Diez temas (con claros aspirantes a imprescindibles instantáneos de su repertorio como "Fràgil", "Em trenques el cor" o "Entedre l'amor") en perfecto equilibrio entre su personalidad sonora habitual: alma rock con apariencia pop que vienen practicando desde “Plou i fa sol” (Música Global, 2001), y una pulsión por la evolución bien entendida y materializada. Gerard Quintana, cantante y uno de los principales impulsos creativos de la ya clásica e icónica banda de Girona, nos descubre los detalles de cómo cogieron la buena ola.
Tras treinta años de trayectoria, ¿cómo se encara la grabación de un nuevo disco?
Antes los discos los hacíamos siguiendo un sentimiento totalmente impulsivo. Las dinámicas eran súper urgentes: gira-disco, gira-disco, gira-disco... Todo iba muy rápido, tanto que incluso era muy difícil disfrutarlo e incluso ser consciente de lo que estabas haciendo y consiguiendo. La manera de publicar un disco era otra. Todo se hacía en máximo secreto. No existían redes sociales y las noticias circulaban de otro modo. Ahora los secretos se van revelando a medida que vas haciendo el disco. Tanto que cuando aparece ya casi no hay misterio.
Ya no hay nada por revelar.
De hecho, esta vez sabíamos que íbamos a grabar temas nuevos pero no teníamos si los publicaríamos en un disco. Cuando en 2017 acabamos la gira de presentación de “Cercles”, acordamos tomarnos un tiempo para decidir qué queríamos hacer. Finalmente decidimos ponernos a trabajar, pero esta vez con la novedad de fragmentar la grabación en dos etapas, pues una de las ideas que planteamos fue la de ir publicando singles.
"Somos una banda que se formó en el rock. Y el rock sigue siendo protagonista en muchos temas. Pero su uso ha cambiado: en este disco casi no hay solos".
Cada vez son más los artistas que trabajan así.
Sí, pero es que además no somos un grupo que necesite de repertorio. Todo lo contrario, el problema que tenemos ahora es encajar diez canciones nuevas en el directo. Tenemos muchos temas que ya son clásicos. Temas de los que no podemos prescindir porque la gente los demanda.
Al final tampoco habéis podido prescindir del formato disco.
No. Hace un año ya teníamos cinco canciones grabadas y eso te permite reconsiderar el proceso de creación. Te otorga tiempo para replantearte todo lo que vas construyendo. Algo que no habríamos podido hacer si hubiéramos ido publicando las canciones a medida que las íbamos grabando.
También había el riesgo que, grabando el disco en dos etapas distintas, una primera fase en invierno y la segunda en verano, el disco resultara inconexo.
Existía ese temor, sí. Pero nos lo planteamos al revés. Grabar en diferentes etapas nos permitía ser más libres. Y si salían cosas diferentes, sería fruto del mismo proceso creativo seguido por la banda. De la misma manera, trabajar así también nos ha permitido ser críticos con nosotros mismos: elegir los temas que realmente nos gustaban y queríamos que salieran en el disco e impregnarlo todo de una cierta unidad consciente. Hace años esto hubiera sido imposible.
¿En qué sentido?
Una vez terminamos nos dimos cuenta de que las canciones, más allá de una unidad estilística, tenían algo en común.
¿Qué?
Para empezar, hay un elemento muy claro que es el agua, que está presente por todas partes. La última canción que grabé fue la que da título al disco: "La gran onada". Ya desde antes de hacerla, tenía muy claro que quería que hubiera un tema que se llamara así. Es una canción que completa todo el concepto del disco. Esto antes era mucho más difícil. En los discos anteriores acostumbraba a trabajar en las diez, doce, catorce canciones a la vez.
Era mucho más difícil tomar una perspectiva global.
Es justamente eso. En cambio, ahora, no ha sido como escribir un libro con un principio y un final, pero de alguna manera sí que hemos ido completando una idea con las canciones que iban surgiendo. Un proceso que tampoco ha sido extremadamente fácil.
¿Por qué?
Es muy difícil que todo el mundo se ciña a las mismas pautas. Trabajamos en equipo pero cada uno debe tener su espacio de libertad. Pero más fácil o más difícil, ha sido muy enriquecedor trabajar así. Cuando publicas un disco parece que todo esté regido por una estrategia premeditada. En nuestro caso hay una voluntad y una necesidad de búsqueda.
Eso os ha llevado a publicar un disco que evidencia una evolución sin dejar de ser vosotros mismos. Algo muy complicado con una banda con un recorrido tan largo como la vuestra, que puede quedarse anclada en su sonido de siempre o, todo lo contrario, pasarse de frenada en su intento por evolucionar.
Sí, el disco presenta una evolución muy en concordancia con el sonido al que empezamos a aproximarnos en discos como “Plou i fa sol” de nuestra primera etapa, y seguimos practicando en “Cercles”, el primero de esta segunda. Del mismo modo, siempre hay la sensación de que por mucho que pase el tiempo, un disco siempre es un poco la consecuencia del anterior. Después de quince años separados, “Cercles” fue un trabajo efervescente y cargado de impulsos pendientes. El dibujo final que quedó nos sorprendió. Había mucho más folk de lo que nos imaginamos.
Este nuevo es más eléctrico.
Somos una banda que se formó en el rock. Y el rock sigue siendo protagonista en muchos temas. Pero su uso ha cambiado: en este disco casi no hay solos.
Uno de los principales atractivos de “La gran onada” es su desnudez y sencillez.
Sí, pero tras esta sencillez evidente hay un trabajo espectacular. Una increíble paleta de matices. Una gama de guitarras muy rica. Guitarras muy diferentes pero que suman sensaciones hasta llegar a pensar que todas ellas conforman un solo instrumento. En nuestros inicios era muy fácil identificar cuál era la guitarra de Joan (Niynín Cadona) y cuál la de Josep (Thió) y saber qué hacían en cada momento. Ahora el objetivo es crear un todo pasando por encima de personalismos y arrogancias.
Esto también se debe aprender con el tiempo.
Antes hubiera sido imposible que alguno de nosotros aceptara no tocar en un tema aunque la canción así lo pidiera. Podía más el personalismo y el estar tocando todo el rato. Ahora ya ni nos lo planteamos.
Hay que alimentar la canción y no el ego.
Sí. Otra de las cosas que hemos aprendido es que no nos queremos repetir: a veces aparece una buena idea para una canción pero la descartamos porque rápidamente nos damos cuenta que es prima sino directamente hermana de "El boig de la ciutat", "Camins" o "Els teus somnis". Si pasa, prescindimos de esa idea automáticamente. No queremos hacer canciones que ya hemos hecho.
¿Os suele pasar?
Nos pasa. No muy a menudo, pero nos pasa. Todo grupo ansía tener una marca de agua creativa que lo identifique. En este disco, por ejemplo, hay canciones como "Em trenques el cor" o "Entendre l'amor" que son perfectamente reconocibles con el sonido de Sopa de Cabra. Pero una cosa es eso y otra repetir patrones y paisajes sonoros. Cuando eso sucede pasamos página y nos volcamos en otra canción que nos haga ir un paso más allá. No queremos romper estilos pero sí visitar lugares en los que todavía no hemos estado.
"Estamos pasando por un momento creativo brutal con un montón de gente joven haciendo cosas muy interesantes".
¿Hasta qué punto la voz, el cantante, marca la personalidad de una banda?
Hay bandas en las que el cantante, el compositor, el arreglista... es la misma persona. Luego hay bandas, como la nuestra, en la que todos aportamos. Aún ahora hay entrevistas en las que me presentan como "el líder de Sopa de Cabra". Imagino que me consideran el líder porque soy el frontman, el que se dirige a la gente, pero Sopa de Cabra tiene cinco líderes. Pero sí, el cantante marca mucho la personalidad de una banda. Basta con repasar lo difícil que lo han tenido aquellos grupos que han cambiado su vocalista. Los Rolling Stones, por poner un ejemplo muy ilustrativo, cambiaron alguien tan carismático como Brian Jones por Mick Taylor . Y después echaron a Taylor y entró Ron Wood, y no pasó nada. Pero nadie se puede imaginar unos Stones sin Mick Jagger. Sería otro grupo.
¿Y te has sentido y te sientes a gusto con el papel de frontman que te ha tocado jugar?
Ahora es más fácil. Antes también lo era, pero por la inconsciencia con la que hacía las cosas. Iba siempre a mil. Largaba mis discursos y ni los pensaba, me salían del alma, como en el disco “Ben endins” (Salseta Discos, 1991) y mi rajada antes de tocar "Guerra", la versión que hacíamos del "War" Bob Marley. En estudio la intentaron eliminar pero fue imposible porque lo hice sobre la música. Ahora sigue diciendo las cosas tal y como las siento, pero las he pensado antes.
La letras de “La gran onada” esconden la sapiencia del que ya ha estado ahí pero sin doctrinas.
Para mí eso es súper importante: ni doctrinas, ni lemas, ni proclamas. La idea es compartir aquello que a ti te ha impresionado. Aquello que se te ha quedado adentro y que necesitas liberar y hacer copartícipes a los demás. El reto es explicar de forma sencilla cosas complejas. No hay infierno, ni tragedia, ni maldición más grande que tener éxito con una cosa que no es cierta.
¿Cómo?
Como hacer una canción con la única idea de que sea radiable y tenga éxito.
¿Alguna vez en el pasado os lo planteasteis, escribir una canción con el único objetivo de que lo petara?
No. Por suerte no, porque una canción así puede marcar toda tu carrera. Y la debes cantar por siempre jamás porque la gente te la pide. Peor aún, si es una impostura, se acabará descubriendo. Nosotros, por suerte, no tendremos ningún problema en seguir cantando "L'Empordà", "Si et quedes amb mi", "Podré tornar enrere" o "El boig de la ciutat". Ni "Camins" ni "El far del sud". Clásicos de nuestro cancionero con los que podré estar de acuerdo siempre.
Un lista interminable de canciones que ya no son vuestras sino de dominio popular.
Canciones que mucha gente no sabe ni que son nuestras, y eso es una de las cosas bonitas de la cultura popular, que al final acaba siendo anónima y de propiedad colectiva. Por eso antes decía que es difícil hacer un repertorio en el que puedas hacer espacio a diez canciones nuevas que convivan con todos esos temas que ya no son ni tuyos, sino que son de todo el mundo y que no puedes excluir.
Seguramente este es vuestro disco más comprometido política y socialmente. Aunque nunca habéis sido un grupo que se ha escondido.
Y a veces más que en las canciones en las declaraciones. Nunca hemos sido acomodaticios ni políticamente correctos. Muchas de nuestras canciones son en primera persona pero este yo empatiza. La lectura que se puede hacer de muchas de las canciones es íntima y personal pero también colectiva. Y en este disco tal vez hemos sido mucho más empáticos que nunca. Es un disco en el que la palabra amor está muy presente.
"De jóvenes queríamos tocar en el Madison Square Garden y ahora queremos seguir siendo Sopa de Cabra".
Pero no es un amor romántico.
No, no es este amor romántico que hemos ridiculizado y devaluado, un amor que ya nos resulta enormemente cursi, sino un amor empático que se pone en el lugar del otro. Hace meses vi una carrera de estas ultra largas, un maratón o medio maratón. De repente el primero se dio cuenta que detrás de él había desfallecido otro corredor. Se paró y le ayudó a llegar a la meta sabiendo que perdería la carrera. Este es el amor del que hablo.
Un amor comprometido, más social y político.
Este verano, mientras estábamos grabando, el Sea-Watch estaba cargado de emigrantes dando vueltas por el Mediterráneo a la espera de que un puerto lo dejara entrar. Al mismo tiempo, una caravana de personas de países centroamericanos se dirigía hacia la frontera con Estados Unidos donde incluso les esperaban grupos civiles armados. Cuando esto sucede de qué más puedes hablar. Qué hay más importante que esto, que es realidad, presente y futuro. El disco está empapado de esta conciencia. De aquí es de donde han surgido temas como "Farem que surti el sol" donde nos metemos en la piel de aquellos a cargo de un barco que salva gente que se ahoga en el mar pero no solo no se les reconoce su trabajo sino que encima les acusan de tráfico de personas. O "Fronteres", que empatiza con el que emprende este peligroso viaje hacia nadie sabe dónde.
¿Cuántas horas al día dedicas a pensar?
Es que comparto piso con Xarim Aresté y...
¡Vaya otro!
Nos hemos juntado el hambre con las ganas de comer (ríe). Con Xarim filosofamos muchísimo. Nos pueden dar fácilmente las seis de la mañana divagando sobre nuestras cosas. Somos afortunados de invertir horas a algo aparentemente tan inútil como darle vueltas al tarro e intentar ver las cosas con perspectiva. A Xarim le ha dado ahora por las religiones y se ha leído muchos de los libros sagrados de los diferentes credos que hay en el mundo. Cuando viene alguien a casa nos tenemos que auto obligar a bajar a la Tierra (ríe).
Hay mucha gente que cuando llega a cierto momento vital deja de interesarse por la música nueva que va surgiendo. Tú, en cambio, sigues con esa pulsión melómana por querer descubrir nuevos talentos.
Cada semana, por no decir cada día, tengo la ilusión por descubrir algo que no haya escuchado antes jamás. Algo que me flipe, que me enganche y que me lleve a apretar el repeat compulsivamente. El otro día me supo fatal no poder ir a ver a Patrick Watson. Es uno de los músicos que más gratamente me ha sorpendido en los últimos años. Y ahora me ha dado por escuchar hasta cansarme a Neko Case, sobre todo un disco que hizo con K.D. Lang y Laura Veirs, “Case/lang/veirs” (16). Hay un tema, "Greens Of June", que me parece espectacular. Es increíble como se puede encapsular tanto sentimiento en una estructura tan senzilla. La podría escuchar mil veces y me seguiría emocionando. Y luego está Bon Iver, un artista que marcará época. Contrariamente, el otro día me invitaron a ver a Greta Van Fleet. Y sí, son muy buenos y recuperan perfectamente el sonido de Led Zeppelin. Una banda tremenda, pero les faltan las canciones, las obras monumentales, los "Kashmir" y "Stairway To Heaven".
¿Y de aquí?
Estamos pasando por un momento creativo brutal con un montón de gente joven haciendo cosas muy interesantes. Me refiero a nombres como Ferran Palau, El Petit de Cal Eril o Pau Vallvé. Y tenemos la Beyoncé latina, que es Rosalía. Antes era impensable que pudiera salir de casa un fenómeno de esta dimensión. O Silvia Pérez Cruz, haciendo también mundo pero a otro ritmo. Y Suu, Clara, Joana Serrat, Clara Peya... Afortunadamente, la presencia de la mujer en la escena musical cada vez es más grande. Tenemos que apostar por la cultura y la creación.
Tienes un hijo adolescente que básicamente escucha rap y trap. ¿Te interesa el género?
Sí, es la música que escucha mi hijo. Es el género que les habla desde la calle y de forma más directa. Es la misma sensación que experimentábamos nosotros con el rock, un estilo que se ha quedado simplemente en las formas. El hip hop ahora mismo está en constante evolución y lo hace con unas estructuras mínimas. Con los mínimos recursos puedes hacer un temazo. Si hubiera nacido en estos últimos veinte años mi lenguaje sería el rap.
¿Cuando empezabais queríais ser Led Zeppelin y girar por el mundo? ¿Ahora qué quieren ser Sopa de Cabra cuando sean mayores?
Sopa de Cabra. De jóvenes queríamos tocar en el Madison Square Garden y ahora queremos seguir siendo Sopa de Cabra. Lo dejamos durante diez años hasta que nos dimos cuenta de que éramos el cantante de Sopa de Cabra haciendo un disco en solitario o el guitarra de Sopa de Cabra estudiando arquitectura. Y siempre será así. Cuesta pero te acabas dando cuenta y aceptándolo.
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