Estarán actuando en Barcelona (2 mayo, Razzmatazz 2), Madrid (3 mayo, Sala Villanos) y Valencia (4 mayo, Sala Jerusalem).
Ambos llevan dos días en Madrid hablando de esta colaboración insólita cuyo resultado es un álbum de doce cortes originales de canalleo meridional, y un vino tinto reserva elaborado en las bodegas de Wilson en la Toscana. Éste vuela ya a Italia, así que me encuentro en las oficinas de Emerge en la Gran Vía con el hombre que sigue enamorado de la canción italiana en su vertiente más arrabalera, vía Renato Carosone, Adriano Celentano y otros gigantes del género. El cantante de Burgos criado en Pamplona vive entre Italia y Segovia y salta de un tema a otro –de su fobia a las palomas al peculiar sentido de la puntualidad de Gandalf el Gris, de cómo “Frankie” (Sinatra) se presentó en Pamplona a buscar a Ava Gardner a su restaurante favorito en Bérgamo– con la misma soltura socarrona y anárquica con la que reinterpreta el legado de la canción italiana. La última entrevista para Mondo Sonoro nos lleva dieciséis años atrás, según nuestro archivo digital. Una eternidad en la que todo ha cambiado. Menos él. “Me jode cuando hablan de la vuelta de Tonino después de la pandemia, porque tengo aquí la lista apuntada de las muchas colaboraciones y cosas que he hecho. Yo siempre he tenido buena relación con Mondo Sonoro, por encontrar la revista en los bares: soy un animal de bar. Pero luego hay cosas ininteligibles de la promoción. Es como no poner las letras en los discos. La gente acaba cantando cosas que no son. Estoy muy contento de que en este disco vengan las letras, que son tan importantes como las melodías”.
El músico admite que “la pandemia fue un antes y después, estamos en otro mundo. Yo lo pasé muy mal. Cuando lo cerraron todo, ya venía infectado de Grecia. Era cuando todos nos reíamos. Me pegué un mes en la cama y pensé que me moría, llamando por teléfono todos los días. Cuando dejé de llamar y vi que no merecía la pena, me dije: ‘Me muero en casa’. Pero no fue el caso. Después, en 2021 saqué “Whisky Facile”, un homenaje al cantante italiano Fred Buscaglione, con su punto etílico y teatral. En 2023 salió “Etíliko Romántiko”, aunque se había grabado justo antes de la pandemia. Se presentaba el mismo día en que se cerró todo en Milán. Eso de discos, pero también he sacado singles. No he parado, salvo durante los tres años de la pandemia”.
“La clave de esta alquimia es que somos dos personas totalmente diferentes”
Era lógico que con estos antecedentes Carotone le dedique un disco al vino y su “espíritu alegre” junto a otro artista italiano. Antonio –su nombre real– conoció a Giulio Wilson por casualidad en su restaurante favorito de Bérgamo, en el norte de Italia. A ambos les une la pasión por la música en su sentido más amplio. Y por el vino y la comida, por supuesto. “Es un proyecto súper interesante para mí. Hay muchas canciones relacionadas con el vino. Él me conocía de antes, es más joven, y tenía la voluntad de hacer un disco conmigo. Yo no le conocía ni como músico, soy muy garrulo musicalmente. Es un gran creador, y cantautor. Lo mejor de todo, la clave de esta alquimia, es que somos dos personas totalmente diferentes. Con caracteres marcados y personalidades complementarias”.
Ambos se montaron un pequeño estudio en la misma bodega de Giulio, acompañados por un grupo de músicos bajo la producción de Thomas Tirtha Rundquist (Undrop, Macaco). “Con la dificultad que tienen las diferencias artísticas, hemos hecho trece canciones en un tiempo récord, doce días”. Una colección de composiciones originales “con puntos de vista muy atractivos: es un disco bilingüe, que me parece muy interesante porque siempre he jugado con eso. Yo hablo un itañolo perfecto: se me entiende y nos comunicamos, que es lo más importante. Y da mucho juego. El álbum está hecho con ese respeto personal, esa armonía”.
El trabajo musical y enológico en la bodega fue tan productivo que el cantante logró despertarse cada día a las nueve de la mañana. “Yo me despierto, pero mis neuronas son independientes [risas]. La base se grabó en una mesa como ésta, en medio de la campiña Toscana. El vino que hemos hecho es un reserva, el mejor. Y hostia, es tan bueno como el disco. El vino es una cosa especial: cada cosecha es diferente. No es Coca-Cola, ni limonada. Las canciones tienen aromas y amplia vía retro nasal. Las hemos concebido como el vino, para degustar y compartir. La música, la gastronomía y el vino se disfrutan más compartiéndolos”.
Hablando de emociones fuertes, para un hombre que viene del punk sin filtros y de vivir a tope, ciertas cosas de este nuevo mundo aséptico se le hacen raras. “Yo vengo de la época que me ha tocado vivir, y tengo mis bases personales y artísticas. El rock and roll de antes, la vida intensa, el riesgo. Sabes cómo vas, pero no cómo vuelves [risas]. En la vida lo más importante es aprender a hacer las cosas mejor, o peor si se trata de hacerlas con mala leche. Ahora parece que todo es decir ‘Amén’ a lo establecido… Aunque es verdad que en ciertos aspectos hay más libertad: a nivel de identidad sexual entre los jóvenes, ahora es todo mucho más ambiguo, lo cual me parece más que bien. Pero luego hay otras cosas que me resultan lejanas generacionalmente”. Genio y figura.
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