Para muchas cosas, David Gedge ha sido como un hermano mayor. Sin saberlo, nos guió por los entresijos freudianos de la difícil travesía de la adolescencia. Estuvo con nosotros el día que la conocimos, la noche de la cena con vino bueno, y luego también cuando el vino bueno se convirtió en vinagre. Por todo ello, le estamos agradecidos. Nos alegramos muchísmo cuando encontró a Sally Murrell, aquello fue una buena noticia, y nos conformamos con la desaparición de los weddoes, porque Cinerama eran extraordinarios y, encima, David parecía feliz. Casi olvidamos lo humano que era, lo humanos que eran ambos: Sally era humana, David seguía siendo humano, y la cosa se fue a pique tan humanamente como de costumbre, dejando a nuestro hombre en esa fase en la que oyes chistes y no les encuentras la gracia. A los diez minutos, empezó a escribir sobre ello, sobre lo de tener que volver a dormir solo, o con otras que no se llamaban Sally, y sobre cómo aquellos chistes habían dejado de parecerle graciosos. Debe ser algo contra lo que resulta complicado luchar. Un impulso de songwriter, irrefrenable, aunque no muy cuerdo, en cualquier caso. “¿Quieres decir que estoy un poco loco?” (risas). Un poco, sí. “Es mi manera de hacer, mi estilo, tratar sobre relaciones. Escribo mejores canciones cuando son más personales; el resultado me resulta más satisfactorio”.
Desagravio o no, la ruptura, en tanto que vivencia de confusión y cambio, es fundamental para contextualizar “Take Fountain”. El disco simplemente va de ello, en toda su extensión. El accidente sentimental liberó a David del miedo. Cinerama se convirtieron finalmente en The Wedding Present y las canciones de Gedge recordaron algo que habían olvidado hace ocho años: en Cinerama, estaban vestidas por orquestas; en The Wedding Present, están vestidas por un grupo de guitarras, con el añadido de alguna orquestación ocasional. No son las guitarras de “George Best” (1987), “Tommy” (1988) o “Bizarro” (1989), rápidas, jóvenes y adolescentes, sino una versión más cinemática, madura (“odio esa palabra en la música pop, pero he estado ahí veinte años...”) y con buena presencia. “No haría esto si no fuera un gran fan de la música. Siempre lo he sido, desde que recuerdo. De niño quería estar en un grupo, o ser DJ, o algo... Es la única cosa que siempre he querido hacer, en realidad... Dos de las razones por las que empecé con The Wedding Present fueron Gang Of Four y los Mekons. Me gustaba mucho su material punk del principio, y era también un gran fan de The Three Johns. Por otra parte, me gusta mucho la música de Ennio Morricone. Fue uno de los motivos por los que empecé con Cinerama, para explorar ese tipo de material. Cuando este disco se convirtió en un disco de The Wedding Present, decidimos mantener, entre las guitarras, alguna de las ideas a lo Morricone, para hacerlo algo más cinemático. Es lo mismo que te decía de las letras: para hacer que un álbum sea lo mejor posible debes hacer tanto como puedas, poner todas tus habilidades en ello”.
Es que lo de editar el disco el día de San Valentín parece una especie de venganza, o en su defecto algún tipo de terapia para músicos abatidos. “No es una venganza, en realidad. Escribo canciones sobre relaciones. En el pasado dejaba, según lo recuerdo, más cosas a la imaginación, pero esto es más como ´soy yo y tú estás mirando´. Soy bastante agradecido, de algún modo. Estoy en deuda con lo que hago, debo hacer discos lo mejores posible, y si eso significa sentirse un poco incómodo, ése es el precio que debo pagar”. Y qué mejor día de pago que el catorce de febrero... “Para ser sincero, el disco debía haber salido en enero, pero hubo un retraso de producción. De todas maneras, pienso que es bastante gracioso e irónico, incluso divertido (risas). No fue realmente un castigo”.
"Escribo mejores canciones cuando son más personales; el resultado me resulta satisfactorio"
David presenta la situación con modos suaves y, por qué no, con orgullo. A sus cuarenta y cuatro años, Gedge tiene un pelotón de motivos para estar orgulloso, para hacernos sentir orgullosos. “Take Fountain” es uno más de esos motivos, ni más ni menos, una nueva advertencia del hermano mayor. La pondremos junto a sus otras enseñanzas, las que ya hemos seguido hasta sus últimas consecuencias. La pondremos junto a “Brassneck”, junto a “Nobody´s Twisting Your Arm”, junto a “Kennedy”, o junto a otra de nuestras favoritas, la versión del “Let´s Make Some Plans” de los Close Lobsters (con su visionario rechazo al “progreso” europeísta, el no de doce millones de británicos pobres), único intento conocido del indie por rescatar a uno de los grupos más intencionados, crónicamente brillantes y caprichosamente olvidados de la explosión C86. “Eran una gran banda y era una gran canción. Su primer disco, ´Foxheads Stalk This Land´, y el mini que editaron después están llenos de buenas canciones... Deberían haber tenido más éxito del que tuvieron, realmente, aunque no suelo pensar en esas cosas. Tal vez fuese por su actitud. Es un negocio extraño, éste: mucha gente que debería tener éxito no lo tiene, y mucha de la gente que tiene éxito es de verdad terrible. Tiene bastante que ver con el aspecto, con la moda, y nada con lo buenos que tus discos sean”.
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