Turismo de interior
DiscosSibyl Vane

Turismo de interior

1 / 10
Redacción — 17-11-2006
Género — Rock
Fotografía — Archivo

Dos años han tardado Sibyl Vane en armar la continuación del chispeante “Mermelada de tomate”, disco oasis de 2004 al que era obligatorio recurrir para mantener la fe en el indie pop patrio.

Dos años en los que no han parado de tocar, de ver mundo, de enamorarse, de desenamorarse, y durante los que han perdido esa inocencia que marcaba sus inicios. Todas esas vivencias se han visto plasmadas en “Turismo de interior”, un disco oscuro, descreído, mucho más crudo, donde ya no sólo acarician, sino que también arañan a conciencia. Ahora suenan más fieras, más rock (sin perder nada de la frescura y gancho original), gracias en parte a la acertada producción de Santi García, con la intención de hacer más ruido, de plantarse y gritar todo aquello que les dé la gana. La mayoría de sus canciones son pequeños ajustes de cuentas a los que únicamente falta poner nombre y apellido (ahí quedan “Mientras dura”, “Perdiendo el tiempo”, “Fracciones y fricciones” o “Bahamas), y sus sencillas metáforas sobre las cuestiones afectivas funcionan a la perfección (el título del disco es más que revelador). Sólo en dos momentos “Madre soltera” (un hit nuevaloero cargado de mala leche) y “Te voy a matar” (en la que juegan a ser unos Pixies de instituto) rebajan el nivel de bilis. Eso sí, ¿sin quererlo?, resultan más ácidas que nunca.

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TURISMO DE INTERIOR
EntrevistasEl Hombre Burbuja

TURISMO DE INTERIOR

Rafa Angulo — 08-03-2002
Fotografía — Archivo

CON LA SUAVIDAD CON LA QUE LO HARÍA UNA POMPA DE JABÓN, “LA PAZ ESTÁ EN LAS MATEMÁTICAS” (EVERLASTING RECORDS, 02), EL TERCER LARGO DE EL HOMBRE BURBUJA SE POSA SOBRE MI LECTOR DE COMPACTOS. NO, NO HA SALTADO POR ERROR HASTA LA QUINTA O SEXTA CANCIÓN; “SOLO UNA PARTE”, EL TEMA QUE ABRE EL DISCO, AVISA -TODO UN DETALLE- DE QUE LO QUE VIENE DESPUÉS NO PUEDE SITUARSE MÁS LEJOS DE LAS ALEGRES MELODÍAS QUE PODÍAMOS DESCUBRIR EN SUS ANTERIORES TRABAJOS. EL DISCO COMIENZA, CASI COMO TERMINABA SU PREDECESOR.

Si ser “objetivo” significa no tener en cuenta los pensamientos o consideraciones propias a la hora de hablar de algo, la cosa se puede complicar sobremanera al encarar una entrevista con Jul de la Rosa, voz y guitarra de EHB. Me explico, si obvio el hecho de la intoxicación sufrida tras la escucha repetida del último trabajo de la banda, un disco que hace honor, más que nunca, al nombre del grupo, estaríamos perdiendo el tiempo los tres: creador, lector y entrevistador. Y es que este pedazo de plástico que suena mientras escribo, es portador de un virus al que, ni siquiera a golpe de duras imágenes de telediario, se ha podido erradicar, se le llama emoción. Si bien, en “Nadando a crol” (RFTOS/Everlasting, 00), se intuía la enorme capacidad infecciosa de EHB en temas como “Trece” o “Sobras”, es en “La paz está en las matemáticas”, y en maravillas como “Solo una parte”, “Pingüinos y Koalas”, o “Siempre hay algo más”, donde la descarga de emociones, llegadas desde lo más hondo, alcanza uno de los puntos más intensos e íntimos de la producción musical disfrutada en los últimos tiempos.

“Es una barbaridad que la sociedad funcione haciendo levantar a la gente de noche para ir a trabajar. Hago lo que puedo para no participar de eso. Y sí, en general la gente no me gusta”

El precio pagado por EHB para llegar a entregar algo así ha sido caro. “Supongo que este es el disco de la decepción. Han pasado muchas cosas desde que grabamos ´Nadando a crol´. Relaciones que se rompen, relaciones que no cuajan, expectativas musicales insatisfechas, problemas de dinero, amigos y amigas que decepcionan, engaños, perdidas de control, mucha carretera, resaca generalizada. Y cuando te decepcionas a ti mismo, cuando te invade el sentimiento de culpa, la cosa se agrava. Surgen las dudas, surge la necesidad de cambio. No tenía ningún interés en esconder mis miedos, mis fracasos, mis fobias, así que ahí están. Necesitaba un exorcismo”. Como decía Robert Smith, no hay nada como hablar de lo más triste de uno mismo para lograr las canciones más dulces, cuanta razón. La amabilidad con la que se ha tratado a los instrumentos en este disco sorprende, sobre todo a aquel que haya disfrutado del directo de EHB, tanto como el castigo al que se llega a someter en algunos temas a la batería o a la guitarra. El hilo conductor del último trabajo es la limpieza, que no ñoñería, en los sonidos y en las voces. Aquí no se canta entre dientes, se grita, sí, pero en un segundo plano que casi no rompe con la tranquilidad de las canciones. “Queríamos hacer un disco transparente, sin aspavientos, dejando respirar más que nunca a los instrumentos y a las voces. Si el disco es lento es porque las canciones pedían parsimonia, y las canciones son las que mandan, así que no podíamos más que dejarnos llevar. Antón sabe cómo hacer sufrir a los parches, pero también tiene una sensibilidad desbordante, sabe acariciar, de hecho la mayoría de la música que oye en casa es a menudo bastante tranquilita.

“Me gusta que el disco tenga una duración capicúa. Dura 62 minutos y 26 segundos y sale en 2002. El título habla de matemáticas, todo muy Paul Auster”

Mi horóscopo es Leo, el suyo Sagitario, y al ir oyendo los temas que llevaba al local rápidamente comprendió que no me apetecía rugir mucho. Con Mariano la cosa ha sido increíble. Si las canciones funcionan es porque él es el motor. Siempre da en el clavo, y más allá, donde parece que no hay clavo, él golpea y aparece uno. Sergio en este disco se ha mantenido un poco más al margen, estaba en otras cosas, poner de acuerdo a cuatro personas cada uno con su vida es complicado, aunque su estar ahí siempre se ha agradecido mucho”. Ya sea por armonía astral, o por conjuras numerológicas, el tercer disco de EHB se revela como el más cercano al concepto que el grupo tiene de sí mismo. El sonido conseguido es el que la banda lleva buscando desde que editasen en el 99 su primer y homónimo álbum, un disco aquel que sonaba distante de la burbuja sonora que habían creado en aquellas primeras maquetas grabadas hace ya seis años. “Me gusta especialmente el hecho de que tenga una duración capicúa. Dura sesenta y dos minutos y veintiséis segundos, y sale en el 2.002, año capicúa. El título habla de matemáticas, todo muy Paul Auster. Y el loop de Lemon Jelly que pillamos para ´Aloha Dai´ se repite sesenta y nueve veces, un número precioso, y no solo por su connotación sexual. Y antes de ´Siempre hay algo más´, una canción de cerca de diez minutos, metimos no-intencionadamente esa frase de una película que dice ´muy bien chicas, diez minutos´. Nos dimos cuenta luego. Incluso hay un tema que se llama el mundo en números”. Al hilo de la columna de opinión que aparecía en el anterior número de esta publicación, reconforta saber que uno todavía conserva esa capacidad de sorprenderse de este modo. Pero pasando al plano humano de la creación de un disco, las condiciones en las que ha sido grabado, seguramente habrán tenido algo que ver a la hora de haber registrado el mejor trabajo de la banda. Metáfora o no, escuchando el octavo corte del disco, “Actividad”, Jul hace toda una declaración de principios –nadie mejor que yo para saber qué tecla hay que tocar...-. “Puesto que el disco es bastante introspectivo, lo que apetecía en todos los sentidos era recogimiento, nada de un gran despliegue, no era necesario amargarle una grabación a desconocidos. Lo podíamos hacer bastante bien en casa. He aprendido lo suficiente como para autoproducirme un disco, de hecho siempre fue así, aunque hubiese algún experto tras la mesa. Nadie mejor que yo para saber como quiero sonar. Necesitaba recuperar el control. Todo ha sido una especie de regresión, emocional, material, geográfica. Mis hermanos tienen un estudio y se han hecho con un buen equipo”. Es maravillosamente contradictorio esto de la música, aunque podríamos hacerlo extensivo al arte en todas sus manifestaciones. Resulta que hablas con alguien cuyo deseo es, por el momento, desconectar de todo, sea por el motivo que sea y al contrario de lo que suele pasarle al resto, esta cerrazón da a luz una criatura que es cien por cien comunicativa. Es el caso de este disco, en el que cada frase es toda una charla sobre la condición humana. “Es una auténtica barbaridad que la sociedad funcione haciendo a la gente levantarse de noche para ir a trabajar. Hago todo lo que puedo para no participar de eso. Y si, bueno, en general la gente no me gusta. Las personas se refugian en la masa, en el grupo, renuncian a sí mismas y es muy difícil comunicarse. Así que si tienes algo que decirme, dilo, y si no pasa de largo, no pasa nada. Necesito de los demás, mucho, sino no haría canciones, pero si la gente no responde acabas prefiriendo estar al margen, unas vacaciones hacia dentro siempre sientan bien”. Eso es, unas vacaciones, que no significa que EHB deje de producir temas de talante menos desasosegado. Porque incluso habiendo firmado una gran obra, la rabia que destilaba, por ejemplo, un tema como “Rey Mugre”, se echa de menos. “Son fases, nadie cambia nunca. Simplemente se circula, vivir es como ir en coche, me encanta conducir y a veces necesitas hacer las cosas de otra manera, no puedes ir siempre a la misma velocidad. El coche es el mismo. Obviamente se evoluciona y, gracias a ello, actualmente me siento capaz de hacer cualquier cosa, el exorcismo ha funcionado”. Lo celebro de veras, porque aunque el tono de esta conversación pueda sonar un tanto apagado, la máquina sigue funcionando, como dice Jul, de otra forma, pero no se ha parado. Parece ser que las oportunidades de disfrutar de este nuevo trabajo en directo, van a ser contadas, pero pl

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