Superfreak
EntrevistasAdrià Puntí

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Enrique B. Ubach — 20-03-2003
Fotografía — Archivo

Es mediodía y frente a uno de los hoteles más céntricos de Barcelona se levanta, de repente, un aire huracanado, una especie de tramontana de origen imprevisto. Volteo la cabeza y descubro la alargada figura de un moderno Quijote de resonancias punks que llega con prisas evidentes, llevando un bastidor en una de sus manos y una especie de cofre bajo el brazo. Es Adrià Puntí. Se acerca hasta mí. Estrechamos nuestras manos y me enseña, con las retinas encendidas por la ilusión, el misterioso cofre. Sonríe y muestra, con esa gesticulación desarticulada que le es tan propia, una caja especial de su último disco tallada, en bronce, por su padre. "En la época en que hizo el dibujo que ha servido de portada para este último disco, concretamente en 1951, mi padre estaba muy enamorado de mi madre. Cincuenta años después, tenía que demostrar que aún lo estaba más. Y ¿qué mejor manera que tallando en bronce el mismo dibujo que hizo hace tantos años?".

"El que las pasa putas de verdad es el Rivaldo que tiene depresión y tiene mil kilos en el banco"

El cantante de Salt habla con devoción de su familia. Y en este panteón personal su madre ocupa un lugar central. "Que quede claro, ´María´ es un disco dedicado a la María, mi madre. Por eso está en la portada, ¿no? Lo que este disco no es, en absoluto, es un homenaje a las mujeres. Y menos a las mujeres de mi vida. Yo no he tenido en propiedad ni mujer ni hombre en toda mi puta vida. ¡Dios me libre!". Después de haber descargado parte de su artillería, Puntí se muestra más dialogante a la hora de admitir posibles interpretaciones más sibilinas. En ese punto, todas las puertas permanecen abiertas. "Está claro que el tema de la marihuana también aparece. Y aquí te podría hacer una larga disertación sobre si es buena o es mala. Yo, hablar mal de la marihuana, no lo haré. De hecho, hay gente que es mejor que fume porros que que beba alcohol. Cada uno tiene su química. Uno ha de saber lo que le conviene y lo que no. Y en los excesos, ya se sabe, todas las masas, pican. Lo que pasa es que en este puto país hay una demagogia sobre el tema que no te la acabas". El hilo musical de la cafetería del hotel supura notas de una canción de Steve Wonder que Puntí reconoce, tararea y resigue con desarticulados movimientos de cabeza mientras explica los cambios más visibles entre Maria, su último disco, y el anterior, "L´hora del pati". "Yo quería hacer algo muy austero. No quería poner las letras porque la idea era hacer algo más conceptual, más compacto. Por eso, me pareció que con la frase ´Ets la queixa de les queixes / ets soferta, mai no et queixes´ (eres la queja de las quejas / eres sufrida, nunca te quejas) quedaba muy bien resumido el disco. Uno va aprendiendo con los años y una de las cosas que yo he aprendido es a simplificar y, al simplificar, el mensaje es más claro pero la gracia está en mantener, también, la fuerza fonética o sonora de las palabras. Lo sonoro es metafórico y lo metafórico siempre existirá en todo lo que haga porque, sin entender cómo, lo ambiguo, lo ambivalente me sale por cojones. No sé que tengo, pero me sale". Es en la ambivalencia, en la ambigüedad, donde Puntí retoza su espigada figura andrógina. Una figura andrógina que odia por igual los conceptos de propiedad y de género y que sabe que la suya es una historia, una manera de ser y estar en el mundo poco proclives a cualquier etiqueta. "¿Poeta maldito? Quien me llame maldito que venga aquí y me lo diga. Para empezar, no me considero ni poeta ni músico. Yo me considero una persona que valora la creatividad en todos los aspectos de la vida. ¿Genio incomprendido? No, lo que pasa es que yo no tengo prisa. Veo tan sólidas, tan bonitas y tan importantes las cosas que hago que me lo tomo con mucha tranquilidad. En el deporte, sí que hay prisas pero, en la música, cuanto más poco a poco, mejor". El de Salt parece decidido a rechazar toda aquella denominación más allá de su nombre y su apellido y parece decidido, también, a desmentir algunas informaciones que se han publicado sobre él. "No se puede ir diciendo por allí que yo las haya pasado putas. Claro, que las he pasado putas, como todos. El que las pasa putas de verdad es el Rivaldo que tiene depresión y tiene mil kilos en el banco. Éste sí que las pasa putas. ¿Yo? Yo, no. Si yo me divierto con una palangana, algo que me enseñó mi padre que se construía el mismo los regalos". Y es, precisamente, este carácter autodidacta, independiente, imaginativo y fuertemente arraigado a la tierra y a la casa familiar el que destila Maria, pequeña pieza de orfebrería musical perpetrada por este torrabits de Salt que sabe que cosas complicadas en la vida no hay ninguna. Todo es simple, si encuentras el error que lo complica.

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