El quinto álbum de Vampire Weekend, “Only God Was Above Us”, muestra a la banda estadounidense más aventurada y experimental que nunca, pasando de las guitarras a los arreglos de cuerda exuberantes o la psicodelia frondosa, con la imaginación al poder y los códigos culturales de la Nueva York de la segunda mitad del siglo XX como coartada argumental. Son los mismos de siempre, pero con un traje renovado. Ha valido la pena esperar cinco años por “Only God Was Above Us”. Hablo de todo esto, a través de la pantalla del PC, con Ezra Koenig, el vocalista, guitarrista y compositor principal del trío que completan el bajista Chris Baio y el batería Chris Tomson.
Da la sensación de que os lo habéis pasado muy bien en el estudio. Con afán recreativo, probando cosas nuevas, explotando texturas. ¿Fue así?
Nuestra ambición era hacer que el disco sonara lo más duro posible. Bueno, en realidad lo de “duro” puede significar cualquier cosa. Es un poco hard rock, por un lado, porque es nuestro trabajo más ruidoso, con mucha distorsión. Pero también suena duro en las canciones más tranquilas, que muestran como una resistencia especial. Sí, fue divertido. Por mucho que Vampire Weekend siempre haya sido calificada como una banda indie o alternativa, nunca nos habíamos molestado mucho en explorar la distorsión y el feedback. Y al fin y al cabo es un tipo de música con el que hemos crecido. Era un mundo nuevo al que queríamos que nuestro sonido se aproximase.
Empezasteis a trabajar en él en 2019, hace cinco años. Es mucho tiempo. ¿No teníais miedo de que quizá haya ideas de entonces con las que cueste reconectar mentalmente, tras tanto tiempo, y que eso redundase en falta de cohesión?
Es verdad que empezamos hace cinco años, pero si nos comparamos con otra gente, te puedo decir que en realidad no trabajamos tanto [risas]. Conforme me hago mayor, cobra cada vez más importancia para mí la idea de no estar todo el tiempo trabajando. En los últimos años mi familia ha estado fuera por trabajo durante algunas temporadas: mi mujer encontró un puesto en Inglaterra durante seis meses, al año siguiente estuvo otros seis meses en Japón, y eso me ha hecho mudarme con ellos. Ariel [Rechtshaid], nuestro productor, con quien hemos trabajado estrechamente, vino a vernos, y también tuvimos ocasión de juntarnos en Londres y en Tokio, pero igualmente iba a estar seis meses sin viajar, así que hemos estado mucho tiempo alejados unos de otros. Yo tomé la decisión de no trabajar durante esos periodos. A veces escuchaba las maquetas, y poco más. Esos descansos largos nos vinieron muy bien para volver luego con las ideas frescas.
"Escucho música todo el tiempo y es obvio que siempre van a surgir nuevos talentos, pero ya no tengo esa sensación de que haya un epicentro físico"
Casi todas las canciones tratan sobre asuntos y acontecimientos del siglo XX. Estaba pensando que tú tenías dieciséis años en el 2000, has vivido más tiempo ya en este siglo que en el anterior. ¿Qué es lo que os resulta tan atractivo de aquel tiempo? ¿Encontráis el presente poco inspirador?
Bueno, creo que lo que dije para la promoción del disco se centraba específicamente en el siglo XX neoyorquino. Es importante trazar esa distinción, porque cuando hablas sobre un lugar tienes la opción de centrarte en lo que ocurre ahora o en su historia, y yo siempre he sentido una conexión familiar con la Nueva York del siglo XX, no ya solo porque haya nacido allí durante aquel tiempo, sino porque hay un montón de lugares que ya no existen, y que mi familia frecuentaba cuando llegó aquí como emigrante. Me interesa mucho la cultura de la Nueva York que conocieron mis padres y mis abuelos. A cualquiera le interesa la cultura de su país, y Nueva York es tan grande como un país entero. Es interesante la distinción que has trazado entre el siglo XX y el XXI, y aunque creo que este es extremadamente distinto en cuanto al uso que hacemos de la tecnología, lo que en realidad alimenta esa tecnología son ideas del siglo XX. Resulta una mezcla interesante. “Capricorn” es una canción que trata sobre esa generación que está entre ambos siglos, y el estribillo termina con una frase que dice “pasando a través de los siglos desde momentos propios”, y después de escribirla pensé que retrataba muy bien ese tránsito. Hay ideas del siglo XX que se replican a sí mismas, una y otra vez. El siglo XX sigue siendo el centro de gravedad para muchas cosas.
De hecho, sigue siendo una fuente inagotable de ideas. Me ha sorprendido que en “Mary Boon” hay un par de fragmentos que replican el clásico ritmo de la música de baile británica de finales de los ochenta y primeros noventa, cosas del estilo de Soul II Soul.
¡Es que es un sampler de Soul II Soul! Y tanto que es una fuente de inspiración. Cuando escogimos ese sampler, pensábamos en algo un poco más oscuro, pensé que lo de Soul II Soul era demasiado obvio, pero luego me di cuenta de lo bien que ancla la canción a algo familiar, y eso me gusta. A Ariel le gustaba. A mí no me convencía tanto al principio, pensaba eso de “¿podríamos intentar recrear ese sonido a nuestra manera?”, pero cuanto más lo escuchaba, más me convencía de que debía sonar así, en su forma original. Sobre todo en una canción como esa, que tiene momentos orquestales muy locos con un gran coro. El sampler te reconduce luego a una sonoridad familiar. Es importante, probablemente en la mayoría de música y seguramente en cualquier clase de arte, incorporar ideas nuevas pero al mismo tiempo tener un pie en lo familiar: ese es nuestro desafío.
En ese sentido, me da la impresión de que no os pesa la presión sobre lo que la gente espera de vosotros, pese a que desde un principio habéis tenido el gran foco de los medios muy cerca.
Te mentiría si te dijera que eso no me preocupaba cuando tenía veintitantos años. Quería tener éxito, por supuesto, y me ponía nervioso la posibilidad de no tener futuro como músico, así que claro que nos preocupaba la respuesta de la gente, pero creo que ya somos demasiado mayores como para aferrarnos a eso. La misma ansiedad que te ayuda y te motiva cuando eres joven te puede destruir cuando te haces mayor. Es algo que he visto en otras personas. Les ocurre a muchos artistas. A todo el mundo le puede ocurrir. Si me centrara en cómo la gente va a recibir este disco, no me ayudaría. Estamos inmersos en nuestro propio viaje, y tengo fe en que si hay calidad en la escritura de canciones y en la producción, y ambas responden a nuestros estándares habituales, parte de nuestro público seguirá disfrutando. Si la cultura pop es un lenguaje, claro que voy a poder hablarlo como cuando tenía poco más de veinte años. Así que para nosotros es momento de mirar en otras direcciones.
Hay unas cuantas canciones que apelan al rol de los medios de comunicación en el siglo XX: “Prep-school gangsters” es un titular de los primeros ochenta en torno a aquella escena neoyorquina en la que germinó el hip hop, “Pravda” fue el periódico del partido comunista ruso y el propio título del disco proviene de un titular escrito tras un suceso en el que a un avión comercial se le soltó la parte de arriba del fuselaje en pleno vuelo. ¿Hay algo de reivindicación de su papel frente a las fake news y a las distorsiones de las redes sociales hoy en día?
Es interesante, porque no uní mentalmente esas ideas. Incluso hay otra canción, que finalmente no entró en el disco y probablemente publiquemos más adelante, que tiene más referencias a periódicos [risas], porque menciona al Village Voice y al New York Times. Como dices, hay muchas referencias a periódicos de la época y a los medios en general. No he tenido tiempo de pensar por qué todas esas imágenes se han juntado en el disco. No sabría decirte si los medios son ahora más o menos fiables que antes, es complicado discernirlo. No creo que yo vaya a aportar nada nuevo al respecto. ¿Pero se siente la gente ahora más decepcionada y confundida con el paisaje informativo? Sí, sin duda. Puede que haya gente que eche la vista atrás y diga que los periódicos del siglo XX también estaban mintiendo todo el rato, y podría ser cierto. No lo sé. Pero en términos de emociones y sentimientos, y de cómo afectan al bienestar de la gente, seguro que ahora es peor. Nunca en mi vida he escuchado a tanta gente quejarse de la desinformación. Pensándolo así, sí que es una de las temáticas del disco: gente sintiéndose perdida, confundida y decepcionada, tratando de dar con algo a lo que aferrarse. Los flujos informativos de ahora son efímeros, y la música es algo que te conecta con algo mucho más grande.
¿Cómo ves el paisaje musical ahora en Nueva York? Siempre fue una de las capitales, junto con Londres, del rock mundial, un motor de vanguardia.
No tiene la relevancia de antaño, eso está claro, porque hoy en día hay artistas saliendo de cualquier lado. En ese sentido, creo que las clásicas ciudades musicales no juegan el mismo papel que antes. La verdad es que también me siento un poco desconectado. Escucho música todo el tiempo y es obvio que siempre van a surgir nuevos talentos, pero ya no tengo esa sensación de que haya un epicentro físico. En este disco casi todas las influencias que hemos barajado son antiguas. Aunque, curiosamente, la primera banda en la que pensé es en LA LOM, que son de ahora, forman parte de la Los Angeles League Of Musicians, y les pedimos que nos telonearan: es instrumental y beben del surf y de la música mexicana, de cosas del pasado, me encanta el sonido de sus guitarras.
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