Nos vemos en el mismo museo mientras el artista se afana porque todo quede perfectamente sincronizado. Resultado de tres años de investigaciones sobre el patrimonio oral de los amazigh del Atlas marroquí, Tarek Atoui propone al visitante una inmersión única en aquella cultura milenaria. El artista ha estructurado la sala en cinco majlis, el tradicional espacio de acogida árabe, con textiles, cerámicas. luces, dispositivos e instrumentos digitales y analógicos conectados. El visitante tendrá una experiencia sonora y sensorial distinta según dónde se siente o sitúe.
“La idea parte de una exploración de la música árabe clásica que empecé en 2010 y 2011. Descubrí un montón de música rural y tradicional porque, como puedes imaginar, son las fuentes de la música árabe clásica. Empecé a reunir materiales porque viajo mucho por el mundo árabe y me metía en tiendas de CDs. Muchas de ellas, en Marruecos. Llevo, no sé, más de diez años coleccionándolos, y a menudo ni siquiera son bootlegs, son CDs mal grabados. El interés arrancó ahí”.
El músico afirma que conocía la cultura oral del pueblo amazigh, “pero no en profundidad ni tanto como la conozco ahora. Vino de estas visitas a tiendas de Marruecos y a un archivo de una fundación que tiene una colección de música árabe clásica. Hasta que un día decidí ir al Atlas a conocer a los músicos que están detrás. tocando a su lado me llevé su alegría y espontaneidad. Yo no soy percusionista, pero me invitaron a tocar, y estaban felices. Aquí en Europa algo así sería más complicado hacer algo así, porque tienes que saber tocar o a dónde vas. Y me encanta esa espontaneidad”.
Hay más cosas que el artista destaca de esta tradición musical de origen remoto. “Lo que más me gustó fue que aunque hay una simplicidad en cuanto a los arreglos -percusión y voces-, luego dentro de cada sección, se hace compleja. También, la alegría. A pesar de que la estructura de la música puede ser complicada, se trata sobre todo de tocar. No se preocupan mucho de tocar bien o mal y estas cosas. Tocan, primero de todo, por el placer de hacerlo juntos y entonces la música, la magia, se da. Otra cosa que aprendí es ir a lo esencial, no usar materiales por lo que son, sino trabajar con lo que tienes, sacando lo máximo de tus recursos”.
"No se preocupan mucho de tocar bien o mal y estas cosas. Tocan, primero de todo, por el placer de hacerlo juntos y entonces la música, la magia, se da"
La exposición está estructurada en cinco majlis -el acogedor salón árabe- llenos de objetos, instrumentos y artilugios electrónicos diseñados por el propio artista. La música compuesta por Atoui va fluyendo y modificándose en tiempo real, y la experiencia cambia en función de dónde se coloque el visitante. “Normalmente construyo los instrumentos de mis exposiciones, pero en ésta no se trataba tanto de esto, sino de crear un sonido. Hay esculturas que suenan y cuerpos sonoros que reemplazan la composición o la matizan con acústicas especiales, distintos timbres, o incluso la procesan en el momento. Los objetos de la exposición empiezan a rotar o trabajar con el sonido. Por ponerte un ejemplo, cuando empiezan a sonar los ritmos y las voces de los amazigh, hay cosas que empiezan a moverse y activan filtros extraños o distorsiones que transforman los sonidos alrededor del público”, explica.
La pieza musical que suena en la sala es fruto de la residencia del artista en Córdoba a lo largo del año 2023, junto a las músicas Ziúr (Berlín), Susi Ibarra (Nueva York) y Nancy Mounir (El Cairo). Ellas le acompañarán, junto a ocho músicos tradicionales del Atlas en un concierto gratuito que tendrá lugar el 3 de marzo en el contexto de la feria ARCOmadrid. “Hay otros músicos como Bertrand Landhauser, que toca el trombón. Jad Atoui, mi hermano, mete electrónica. Todos añadieron algo en el estudio o en conciertos como el que hicimos en Córdoba en el año 23. Fue la piedra angular para empezar a elaborar esta gran pieza musical”.
"La música o los samples que he escogido son de músicos que siguen vivos -afirma-. No es mirar a algo del pasado"
Su intención era fundir la tradición milenaria con la música contemporánea, en un diálogo hipnótico. “La música o los samples que he escogido son de músicos que siguen vivos -afirma-. No es mirar a algo del pasado. Es, en primer lugar, ver esta música como algo de hoy, en el contexto presente, dentro de esta realidad de sol, sequía y calor del Atlas. Las tradiciones orales se van adaptando a cada tiempo, no son formas fijas”.
El resultado es una experiencia que induce al visitante a la meditación trascendente. “Para mí la música es eso. Es algo muy personal, íntimo y subjetivo que te invita a un viaje introspectivo. Hoy todo el mundo está haciendo scrolling de manera compulsiva. Escuchamos música unos pocos segundos en la web y pasamos a otra cosa. Esto te lleva a lo contrario”.
La elección de presentar este proyecto primero en Córdoba y ahora en Madrid, viene de su intención de “subrayar la hospitalidad, generosidad y apertura que hay en la cultura árabe, especialmente en cuanto a la tradición oral. Es una invitación a compartir un espacio honorable y acogedor”, concluye.
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