A lo largo de los años, con sus idas y venidas, The Cult han vivido momentos álgidos y momentos dubitativos, desencuentros producto de la habitual gestión de egos y muchas otras cosas, pero han sido capaces de seguir adelante y verlo todas su carrera y discografía con la perspectiva que dan cuarenta años de carrera. Al fin y al cabo, los discos son los que suelen marcar la pauta y el camino de un grupo.
A Ian Astbury no le gusta hablar del pasado. Le aburre. No es una persona nostálgica, sino que siempre prefiere centrarse en el presente. “Cuando me entrevistan en la revista Mojo, solamente quieren hablar del pasado, de qué ocurrió cuando grabamos ‘Love’ (85)o ‘Electric’ (87), y a mí me entran inmediatamente ganas de dormir”. Por eso, cuando le planto antes sus ojos las portadas de sus discos, el vocalista de The Cult titubea. A pesar de no reconocerlo, de nuestra charla se desprende que le encanta recordar historias relacionadas con cada uno de sus álbumes. A la hora de agruparlos, por un lado sitúa “Love”, “Electric” y “Sonic Temple” (89). De “Dreamtime” (84) dice que casi ni se acuerda, que le pilla muy lejos. Pero insiste en lo determinantes que son sus tres últimos discos, con especial atención a “Choice Of Weapon” de 2012. También destaca, curiosamente, la vigencia de “Born Into This” (07), un disco que la mayoría de sus seguidores no pondría entre sus favoritos.
"Recuerdo que acabamos como invitados en una gira de Metallica, pero no sabría que responderte a eso si me preguntas”
A la hora de seleccionarlo, Astbury no utiliza argumentos concretos, sino que nos invita a escucharlo y hablar sobre él cuando nos encontremos de nuevo en el futuro. Quién sabe si es una de esas actitudes extravagantes propias de los músicos, con incógnitas que ni ellos mismos pueden resolver. Pero el disco que Astbury tiene más fresco es “Under The Midnight Sun”, una referencia que tiene como punto de partida una puesta de sol en Finlandia, una iluminación que nos lleva hasta otro lugar. “Este es nuestro disco de pandemia, el que explica de qué forma hemos sobrevivido. Por eso hay tantas referencias y tanta espiritualidad. Lo hemos tratado como un conjunto, con un concepto como eje, porque todo en este disco tiene un sentido". De alguna manera, dice, en estas canciones habitan algunos de sus héroes. William Burroughs por ejemplo. “Él siempre está ahí. En todo momento, en cualquier lugar. Sus textos tienen ese aura especial que tenía también como persona. Y como escritor te acompaña en las situaciones más delicadas”. Otro a quien siempre acude es a Pablo Picasso. De hecho, de todas las artes la pintura es la que más le ha marcado. Él mismo pinta, aunque –que sepamos– nunca ha expuesto ninguna de sus obras. En una entrevista que le hice hace años me habló de un tatuaje que luce en una de sus extremidades. Se lo recuerdo y me lo enseña. Es un caballo con una simbología especial. “De Picasso me gusta su arte y me atrae como persona. El tatuaje representa a la España de Franco, un animal desbocado y enfurecido. Otro pintor que me apasiona es Velázquez. En casa tengo muchos libros con sus obras. Cuando voy a Madrid siempre encuentro un hueco para pasarme por el Museo del Prado. Sé que ahora en Barcelona está de moda el MOCO, pero no me interesa tanto. Prefiero a los clásicos antes que a Banksy”.
Parece que la llamada de sus héroes es una fijación constante en la vida de Astbury. También los hay musicales, claro. Llegados a este punto hace broma y cita a The Doors, una sombra perpétua para él. No obstante reconoce estar más interesado por John Lennon, su favorito. Si bien, cuando hablamos sobre el documental “Get Back” se centra en Paul McCartney. “No te puedes quedar indiferente ante él. En ese documental demuestra que todavía era un salvaje. Sí, ¡un salvaje! Si hablamos de música pop, tenemos que hablar de Paul”.
Volvemos a su carrera, a su etapa más reciente. Comparto con él mi entusiasmo por “Hidden City” (16), el disco que me llevó a reencontrarme con The Cult. No sé la de veces que he escuchado “Deeply Ordered Chaos”, con ese sonido más directo y limpio que les sentaba de maravilla a través de la producción de Bob Rock. A Ian no parece convencerle tanto como a mí. “Bob hizo su trabajo. Ahí está. Al final las canciones son las que acaban respondiendo a nuestras preguntas”. Subrayo entonces el aire arábigo a lo Led Zeppelin que esa canción, y algunas de su último disco, respiran. “Esos sonidos provienen del norte de África. Nadie inventó nada, ya estaba todo hecho. Nos seguimos creyendo aquello de que todo se ha creado en el primer mundo, y no es así”. Surgen en la conversación su quinto disco, “Ceremony”, de 1991, con ese nativo americano de mirada profunda en portada. “Aquí no había dudas. Queríamos hablar de Colón porque se cumplían quinientos años del descubrimiento de América. Íbamos a ir hasta los orígenes de todo esto y, a nuestra manera, creo que lo conseguimos. Esa fue la celebración para nosotros. Recuerdo que acabamos como invitados en una gira de Metallica, pero no sabría que responderte a eso si me preguntas”.
Si llevásemos a cabo una encuesta sobre el disco favorito entre sus fans, seguramente el ganador sería “Electric”. Habría quien preferiría “Love” –los más oscuros– o bien “Sonic Temple” –los más atrevidos–, pero el embrujo de “Electric” lo sigue coronando como su disco más emblemático. “Creo que ‘Electric’ fue nuestro disco neoyorquino, igual que después ‘Sonic Temple’ fue el disco angelino de The Cult. Por tanto, ambos discos son el reflejo de una época. En 1987, Nueva York era una ciudad excitante, todo sucedía en las calles, en los clubes. Ahí emergió con fuerza el hip-hop. No le teníamos miedo a nada porque estaba todo por descubrir. La MTV marcaba tendencia y las discográficas tenían dinero, con lo que nosotros nos aprovechamos de eso”.
Pasamos a otro de sus discos, en este caso uno que destaca por su singularidad, el conocido como disco de la cabra, “The Cult” (94). Aunque Astbury tiene algo que matizar. “No es una cabra. ¡Es una oveja!”. Le explico que es un disco que me fascina y que, junto a “Achtung Baby” (91) de U2, ayudó a cambiar mi perspectiva de lo que podía ser el rock. No todo giraba alrededor de una guitarra, un bajo y una batería. Ese disco era su obra más electrónica y experimental, lo que ha provocado que haya verdaderos devotos y verdaderos enemigos del sonido de la banda en aquel momento. “Fue un disco muy caótico. Había hasta cuatro personas tomando decisiones entre productores, ingenieros y otra gente que corría por allí. A mí no me convenció el resultado. A día de hoy no es un disco que tenga en muy alta consideración”. Allí estaba Bob Rock de nuevo, pero a Astbury lo que realmente le llama la atención al ver de nuevo el disco es una fotografía del libreto interior. Una imagen en la que aparece junto a su hermano, cuando eran unos niños “y ambos éramos rubios”. En cierta manera, lo relaciona con el disco de Holy Barbarians, que pone en el mismo paquete de “The Cult” y del que matiza “era más pop, y la verdad es que lo grabamos en solamente seis días”.
Astbury no tiene nada que decir de “Beyong Good And Evil” (01), un disco muy bien recibido en su momento. Él estaba viviendo su obsesión con The Doors y Billy Duffy estaba en las antípodas, pendiente de los sonidos más duros y actuales. Así que nos plantamos para acabar nuestra charla en “Choice Of Weapon” (12), que para el carismático y excéntrico vocalista de The Cult marca el inicio de algo nuevo. Un disco feroz con Chris Goss como pieza determinante para construir el sonido del mismo.
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