito tú, sino Erin MacIndoe Sproule… ¿Cómo surge la idea de musicar una letra que no es tuya?
Bueno... (larga pausa). Como ocurre muchas veces con las ideas uno tiene sensación de que no provienen de uno mismo… otra vez es algo que proviene de la vida, los contactos… me resulta muy difícil contestar a eso... Básicamente estaba muy enamorado de una chica y decidí ponerle música a su letra (risas). Es la forma perfecta de cerrar el disco. Un cierre luminoso, sin amarguras, bonito. Al final eso es lo que me gustaría que quedase de “Goliath”.
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