(Puedes consultar las fechas de sus actuaciones al final de este artículo)
Los de Dublín se dejaron algo por el camino en su atmosférico segundo álbum. Yo lo sospechaba, pero lo han confirmado ellos mismos. Ese algo etéreo –llámenlo urgencia, mordiente, hambre– reaparece en todo su esplendor en un tercer trabajo maduro en el que dejan atrás definitivamente la estrecha etiqueta “post-punk” con la que se les clasificó inicialmente. Rock de guitarras apasionado y existencial que tiende puentes entre pasado y presente, eso es lo que hacen The Murder Capital, quienes podrían seguir la estela de sus exitosos compatriotas Fontaines D.C en la conquista del público global.
Han repetido con el productor de moda John Congleton (Mogwai, St. Vincent), responsable de un sonido inmediato y vívido a la vez que repleto de matices. MacGovern, pelo corto con tinte que imita las manchas de un leopardo, es un tipo igual de serio y apasionado que sus canciones. Como buen irlandés, evoca a Shane MacGowan y James Joyce.
Te leí diciendo que las canciones de “Gigi’s Recovery” (23) estaban pasadas de vueltas, y que eso lastró el álbum. ¿Dirías que este álbum es un poco una reacción?
Sí, exactamente. No es que el nuevo disco viniera totalmente de ahí, pero en parte era algo que queríamos cambiar. Esta vez no hicimos ninguna maqueta. Dejamos los móviles grabando y nos pusimos a tocar juntos. Eso es lo que llevamos al estudio. Se trataba más de la sustancia y la esencia de la canción que de overdubs o texturas. Y parte de eso lo conseguimos en el estudio. Además, el proceso de composición fue mucho más rápido. El segundo disco lo escribimos a lo largo de más de dos años, y pasamos de nueve a doce meses componiendo todos juntos. Éste lo hicimos en seis semanas.
Es un gran cambio. ¿Hasta qué punto es un peligro con tantos medios y tecnología dentro del estudio sobrecargar o sofocar las canciones?
Puede serlo. Se trata de un equilibrio. Con el lenguaje puede pasar lo mismo. Puedes usar las palabras de forma efectiva y económica, o aburrir a las ovejas sobre utilizándolo. También esto puede ser poderoso, pero se trata de meter un poco de picante en los ingredientes.
“Shane MacGowan le tomó el pulso a la humanidad de un modo mucho más preciso que lo que la mayoría de artistas podrían aspirar”
Habéis repetido con John Congleton, que es uno de los productores más activos del momento. Ha grabado, por ejemplo, el nuevo álbum de Mogwai. ¿Qué destacarías de su enfoque a la hora de hacer un disco?
Se me ocurren un par de cosas. Tiene un enfoque muy de trabajador a la hora de hacer discos. Es muy de rutinas, y eso te libera. Mantiene un horario fijo de diez a siete. Rara vez empezábamos antes y rara vez después. Además, es una persona muy filosófica. Le ha afectado mucho la meditación. Y tiene esa colisión interesante de rutina y librepensamiento, que mete en el trabajo. Pone mucha intriga. No sé, es una persona muy interesante.
Y su sonido es especial. Todo suena muy presente, pero a la vez hay unas dinámicas muy particulares entre las guitarras y todo lo demás. ¿Cómo enfocasteis esa especie de atmósfera?
Canción a canción. Tratamos de hacerlo con esa perspectiva. Incluso mientras componíamos, montamos algunos bolos en Dublín, Londres y Los Angeles para probarlas. Durante todo el proceso nos importó mucho ver cómo se trasladaban al directo. Durante la grabación, no sé, creo que tocamos naturalmente, con veneno e intensidad. Otras veces jugamos con cierta delicadeza y vulnerabilidad. Pero cada una fue distinta.
Tampoco tienes miedo de exponerte en varios momentos en que apenas hay una guitarra y tu voz. Me pregunto si queríais expandir el espectro sonoro de las canciones, con momentos muy arriba y otros íntimos.
Sinceramente, creo que eso está en nuestro ADN. Ya estaba ahí en nuestros dos primeros discos. Es lo que nos define, no querer hacer once “Moonshot”, once “Can’t Pretend To Know” u once “Words Lost Meaning”. Con este disco queríamos recuperar la urgencia y la intensidad, o al menos encontrar una nueva voz dentro de ellas. Pero luego, cuando te pones a hacer un disco, te metes también en el jardín de la intuición, las circunstancias, de la fortuna y la mala suerte. Una canción como “Love Of Country” cuando se gestó empezó siendo una odisea rockera enorme y muy heavy. En el estudio decidimos darle un aire más “Harvest Moon” de Neil Young. Esa canción somos los cinco tocando sin ninguna edición. Mola tener algo así en un disco. Y “Trailing A Wing” también salió conmigo y Cathal [Roper] tocando en su apartamento. Tenía una melodía que olvidamos y seis meses después la recuperamos en Los Ángeles treinta minutos antes de la preproducción. Ahora es una de mis favoritas. Así que sí, teníamos el deseo de escuchar los instrumentos tal y como son.
Leí también que vivisteis una crisis muy seria justo antes de meteros en el estudio a grabar en Los Ángeles. Me sorprendió mucho. ¿Cómo la solventasteis? Porque no es muy conveniente ir a grabar arrastrando mal rollo.
Pues fue una discusión tan seria como las que tienes en Navidades con tu familia, o algo así. Que a veces se salen de madre. En un grupo, como en cualquier colaboración humana, los egos entran en juego, y a veces te pierdes el respeto. Todo esto nos sigue pareciendo bastante nuevo. Llevamos con el grupo seis o siete años, y todavía nos estamos tanteando. Como reflejo del título del disco, a veces perdemos de vista el respeto que nos debemos. Y eso fue básicamente lo que pasó. Fue una bronca muy gorda. Hubo amenazas de coger vuelos de vuelta a casa sin grabar, ese tipo de cosas. Tuvimos que pasar por ello y volver a pensar por qué hacemos lo que hacemos, el sentido que tiene y también la responsabilidad que tenemos los unos con los otros.
Entiendo...
Esto no es un grupo de puertas giratorias en el que la gente entra y sale. Esto es The Murder Capital, y no existe sin los demás. Creo que en cierto modo nos vino bien. No cabe duda de que generó cierta fricción a la hora de grabar. La fricción a veces crea movimiento en términos de creatividad.
Lo cierto es que desde hace un tiempo cada uno vivís en ciudades distintas y alejadas. ¿Esto complicó las cosas a la hora de montar las canciones?
Sinceramente, fue más fácil. En primer lugar, la gente es más feliz viviendo en el lugar en el que quiere vivir, en lugar de vivir todos juntos en una ciudad en la que a lo mejor la mitad no quiere estar. Creo que eso es bueno desde un punto de vista humanista. Al juntarnos dos semanas en Dublín, dos en Berlín y dos en Londres o donde sea, decíamos: “Vale, aquí estamos. Vamos a pasar probablemente doce días en el estudio, y por lo tanto tenemos que hacer que suene tan potente como nos sea posible”. Creo que el disco se benefició de ello. Y luego esa cosa de ir a Berlín y ver la ciudad en la que Diarmuid [Brennan, batería] vive, y sentirla, y que sea el anfitrión, todo eso creo que nos ha unido más.
“Death Of A Giant” está explícitamente dedicada a Shane MacGowan. Sé que estuviste en el cortejo fúnebre en Irlanda y lo viviste intensamente. The Pogues son uno de mis grupos favoritos, por su espíritu. ¿Qué significa Shane para ti, como irlandés?
Shane es… no sé, estoy viendo los árboles más allá de mi ventana, y cada vez que paso siguen ahí. Es un poco lo que significa Shane MacGowan para la cultura y el arte en Irlanda. Su omnipresencia en la cultura ha ido creciendo para mí. Yo no empecé a interactuar realmente con The Pogues y el trabajo de Shane con sus letras hasta los veintitantos. Supongo que la conclusión que saco es que, a pesar de su pelea con al alcohol –que fue muy pública–, permaneció muy vulnerable e increíblemente romántico en cuanto a su trabajo. Y le tomó el pulso a la humanidad de un modo mucho más preciso que a lo que la mayoría de artistas podrían aspirar remotamente.
“Se me paró el corazón cuando vi el mail de los Bad Seeds”
En el disco se tratan varios grandes temas, pero no parece haber uno central que lo unifique.
En esta ocasión va mucho de canción a canción. Ha sido el primer álbum al que no habíamos puesto un título antes de grabarlo. Fue durante la grabación y un poco durante las mezclas cuando empecé a pensar en ello, algo que creo que está en consonancia de hacia dónde nos estábamos moviendo. Es un disco mucho menos conceptual que “Gigi’s Recovery”. Ha sido el primero que hemos compuesto en el que tuve una novia durante todo el periodo, una relación seria. Y lo mismo con los chicos. Creo que eso influyó, porque teníamos que reflexionar sobre cómo estar fuera girando afectaba nuestras relaciones. En varias canciones tratamos del amor a través de la lente del engaño y la distancia.
Bueno, el amor parece un tema inagotable.
Está el amor, sí. Y luego lo que significa ser irlandés, pero mirando a cosas como los nacionalismos y las ideologías, el patriotismo distorsionado, o el conflicto entre nacionalismo y patriotismo. Y también la fe rechazada, cómo la sombra de una religión como un constructo puede diluir la belleza que la fe puede poner sobre la mesa en cualquier nivel de un ser humano. También hay canciones más introspectivas. Por ejemplo, “The Fall”, aunque no me gusta hablar de lo que va porque no es lo mío. Pero ahí hay salud mental, adicciones, un montón de… luchas. Las frases del final condensan esta idea de que no importa la ayuda que recibas de otros, el cambio sólo puede venir de ti mismo. Suena increíblemente tópico, pero supongo que es porque encierra algo de verdad.
Al principio se os encasilló un poco en la escena del nuevo “post-punk”, pero supongo que eso ha quedado muy atrás.
Cada artista quiere tener su voz única, pero no puedes renunciar a ser parte de una gran “conversación”, ya sea en la música o en el arte. Creo que estamos en deuda con nuestras influencias, pero nadie podría hacer lo que hacemos ni cantar como cantamos. Mi sensación es que quieres evolucionar, y nosotros tratamos siempre de evolucionar desde el lugar en el que estábamos, no probar algo. Ahí entra en juego el hambre, supongo. Me parece que el artista está en un perpetuo estado adolescente.
Os vi en Madrid teloneando a Nick Cave & The Bad Seeds. Lo disteis todo. ¿Cómo disfrutasteis de aquello?
Todo lo que se puede disfrutar. Fue increíble. Se me paró el corazón cuando llegó el correo electrónico en el que Bad Seeds nos decían que querían girar con nosotros. Una locura. Vi cada minuto de sus once conciertos. Fue algo profunda y jodidamente bueno para el grupo, y desde luego no era un número que tuviéramos en nuestra tarjeta del bingo.
Volvéis en algo más de un par de meses a Madrid y Barcelona. ¿Van cambiar mucho estas actuaciones en cuanto al repertorio o la energía, al ser en salaa más pequeñas o será esencialmente lo mismo?
Tratamos cada show igual. No lo cambiamos dependiendo de dónde toquemos. Pero es verdad que cuando vas de telonero no te beneficias de las luces y la producción. Será un poco más pequeño, y quizá podamos añadir un poco más de energía. Vamos a sudar un poco más.
¿Por qué crees que bandas irlandesas como Fontaines D.C. o vosotros habéis tenido éxito a escala global en estos últimos años?
No tengo ni idea, tío. Supongo que hemos encontrado el caldero de oro al final del arco iris [risas]. Es el timing, las circunstancias. Supongo que estábamos en el lugar y momento adecuados. ¿Quién sabe?
Pese a tener público, muchos artistas de vuestra generación me dicen lo complicado que es hacer rentable esta vida, incluso con las giras. Que todo se ha concentrado en una élite, y que el resto tenéis muchas dificultades. ¿Es así?
Creía que nosotros estábamos en la cúspide [risas]. A ver, supone mucho trabajo. La respuesta obvia es que si las plataformas de streaming pagaran más y los contratos con los sellos favorecieran más al artista, esas cosas ayudarían a todo el mundo a continuar. Pero sí, en los primeros peldaños de la escalera, si lo quieres ver así, es muy difícil. Incluso para gente que tiene éxito, o de los que se piensa que tienen éxito. Hay que trabajar mucho. Al mismo tiempo, estás viviendo tu sueño. Estoy hablando por mí, no puedo hacerlo por el resto. Nosotros nos las hemos apañado para no tener que trabajar de otra cosa en estos seis años. Eso es vivir el sueño, aunque hay momentos en que vas muy justo de dinero. Pero no lo piensas mucho. Sería fantástico ganar dinero suficiente, y es algo que mi generación ni siquiera considera porque no es realista, para comprarte una casa. Y luego, un Ferrari o un Lamborghini [risas]. Vamos a ver qué pasa.
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