Tomando el nombre del más llamativo personaje de la popular, celebérrima y sobrevalorada novela “Rayuela” (una obra que hizo muchísimo daño a su creador, Julio Cortázar, por otra parte excelente escritor de cuentos), Maga es un trío sevillano capitaneado por Miguel Rivera, músico obstinado y brillante que tras una carrera errática (lideró Long Spiral Dreamin´ o Strange Fruit) finalmente ha acertado plenamente con la publicación del excelente “Maga” (Limbo Starr, 02).
“No nos queríamos escudar en el inglés. Queríamos contar nuestros secretos a través de metáforas abiertas” |
“Sería un poco maquiavélico pensar que todo está planeado. El mundo de Maga evolucionó a partir de querer crear algo personal pero dejándole un gran margen al azar, como Oliveira y la Maga. Se fue construyendo a partir de un personaje que nos abrió los ojos a otra manera de expresarse, trivial y profunda, y todo se fue adaptando de manera natural”. Cuaderno de un viaje que parte y que culmina, (como lo hace la vida) en una cama; crónica esperanzada sobre la soledad (todos los personajes que recorren “Maga” son solitarios incurables en busca de remedio); los textos de Maga (impecablemente escritos en español) recrean, mediante metáforas inéditas, audaces, deslumbrantes, una atmósfera fantástica, inexistente. Una atmósfera que, al contrario que muchos compañeros generacionales, es límpida, cristalina, llena de luz. “Maga es más personal. No nos queríamos escudar en el inglés. Queríamos contar nuestros secretos a través de metáforas abiertas. Necesitábamos que nuestros pensamientos y sentimientos se convirtieran en parte de ese mundo. El único referente es la propia figura de la Maga que es además el único posible enlace entre las canciones. Hablamos mucho de ella casi sin darnos cuenta”. Apenas nombrada pero omnipresente, protagonista por tanto de cada uno de los cuentos del disco, la Maga contribuye a dar cuerpo a unas canciones, ante todo, hermosísimas. Tensas, emocionantes (la inquietud terrorífica, de fantasmagoría de “Dormido”); abiertamente trágicas (la incógnita sin desvelar de “Piedraluna”, una de mis favoritas; el secreto escondido en una almohada de “Como nubes a mi té”) o simplemente deslumbrantes (el verano dejado atrás de “Agosto esquimal”, el engañoso optimismo de “Primer vuelo”), historias que quedan exactamente divididas por dos interludios (que toman sus nombres de otra novela, en este caso la demoledora “1984” de Orwell) y que reafirman la idea del disco como huida, como viaje irrealizable por un mundo insólito que nace en una cama. “Esos temas están en el disco como nexo entre las partes. Al mismo tiempo que recuerdan a las anteriores te separan los distintos estados del disco. Además no se lo digas a nadie. .. pero hipnotizan”.
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