El tiempo se detiene cuando “Agaetys Byrjun” (Fat Cat/Pias, 00) invade el espacio. El magnetismo desprendido por esos setenta minutos de pop mayúsculo lo contagia todo, introduciendo al oyente en una espiral narcoléptica de la que es imposible escapar. La duda, más que razonable, de si los islandeses sobrevivirían a tamaña experiencia, encuentra respuesta en los surcos de “()” (Fat Cat/Pias, 02), un disco que, por descontado, avivará el fuego de la controversia. Porque Sigur Rós -“victoria rosa” en islandés, el nombre de la hermana pequeña de Jónsi Birgisson, vocalista del grupo-, no gustan a todo el mundo. Su música -un glaciar pop que avanza lentamente arrastrando materiales de confusa datación, recogiendo ecos de un estallido primigenio que afloran, virulenta o contemplativamente, desde el mismo centro de la tierra- ha provocado aversiones y adhesiones encendidas desde que trascendió su aislado entorno.
"Queremos que el disco sea personal y diferente para cada individuo… por eso no hay títulos, no hay portada, no hay letras" |
Goggi Holm, bajista de la banda, sentado frente a mí en un hotel madrileño de los caros, elude la polémica mientras practica la apnea en un mar de dudas. “No tenemos miedo. Sabemos que lo que tenga que ocurrir con nuestro nuevo disco ocurrirá. Habrá gente que lo odiará y habrá gente a la que le encantará. Por mi parte estoy contento de cómo ha quedado, y creo que es un disco que merece la pena”, explica con su inglés de secundaria. Luego regresa a superficie, toma aire por espacio de muchos, muchos segundos y continúa: “No creo que busquemos la belleza a la desesperada... o quizá sí... no estoy seguro de qué estamos buscando exactamente... quizá estamos buscando por el mero hecho de buscar en sí. Lo que sí te puedo decir es que disfrutamos con el feedback, con la respuesta que recibimos ante nuestra música y nos encanta pensar que tiene un efecto real sobre las personas que la escuchan”. En lo que a mí concierne, debo decir que sí, que misión cumplida. Aunque escuchándole me cabe la duda de si mi corazón estará encallecido y duro como el pedernal. “Nos escribió un chaval a la web contándonos que ´Agaetys Byrjun´ le había ayudado mucho a sobrellevar la ausencia tras la muerte de su padre... y otro chico nos contó que estaba pensando en alistarse en el ejército, pero que conoció nuestro anterior disco y rehusó tal posibilidad... esas cosas significan mucho para nosotros y nos inspiran aún más”. No es para menos. La música del cuarteto de Reykjavik, en su desaforada belleza, invita a la disidencia. Esa rebeldía puede durar lo que la escucha en sí. O más, quién sabe. Lo que sí queda claro es que, a pesar de no contar esta vez con el factor sorpresa, el tercer disco de Sigur Rós -“Von”, “esperanza”, fue su primer trabajo- mantiene a flote la capacidad embriagadora de su predecesor. Y significa tanto para sus autores que se llevó por delante su nutrida agenda de actuaciones veraniegas.
“No creo que busquemos la belleza a la desesperada... o quizá sí... no estoy seguro de qué estamos buscando exactamente..." |
“Hemos estado trabajando en él durante mucho tiempo; lo cierto es que el proceso de grabación –ubicado en un estudio construido en una vieja piscina a las afueras de la capital islandesa y supervisado por Ken Thomas, productor e ingeniero vinculado al terrorismo sonoro y la no wave, que ha trabajado con Psychic TV, Daisy Chainsaw, Bush Tetras o Wire- fue bastante difícil. Pero lo peor fue la mezcla, que nos pilló ya entrados en el verano y nos obligó a decir que no a los festivales que nos habían contratado. Si queríamos publicar el disco este año teníamos que dejarlo terminado ahora –principios de septiembre, el sol inunda todavía la apetecible suite testigo de nuestro encuentro- sobre todo por el tema de la edición norteamericana, que lleva su tiempo. Tampoco nos gustaba la idea de cancelar los festivales, pero no quedó más remedio. En cualquier caso, los festivales de verano, las actuaciones al aire libre limitadas en tiempo, no son el marco más adecuado para disfrutar de nuestra música”. Completamente de acuerdo. La implicación emocional vivida por el respetable durante su última gira por nuestro país habla a las claras de las capacidades empáticas de su música. Y eso, implicación, empatía, es lo que se empeñan en buscar en su nuevo trabajo. Por ello, han renunciado a los títulos, al diseño de carpeta cerrado, proponiendo a sus oyentes espacios en blanco –desde la portada a los nombres de las canciones- que ellos mismos habrán de llenar de contenido tras la escucha. Un exceso de concepto, pensarán algunos. Pues efectivamente. “La razón del diseño es puramente conceptual... queremos implicar a las personas que se acerquen a él a través del diseño mismo. Hasta que el disco no ha sido escuchado por el público nosotros no lo damos por finalizado. Una vez que alguien tiene el disco en sus manos y lo escucha, ese disco deja de pertenecernos... a partir de ahí el disco ya es suyo, pasa a convertirse en la banda sonora de esa persona, sin condiciones, para que haga lo que quiera con él”. Tampoco hay letras. Bueno, sí las hay, pero no están escritas en un idioma codificado y reglado. El hopelándico (dialecto al que recurren para dar forma a sus textos, también presente en “Agaetys Byrjun”) vuelve a ser el vehículo lírico utilizado por el grupo (que completan, ya se me olvidaba, Kjarri Sveinsson a los teclados y Orri Páll Dyrason tras los parches). “No hay letras al menos en el estricto sentido de la palabra. Pero utilizamos el hopelándico para condicionar menos la escucha. A veces la música de una canción es triste y la letra muy alegre y entonces... qué pasa?... si las sensaciones están condicionadas por el texto éste no hace sino limitar la libertad en la escucha. Queremos que el disco sea personal y diferente para cada individuo y por eso entregamos sólo las canciones, la música. No hay títulos, no hay portada, no hay letras. Ahora tenemos la expectativa de ir recibiendo en nuestra página web el material que los fans vayan confeccionando a partir de la escucha del disco. Ojalá nos llevemos unas cuantas sorpresas, porque eso significará que nuestro propósito se ha cumplido y que las personas que nos escuchan se han implicado también”. Una estupenda vía de conocimiento y autorreflexión. “Sí, sí. Estoy de acuerdo. Podemos aprender muchas cosas sobre nuestra propia música, porque en realidad pienso que llegamos a entender muy poco, lo mínimo en realidad, sobre nuestra propia música. Para nosotros es muy complicado hablar sobre ella y creo que esta experiencia puede ayudarnos a desentrañar sobre qué va exactamente. Nosotros nos limitamos a darla forma, pero los fans la experimentan de una manera mucho más real”. Aunque la sospecha, ya presente en su anterior trabajo, de que Sigur Rós renunciaban a las posibilidades comunicativas del lenguaje concreto se acrecientan con esta actitud. “No. Este disco se acerca bastante a lo que llevamos intentando ser durante todo este tiempo. Pero eso no quiere decir que el próximo disco haya de seguir esta línea. Puede que el siguiente tenga textos en un idioma reconocible... quizá en español”. ¡Pero qué tuno este Goggi! “Nosotros no planeamos nada
exhaustivamente, quiero decir, no nos sentamos y decimos ´queremos
escribir una canción realmente alegre´. Simplemente nos juntamos y
empezamos a tocar. La canción comienza, sucede y termina en un momento
dado. No nos interesan los mensajes cerrados o terminados, ni queremos
ofrecer visiones tajantes desde el punto de vista político porque no nos
gusta decir todo lo que pensamos acerca del mundo que nos rodea. Creo
que preferimos plantear preguntas antes que ofrecer respuestas. Es
bastante extraño y también bastante difícil de explicar. No quiero decir
que no planifiquemos el trabajo de cara a cada nuevo disco, porque sí
lo hacemos en todo lo referente a cómo ha de sonar, y obviamente
partimos de una idea básica para cada tema, pero lo que no sabemos es
hasta dónde va a llegar el tema en sí”. Ni nosotros sabemos hasta
dónde van a poder estirar la inspiración. Porque su escandalosa
juventud, veinticinco añitos de media, invita a la incertidumbre. O a la
euforia. “Como te decía antes, no planeamos demasiado las cosas.
Éstas suceden, los discos aparecen... bueno, no realmente, creo que
nosotros estamos interesados en cualquier aspecto, en cualquier faceta
de la música. Yo escucho música que me gusta y música que no me gusta. A
veces pongo la MTV y me trago del tirón un montón de vídeos de R&B,
que me parecen horribles. Pero no desdeño la posibilidad de encontrar
en un momento dado algún artista de ese estilo que merezca la pena...
así que creo que cualquier cosa es posible, puede que con el tiempo
tiremos hacia la electrónica o ¡hacia el R&B mismo!”. Miedo me
da. Prefiero pensar que continuarán por la senda trazada hasta el
momento. Un camino incierto que, se pongan como se pongan algunos, sólo
conoce las huellas de unos pocos.
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