Sober. Después de un frustrante comienzo editorial («Torcidos», autoeditado por ellos mismos en 1997 cuando aún atendían como Sober Stoned), los madrileños Sôber confirman expectativas y delegan en la experiencia –la suya y la de su sello- para construir su carrera desde los cimientos, sin alocadas precipitaciones. Un trabajo de obrera (la hormiga de la excelente portada es una conexión imposible, pero así son las casualidades), constante, lento y cuyo resultado no es «Morfología» (Zero,99). Digamos mejor que este segundo disco es otra parte más de un todo elaborado con mimo y con respeto, fraguado en un directo recio, visual y contundente y apuntalado en un Ep («Condenado», 98), que hizo salivar a más de uno. Unos conciertos que les hacen temer que el público enfoque en el objeto equivocado. «La verdad es que nos hemos planteado el tema de las performances y vamos a cambiarlo algo, no queremos tampoco que la gente que vaya a vernos se fije sólo en eso… queremos seguir haciéndolo pero de otra forma». Quien habla así es Jorge (guitarra), lo hace cuando Antonio (guitarra también) le deja y no le interrumpe; Alberto (batería) es menos fogoso, aunque poco a poco se mete en la conversación. Falta sólo Carlos (bajo y voz poseída por la de Eddie Vedder) y principal responsable de unos textos elaborados y (quizá demasiado) herméticos. «Creo que las letras están muy trabajadas y que exigen atención y que el oyente ponga algo de su parte. Si hay algo que odiamos es el panfleto y la frase hecha, además no tenemos nada que ver con todos esos grupos que se limitan a cagarse en todo de forma gratuita». Unos textos que dejan entrever cierta inquietud política, pero que huyen de las fórmulas tópicas, ensartados en unas canciones de estructura más clásica y menos alternativa de lo que muchos puedan creer. «Sí, sí… estamos de acuerdo. Para qué engañarnos, nuestra discoteca es como es y tampoco estamos obsesionados por sonar demasiado modernos porque creo que eso podría jugar en nuestra contra. Lo novedoso pasa enseguida de moda y soporta peor el paso del tiempo. Creo que van a salir un montón de discos de aquí sonando como Marilyn Manson, Deftones y cosas así, y creo que nosotros en ese sentido somos distintos… yo tengo una Gibson directamente conectada a un JCM 800, no puedo ni quiero que suene como una lavadora». Así no es extraño que admitan, sin temblor de voz, que Hendrix y Judas Priest son más importantes que Tool o Korn para ellos. «Para qué te vamos a engañar si es la verdad, yo hace meses que no quito el disco de Jimi Hendrix de mi equipo… ahí tengo toda la música que necesito» asegura Jorge. «A veces nos dicen ¡os parecéis a Pearl Jam y a Helmet!… y yo contesto: ¡sí!… parece que quieren picarnos o algo así… además Korn han sido más una marca de ropa que otra cosa, han vendido más camisetas y chándals que discos» comenta con la sonrisa en los ojos Antonio. «A mí me gustan mucho grupos como Mekong Delta» remata Alberto. ¡Toma ya!
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