Para Juan Gutiérrez (guitarra), una de las ideas que sustenta la música de este disco es “la decadencia humana”. Aunque este no sea un disco conceptual como lo fue su debut “Ocho” (2014), “donde separamos las canciones en cortes por no hacer un único tema de 30 minutos”, sí que ven cierta unidad en su trasfondo. “El nuevo disco empieza con un speech de la serie Utopia, O “Tierra quemada”… quemar lo de todos en una triste tradición implantada y consentida durante muchos años en Cantabria”.
Definen el sonido de este disco como “música instrumental. Estamos próximos al post metal o al post rock, aunque por otro lado de post tampoco tiene mucho. No es pesado, no va tan cargado: va más ligero que el post metal”. En cualquier caso, sí que consideran que el modo de componer en Medussa es muy distinto al que han empleado en otros proyectos en los que han participado. Fernando Navarro (guitarra y también componente de Noesis y Crystal Moors) comenta que “a partir de que quitas la voz, el concepto ya es otra historia. Tienes que cubrir otros espacios con música. Por otro lado, ser bueno en esta música necesita de ensayo y de que interiorices lo que estás haciendo, para que hagas crecer o bajes el sonido en relación con lo que tienes al lado”. También aprecian grandes diferencias entre el sonido del primer disco y el de “100 millones de años”; según Juan, “hemos dado a la música una distorsión que no tenía. El otro era entero acústico, no terminaba de explotar. Este tiene mas dinámica, y el otro es más lineal”.
No dudan en relacionar la evolución de su sonido con los cambios que se han vivido en el seno de la banda. El caso es que Medussa arrancó en 2012 (cuando se preguna a Juan sobre cómo empezó todo, cuenta que “en grupos como Burning Cuchillo o Vergamönt siempre he cantado, y pero llegó un momento en el que me apetecía aprender a tocar un instrumento y también probar otras cosas que respondan a otras inquietudes”); pero tras la grabación del primer disco se sucedieron las entradas y salidas en la formación, que acabaron por convertir el trío inicial (en el que ya estaba presente el actual batería, Javier Arias) en un cuarteto que se completa con la presencia de Pablo Vázquez (bajo). Al comparar los dos discos, Juan señala que “se trata de dos visiones completamente diferentes, porque cada uno interpreta la música de una manera completamente diferente. En este grupo es básico que cada uno sea él mismo. Yo compongo estructuras con estos deditos de mierda, y luego los demás hacen una su interpretación”. De hecho, comentan que de cara al directo han tenido que reconstruir las canciones de su primer álbum, con lo que, comenta Fernando, “las hemos alargado, las hemos dado mayor cambio de dinámica…”.
Con todo, ven que la formación se encuentra bien asentada ya que, como comenta Juan, “en poco tiempo hemos hecho muchas cosas y estamos contentos con cómo funciona todo. Los cuatro estamos tirando hacia adelante, y estamos muy motivados con el proyecto. Hacemos una buena pareja de cuatro”.
Por ello, no es de extrañar que cuenten con varias líneas de trabajo abiertas de cara al futuro. Casi agotada la primera tirada de CDs de “100 millones de años”, les gustaría reeditarlo en vinilo, aunque reconocen que será complicado: “está jodida la cosa para encontrar un trabajo, ¡no lo va a estar para que te saquen un disco!”. En el ámbito de lo estrictamente musical se inclinan por seguir explorando otros territorios: “nos gustaría hacer otras cosas, que no tienen por qué ser instrumentales. Igual sí o igual no, lo que nos apetezca. Esto es puro onanismo: satisfacerte a ti mismo todo el rato”. Aunque la cita más inmediata en su agenda es un proyecto titulado Allende, que presentarán en directo el 21 de mayo, y en el que colaborarán en directo con la compañía de danza contemporánea Mymadder.
El 2016 viene bien cargado de deberes para Medussa. Si se aplican, seguro que terminan el curso con buena nota.
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