“La delicadeza es un lugar desde el que siempre reivindico crear”
EntrevistasVerde Prato

“La delicadeza es un lugar desde el que siempre reivindico crear”

Jaione Dagdrømmer — 27-03-2025
Fotografía — Maria Muriedas

El proyecto Verde Prato, en esta nueva entrega, nos envuelve en unas melodías de ensueño, un hechizo tejido con dulzura y rebeldía.

"Bizitza Eztia" (La vida dulce) no es solo un título evocador, sino un manifiesto de contrastes: el placer de vivir, sí, pero también la lucha por merecerla. En cada nota, en cada verso, Ana Arsuaga despliega un universo donde la ternura no excluye la reivindicación, sino que la potencia.

"Bizitza Eztia" significa "la vida dulce", pero el disco tiene muchas capas, no es solo dulzura. ¿Qué idea querías transmitir con este título?
El nombre en un principio era un guiño a eso de la dolce vita italiana, porque lo grabe con Donato Dozzy en Roma. Pero veía también que el disco tenía un toque de dulzura, de placer, de paz… todo eso lo asociaba con una vida dulce, pero sin caer en la frivolidad, como se suele asociar el termino clásico. Lo asociaba más con una dulzura interior, pero al mismo tiempo, como dices, hay otros estados de animo en el disco, y en las letras, se escuchan reivindicaciones feministas y políticas para que todas tengamos esa vida dulce. En esas partes hay más oscuridad, enfado incluso.

Buscaste el contraste entre la música dulce y las letras reivindicativas…
Sí, busque ese concepto, pero apuntado a él desde diferentes direcciones: reivindicando ciertas ideas políticas para poder llegar a esa paz.

Canciones como Bihotz Iraultzaileak tienen un punto juguetón, pero también hay melancolía en otras partes del álbum. ¿Cómo encontraste ese equilibrio entre las reivindicaciones que comentas con la sensualidad y la inocencia que emana el disco?
En parte, ha sido sin querer. Son cosas que me atraviesan, salen solas a través de mi sensibilidad a la hora de hacer algo creativo. Hay cosas que siempre están conmigo. La delicadeza, por ejemplo, es un lugar desde el que siempre reivindico crear; y hablar, de ciertos temas más radicales, también desde ahí. Es igual de licito que otras formas, pero puede que se le haya dado poco lugar. Entonces, pues sí, hay una sensualidad, pero siempre intento que sea desde mi punto de vista, como sujeto, como persona, desde mi sensibilidad propia. El amor, la naturaleza… siempre están como temas generales en mis trabajos. La canción que mencionas, Bihotz Iraultzaileak, habla de reivindicaciones feministas y la letra es un poco agresiva; pero de pronto, con la mezcla de Donato, la hemos llevado a un lugar luminoso y alegre. Tiene algo de irónico la mezcla con la letra, esta hecho un poco con sorna —risas—.

¿Cómo dirías que te ha ayudado el feminismo a la hora de crear este proyecto? ¿Sería lo mismo Verde Prato sin el feminismo?
A mi el feminismo me ha ayudado tanto en la vida… y me sigue ayudando. Esta claro, que este proyecto tiene mucho que ver con esos aprendizajes a través del feminismo. Darme un valor a mi misma, darme una oportunidad y un espacio yo sola. Todo eso tiene mucho que ver con el feminismo. Es una manera de alejarme de tantas opiniones de músicos amigos, que sin querer y con la mejor intención, opinaban de lo que yo podría hacer o no… es una manera de alejarme de tanto control por parte de ellos. En escena también me ha ayudado a decidirme aparecer yo sola. Me ayudar a saber que quiero hacer, y luego, en la medida que puedo, a hacerlo.

“Este proyecto tiene mucho que ver con esos aprendizajes a través del feminismo. Darme un valor a mi misma, darme una oportunidad y un espacio yo sola”

En este disco sigues alternando el euskera y el castellano. ¿Cómo decides en qué idioma cantas cada canción? ¿Lo dicta la emoción, la sonoridad, el contenido?
Es un poco intuitivo. En general sí que me sale el euskera y apuesto por escribir en euskera. Pero es verdad que, a veces, no consigo resolverlo, como pueden ser en un par de reguetones que puedo tener. Ahí no lo veo o no lo consigo. Y luego, si una letra se me ocurre muy claramente en castellano y me ha gustado como la he sacado, ya tiene que ser así. Son las que menos, pero para Niña Soñando o Un Sol Claro tenían que ser así. Pero en general, se me hacer más fácil ser creativa en euskera.

Desde que sacaste "Kondaira Eder Hura", ¿qué evolución notas en tu sonido y en tu forma de componer?
Noto que voy aprendiendo más cosas. Las canciones tienen más capas, es todo más complejo, aunque siga apostando por la sencillez o por lo minimal, en ciertos aspectos. Pero se podría decir que, musicalmente, sí hay más complejidad. Y también veo que ha cogido un camino emocionalmente menos trágico, el proyecto es más luminoso ahora.

¿Cómo fue la experiencia de grabar en Roma con Donato Dozzy? ¿Qué aportó su visión electrónica a tu universo musical?
Él también le ha dado más complejidad, esta más producido todo. Fue como un sueño. Yo me levantaba allí y decía: “Como que estoy en Roma” —risas—. La verdad que fue una pasada y super bonito.

¿Cómo fue el proceso de trabajar juntos? ¿Hubo improvisación o todo estaba muy pensado de antemano?
Nos conocimos porque el seguía mi música desde el principio y conecto conmigo. Me compro también algún cuadro, porque también pinto. Solía estar muy pendiente, teníamos una relación virtual. Obviamente, como me encanta su música, para mí era una locura que a él le gustase lo que hacía. Él estaba muy convencido y pidió que le telonease en Londres a un grupo suyo llamado Voices from the lake. Por eso, nos pudimos conocer allí. En Londres hablamos de hacer algo juntos, hacer alguna colaboración. Empezamos a pasarnos música y cada uno metíamos cosas a las canciones del otro. En un momento dado dijimos: “¿Y si hacemos un álbum?”. Y así fue. Todas las voces las grabe en Roma, lo definitivo lo hicimos allí, pero teníamos los esqueletos montados de antemano.

Has mencionado tu faceta de pintora. ¿Si tuvieras que pintar tu último disco, que crearías?
Pues la verdad, pintando siempre he perseguido ese concepto de la vida dulce —risas—. Busco cosas que me atraen muchísimo, cosas o personas que quiero mucho, que me transmitan esa paz, tanto en paisajes, bodegones o retratos, siempre busco una belleza total.

El disco Bizitza Eztia tiene un aura de ensoñación, casi como un cuento de hadas contemporáneo. ¿De dónde sacaste la inspiración para las letras y el sonido?
En general, por mi propio camino, estaba yendo cada vez a cosas más luminosas. Es verdad que el EP con Bronquio (Erromantizismoa, 2024) no es así, es más duro, pero tiene mucho que ver con Bronquio. Su producción es muy radical y tiene mucha personalidad. Ahí saque mi lado más oscuro, más cañero. Pero con Donato yo le pasaba cosas que yo misma estaba ya en ellas sola: unas voces, unas frases… y él llevaba el sonido a algo hipnótico, porque mete muchos loops. La producción es mucho trance, es dulce, cálida… todo iba en ese tono. Aunque la canción Ez dut behar no es así, —es cañera y oscura—, pero en general, sí que tiene ese toque y creo que ha sido una adaptación el uno al otro.

¿Hay alguna canción de este disco que haya sido más difícil de escribir?
Siempre hay cosas que se te atascan. Lo que me pasaba es que grababa una voz y Donato me decía: “Ah, ¡genial!” y yo en plan: “No, no” —risas—. Y claro, todo en ingles y no teniendo mogollón de confianza, me daba mucho palo. Pero al día siguiente volvía y le decía: “Perdona Donato, pero necesito repetirlo cien veces más” y él lo entendía —risas—. Chocamos en las maneras de trabajar y ver las cosas. Solita por ejemplo, iba a ser un pedazo de reguetón pero él hizo algo menos reguetonero, aunque se ve el deje. Pero es otro ritmo, otra cosa.

Tu música siempre juega con la tradición y la modernidad. ¿Te sientes parte de una nueva ola de artistas que están reinterpretando el folklore desde una perspectiva contemporánea?
No, siento el síndrome de la impostora. Porque yo lo único que puedo coger del folklore es inspiraciones de voz o tipo de melodía en alguna canción, pero no utilizo instrumentos típicos tradicionales vascos. Lo que yo puedo inspirarme es algo más abstracto, pero también me inspiro en el reguetón o en el post-punk o en diferentes cosas de la música electrónica. No lo veo tan evidente, por lo que me da un poco de palo, porque hay gente haciendo cosas mucho más cercanas y con una intención de hace un folklore contemporáneo de sus tierras.

Tus conciertos son experiencias muy hipnóticas, casi ceremoniales. ¿Cómo te preparas para conectar con el público en ese nivel?
Es algo que voy midiendo. Según el concierto es muy diferente, según el ambiente… si están sentados en un teatro, no puedo esperar un feedback increíble. Empece sintiéndome muy intimidada, muy asustada cada vez que salía sola a escena, pero es interesante ver que se puede generar algo muy potente, que ademas es colectivo. Si la gente esta prestando atención, moviéndose junto a las canciones, es algo precioso, pero también muy exigente. Al final, la gente esta atendiendo a una sola persona, con la delicadeza que suponen a veces mis canciones, con sus silencios… Mi sensación, en general, es muy buena. Ha sido todo un proceso para mi. Aunque suene cursi decirlo, es casi como algo espiritual, una experiencia como muy de tribu, de conectar muy profundamente con la gente. Es algo muy bonito.

¿Te sientes más expuesta en el escenario o es un espacio de liberación para ti?
Es raro. Me siento expuesta, porque siento que encima de un escenario soy yo de una manera supera cruda, como son mis canciones. Lo doy todo de mí: mi intimidad, mi manera de ser más profunda. En ese sentido, es mucha exposición, pero a la vez, siento una seguridad en el trabajo que ya esta hecho. Yo simplemente estoy enseñando para el que quiera. El que no quiera, se ira. En ese sentido, me ha ayudado mucho el escenario, a la hora de coger confianza en el trabajo que esta hecho, ya para siempre, pase lo que pase. Lo vivo muy al límite, es una experiencia intensa. Eso es muy bonito, duro también a veces, pero bonito.

¿En que sentido es duro?
Por un lado, por todo lo que esta detrás de la bambalinas, por lo literal. Es super duro ir sola con todos los trastos. Luego esta la presión, los nervios, de que no puede salir nada mal, ya que tengo toda la responsabilidad… pero sobretodo diría que por la la precariedad. Pero claro, luego cuando sales y es mucho nivel de adrenalina —risas—.

En este disco, con una producción más electrónica, ¿cómo ha cambiado tu forma de llevarlo al directo? ¿Hay más instrumentación o seguirás apostando por la voz y los loops como protagonistas?
Sí, es verdad, que ahora meto una guitarra. La ultima canción Bizitza Eztia la compuse con la guitarra, estoy aprendiendo. Tengo algún cacharro electrónico más también, pequeños cambios instrumentales. Pero el concepto de estar yo sola se mantiene, todavía quiero que dure eso.

Si miras atrás, cuando empezaste con Verde Prato, ¿qué le dirías a esa Ana que estaba empezando a crear su propio universo musical?
Me emociono —risas—. No lo se, porque a mí lo que me encantaría es que me viniese la Ana del futuro a decir algo —risas—.

¿Qué te gustaría que te dijera la Ana del futuro?
A ver si merece, si a la larga sigue mereciendo… por donde ir también. Es jodido, es un modo de vida muy fuerte y depende mucho de hasta donde llegen tus privilegios, porque esta claro que algunos tienes, porque si no en la musica no puedes estar. Pero al mismo tiempo, hay que currar en mil cosas y todo esto quema muchísimo. A la Ana del principio le diría que sí que ha merecido la pena hasta el momento.

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