“Watain es el mundo que empezamos a construir por nuestra cuenta cuando éramos jóvenes, casi unos críos, con dieciséis años. Lo hemos hecho para librarnos del mundo en el que nacimos, al menos como la gente lo conoce. Nunca hemos estado interesados en formar parte de la sociedad, con sus normas, leyes y regulaciones. Watain es nuestra vía de escape de esa realidad, es nuestra manera de levantar los dedos corazón al mundo y decirle ‘joderos todos, hacemos esto a nuestra propia manera’. Esta es la razón por la que la banda ha permeabilizado en cada una de las parcelas de mi vida. Es la última cosa en la que pienso cuando voy a dormir, y la primera en la que pienso por la mañana. Es mi vida. No hay nada más”. Así de contundente y taxativo se expresa Danielsson al otro lado del teléfono.
Su discurso suena reposado, articulado y profundo, incluso al abordar temas más estrictamente promocionales como los detalles de su último trabajo, “The Wild Hunt”. “No estoy diciendo que el nuevo disco suene completamente diferente, porque no es así, pero contiene nuevas direcciones, es más honesto, personal y está repleto de emociones que proceden directas del corazón y que casi puedes tocar”. Su título, algo así como ‘La cacería salvaje’, resulta ciertamente visual, poderoso y evocador. “Tiene mucho que ver con la herencia de Watain desde que empezamos hace quince años. Realmente ha sido un viaje salvaje a través de un territorio que no esperábamos poder explorar”. Su primer single, “All That May Bleed”, explora, sin ir más lejos, el concepto de sacrificio. “En Watain lo entendemos como una manera de trascender hacia algo divino, y para eso necesitas desprenderte de algunas cosas que te definen como ser humano. Tienes que dejar atrás partes de tu mente y de tu alma que obstaculizan tu camino hacia los dioses. Porque si estás dispuesto a sacrificarte, simbólicamente, para un propósito más elevado, habrá recompensas”.
A pesar de mostrarse satisfecho con la tarea de su nuevo sello, Century Media, Danielssson asegura no estar nada interesado en todo aquello concerniente al mundo material: “Soy un artista. Hago esto en nombre del arte, en nombre de mis dioses. Vivo en una pequeña casa en el campo, en mitad de la nada, y esa es la manera en que me gusta vivir. No me interesa la parte del negocio”. Como habrán advertido, Danielsson cita a menudo a los dioses. ¿Se considera una persona religiosa? “Absolutamente. Creo que los dioses para los que escribimos música son posibles de contactar. Proceden de un plano más elevado de existencia y para entender esta idea debes ser alguien que tenga una concepción de la divinidad y que haya experimentado momentos divinos. Mucha gente metida en este tipo de música no piensa realmente en estos términos, compran los discos y está igualmente bien. No les puedo pedir más. La gente puede creer o no, pero esa realidad está ahí y para mí lo es todo”.
Ello nos conduce a otro tema intangible: el satanismo declarado de Watain, algo más ligado a la actitud y al plano intelectual de lo que muchos podrían imaginar. “No es algo que me preocupe hacer entender a la gente. Es un tema muy personal y, por supuesto, tiene mucho que ver con la libertad individual; pero lo que esa libertad significa para mi probablemente es muy distinto a la definición de libertad individual que pueda tener el lector medio de esta u otras revistas. No tiene nada que ver con tener todo el dinero que puedas y viajar a cualquier rincón del mundo, sino con un proceso espiritual de transformación que te pone en línea directa con los dioses. Hay librerías enteras sobre ello y no pretendo ni puedo resumirlo en la respuesta de una entrevista, pero si hay gente interesada en estas creencias, les recomiendo que escuchen nuestra música, lean nuestras letras o vengan a uno de nuestros conciertos”.
En efecto, ahí es donde Watain se expresan en su máximo esplendor y donde todas las claves, símbolos y detalles de su universo cobran pleno sentido cerrando un círculo perfecto. “No me gusta referirme a nuestros conciertos como rituales, porque ello implicaría que todo en el escenario está meticulosamente planificado. Al contrario, en nuestros shows dejamos que todo fluya, abrimos completamente todas las puertas de Watain y todo el poder que alimenta la banda es liberado. Un concierto de Watain siempre es una gran experiencia: explosiva, impredecible, salvaje y peligrosa”.
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