“Pensamos en canciones, no en estilos”
EntrevistasThe Lookers

“Pensamos en canciones, no en estilos”

Kepa Arbizu — 06-02-2023
Fotografía — Loiuis Triol

El terceto The Lookers procedente de Ziburu, localidad del País Vasco francés, convierte su nuevo álbum, “Sabotage & Fun”, en la confirmación de su alejamiento de aquellas iniciáticas furiosas andanadas en busca de florecer entre raíces melódicas no exentas de nervio vibrante.

Prácticamente todas las bandas comparten un inicio común: la reunión de unos amigos entorno al mero placer de hacer música. A partir de ese momento, el futuro se irá forjando de manera identificativa en cada una de ellas. La suerte, el talento o las propias circunstancias de la vida se encargarán de ejercer como brújula de sus destinos. En el caso The Lookers, “problemas internos y externos” han contribuido a que hayan tenido que pasar más de cuatro años desde su anterior publicación, un tiempo durante el que, más allá de esos obstáculos, no han cesado su actividad creativa: “Desde que acabamos “Real Things” no hemos parado de trabajar en nuevos temas”. Una labor que ha desembocado en el alumbramiento de “Sabotage & Fun”, una larga espera para enfrentar el reencuentro con este terceto que nos lleva a barajar la posibilidad de descubrir tras él un proceso de elaboración más complejo y meticuloso que en pasadas ocasiones: “Ha habido mayor trabajo previo antes de entrar al estudio. Primero Nico realizó una maqueta en acústico con la participación de Ives, nuestro productor, a la hora de arreglar los textos; más tarde la interpretamos toda la banda y finalmente llegó la propia grabación final del disco”. Conocida como es la necesidad de muchos músicos por convertir aquel lugar donde deben plasmar su chispa creativa como un momentáneo hogar, no es de recibo restarle importancia a las prestancias que ofrece dicho emplazamiento, y a su encargado de manejarlo: “Ives lleva más de cinco años con su estudio Mag, en Saint-Étienne, se trata de un espacio muy grande con una acústica increíble y que hoy en día controla a la perfección”.

Más allá de las consideraciones técnicas que acompañan a este lanzamiento, su contenido significa una evidente aceleración en esa paulatina retirada de los preceptos con que se dieron a conocer, fundamentados en una animosa y directa mezcla entre garage, punk o power pop. Su actual repertorio no deja espacio a la duda, no son los mismos, pero eso no implica haber perdido su guitarrera naturaleza: “Nunca hemos dejado de ser un grupo eléctrico, pero queremos experimentar con otras cosas, y en un disco pensamos que hay espacio para todo. Aun con todo, me parece que canciones como “By Mistake”, encargada de abrir el álbum, se tratan de las más rockandrolleras y violentas que hemos hecho”. Fidelidad a una esencia que sin embargo se refleja en un trabajo que realza el sentido melódico de la formación a base de introducir elementos ligados al pop, el folk o incluso al indie-rock primigenio, temas de un exquisito pulso armónico y trato detallista: “Nunca planeamos cuál debe ser la trayectoria estilística a seguir, pensamos en canciones, no en estilos”. Una búsqueda que, habituados como estábamos a la arrebatadora concreción de sus composiciones, sorprende adentrándose en el proceloso mundo de los ambientes oníricos de la mano de “Bad Decision”: “Por aquel entonces escuchábamos bastante música experimental, como Robert Wyatt, Cluster, Jim O’Rourke, y sin ninguna pretensión por a llegar al nivel de estos maestros, la verdad es que lo pasamos muy bien probando cosas para crear esa atmósfera enigmática de la coda final”.

“Nunca hemos dejado de ser un grupo eléctrico, pero queremos experimentar con otras cosas”

Pero los cambios formales casi siempre suelen ser causa, o consecuencia, de la alteración a la hora de observar la realidad, y pretender que aquellos adolescentes que pusieron a andar esta banda no hayan sentido en su interior las alteraciones propias del devenir de los años es una entelequia, como demuestra la recurrente reflexión que deslizan a lo largo del minutaje sobre el paso del tiempo y el cambio inevitable que sugiere: “Como un buen queso que se curte en una bodega, y empiezan a aparecer los gusanos, nuestro grupo ha visto su temperamento afrutarse gracias a las experiencias saboreadas a lo largo de los años”. Madurez que en no pocas ocasiones viene acompañada de una mirada sobre la que se cierne un nostálgico abatimiento, latir que predomina en muchas de las canciones. Un sentimiento que su letrista, Nico, acepta con sincera rotundidad: “Estaba en un momento bastante turbio de alcohol y depresión; Ives, nuestro productor, me ayudó a trasladar ese estado de ánimo a los textos. Por aquella época es verdad que veía el mundo como una catástrofe”. Confesión que todavía descarta con mayor ímpetu la casualidad como la motivación para dedicarle a Daniel Johnston , una de esas figuras dibujadas entre fantasmas y demonios internos, una de las melodías más bonitas del repertorio,”Feed the Shadow”: “Al igual que en cualquier otro arte, nos gustan músicos como Johnston o Barret por lo que han aportado con su capacidad para hacer de sus obras el espejo de cómo puede llegar a sentirse cada uno”.

Envites vitales, que sumados a las nuevas aspiraciones creativas que recoge este álbum, no causan indiferencia a la propia banda de cara a interrogarse por la respuesta que les puede estar esperando al otro lado: “No tenemos incertidumbre a nivel artístico, estamos cómodos y orgullosos con nuestro sonido actual, pero sí a cuál será la acogida del publico, si irán en nuestra dirección o pasarán totalmente. Sea como sea, tampoco vamos a dejar de hacer canciones ni a adaptarnos a lo que demande la actualidad”. Encomiable ejercicio de autoafirmación que sin embargo no es suficiente para espantar las opiniones que entienden la transformación como una pérdida de principios o relacionan las ansias de superar barreras con el desprecio a esa entelequia llamada ortodoxia: “Eso ya pasó con el anterior disco, nos han dicho alguna vez después de un concierto que nos hemos convertido en unos blandos. No nos afecta y tampoco nos lo creemos”. Solo los más incrédulos respecto a esa remozada identidad, y sus capacidades, del terceto de Ziburu no sabrán degustar un excelente trabajo con el que dan la bienvenida -al mismo tiempo que conquistan- a unos nuevos paisajes sonoros donde el furor adolescente evoluciona hacia una, todavía, juventud de talentosa capacidad musical y de catártico poso lírico: “La energía no está en el número de “beats” por minuto al que vas a tocar un tema o en el volumen que le vas a poner a tu Marshall, sino en la emoción que vas a transmitir con la letra y el arreglo adecuado”.

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