Todos vamos a morir
EntrevistasNacho Vegas

Todos vamos a morir

Redacción — 14-04-2005
Fotografía — Archivo

“Vamos a morir todos” es la frase de las películas de catástrofes, pero también una verdad como un puño; quizá la única. El tercer disco de Nacho Vegas, “Desaparezca aquí” (Limbo Starr), va de esta verdad, entre otras cosas. El tema no sorprenderá a los seguidores del otrora miembro de Manta Ray, que ha llegado a ese punto en el que sobra lo de calificarlo como ex de nadie.

“En esta vida se puede ser de todo menos un coñazo” (Michi Panero). La cita preside el Ep “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, anticipo del último álbum de Nacho Vegas. Al leerla y luego escuchar el tono luminoso de la canción titular (incluso con sha-la-las) me surgieron toda clase de interpretaciones exóticas. ¿Se trataba de una autoparodia? ¿Anunciaba tal vez un cambio de registro en este nuevo disco? Disparos fallidos. Las “aproximaciones epidérmicas” no valen para Nacho Vegas, tal y como él señala. “Nunca me he considerado un coñazo. En cuanto a lo del sonido festivo, no sé. No estaría mal que alguien pensase que este disco suena más feliz, para variar”. Tras “Actos inexplicables” (2001) y “Cajas de música difíciles de parar” (2003), dos discos que abrieron en España nuevos caminos para la canción de autor, Nacho Vegas defiende “Desaparezca aquí”, atrincherado tras unas enormes gafas de sol. Inexpugnable a los reduccionismos. Le tiras una granada y te devuelve un matiz. Aún así, me aventuro a decir que las canciones (“Ella me confundió con otra persona”, “Perdimos el control”, “Autoayuda”) tienen más “vidilla” que en los anteriores discos, al menos en el aspecto sonoro.

"No estaría mal que alguien pensase que este disco suena más feliz, para variar"

Esto no quita que el “no”, el “nunca”, el “final” y, en definitiva, la “muerte”, sigan vertebrando las letras, incluso con mayor presencia que en anteriores ocasiones. Vegas justifica lo último mientras apunta a la realidad. “Es ella la que es cruda y triste, no yo. La situación actual no es que sea muy halagüeña ni esperanzadora. Por otro lado, la única manera de hablar de las cosas positivas de la vida, es tomar conciencia de que éstas tienen un final y que esto es lo bueno de ellas”. En lo referente a la fuerza del sonido, reconoce que el álbum tiene argumentos para convencer a los nostálgicos. “Sí, hay momentos más ruidosos, que pueden evocar a lo primero que hacía con Eliminator Jr. o Manta Ray”. Me aventuro también a preguntar por ese sentido del humor que, a pesar de la muerte (o precisamente por ella), aparece continuamente a lo largo de este trabajo. Esa canción de misa que se cuela al final de “Cerca del cielo (Canción de Juanito Oiarzabal)”, esa ironía que oscurece la luz de “El hombre que casi conoció a Michi Panero” (“brindo en paz por la humanidad / y por lo bien que habita el mundo”) o el volantazo que pega “Ocho y medio” para romper el tópico poético. “El humor está ahí. Pero, de todos modos, la misma forma de ver las cosas que en ´Ocho y medio´ puede encontrarse desde ´Actos inexplicables´. Por ejemplo, en el pasaje de la funeraria de ´El ángel Simón´”. Para el músico, el humor es el filtro por el que tienen que pasar todas las historias que cuenta. “Está bien esto de tener un personaje porque, cuando quieres, haces de él. Y si uno no se toma muy en serio el personaje, funciona. Reírse de uno mismo y de lo ridículas que resultan ciertas cosas forma parte del mundo del rock´n´roll”. Uno de ellos es el malditismo que rodea a figuras como la suya. “Creo que todo eso está superado. La gente que considera mi música como algo importante lo entiende y no va con la historia de ´este va a morir de yonki mañana y vamos a rendirle culto´. Yo soy muy mitómano con el rock, pero es una mitomanía distinta a cómo lo entendían los fans de antes. Lo importante ahora es saber reírte de tus mitos”. Y junto a la risa, el tiempo. Ambos actúan sobre la materia prima de la canción, “que es la vida misma”, hasta que ésta se transforma en el producto final. “Necesito poner una distancia, por mínima que sea para que la canción sea, para mí, algo verdadero. Si no, te estaría dando la chapa con mis asuntos y esa es la intención última de mi música”. Para Nacho Vegas, lo personal no tiene que ver con empaquetar experiencias pasadas. “Hay veces en que el resultado, esa canción, tiene muy poco que ver con mi vida, y sin embargo dice mucho de ella”.

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