"Sólo tengo un rato para establecer una relación con el público, y los insultos y gargajos son la forma más fácil de lograr ese cometido"
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"Sólo tengo un rato para establecer una relación con el público, y los insultos y gargajos son la forma más fácil de lograr ese cometido"

Joan Cabot — 23-07-2014

Disfrazado de chuloputas trasnochado, un energúmeno se dedica a insultar y retar al público durante cuarenta minutos mientras va lanza ritmos cacharreros. Se llama Julián Lede y formó parte de Titán, pero ahí arriba es Silverio. Y tiene los cojones cuadrados. Acaba de publicar nuevo single, “Salón de belleza”, con clip dirigido por Nacho Vigalondo.

Conozco a Julián Lede poco antes de nuestra entrevista. Lo encuentro en la carpa de acreditados y me presento. Está con su mánager europeo, también mexicano, y su novia, española. Es un tipo simpático y educado. Se hace fotos junto a un grupo de adolescentes, ya con peluca y con su traje de narcolover.

A pesar del disfraz, Lede insiste en que Silverio “es pura sinceridad. Es algo muy directo, sin planear. Normalmente sólo tengo un rato para establecer una relación con el público, y los insultos y gargajos son la forma más fácil de lograr ese cometido”.

A medio camino entre el directo y la performance, las actuaciones de Silverio son un espectáculo increíble y peligroso, especialmente para él. Que Lede se vaya desnudando a lo largo del show, pasándose el micrófono literalmente por el forro, es lo de menos: en sus conciertos, Silverio se pasa la mayor parte del tiempo enfrentándose al público, increpándole en slang mexicano, lanzando un alud de mierda sobre los atónitos y los vengativos. “La reacción depende del grado de violencia de cada país”, comenta él. “En México la gente suele violentarse bastante, pero a la vez se sienten identificados de alguna manera”.

Tras superar la sorpresa inicial, el público empieza a comprender el significado de expresiones como “me maman la verga”. Algunos lanzan cervezas y vasos, otros responden insultando y escupiendo de vuelta. En un momento dado, alguien intenta agarrarlo desde la barrera. Silverio se revuelve y, sin perder su aire desafiante, le espeta al tipo un “estamos entre personas” que resuena como el latigazo definitivo. Todo muy instructivo. “Si les insulto, escupo y les tiro cosas, me tengo que aguantar”, explica Lede sobre la reacción del público. El caso es que los franceses suelen ser tirando a civilizados en los conciertos, pero Silverio suele actuar en el DF de México. “Una noche me atracaron en el escenario. El público se subió y cuando bajaron me habían robado el equipo y la ropa, todo, y tuve que pedirle unas braguitas a una dama. Ella se bajó los pantalones y se quitó las bragas y yo seguí bailando. Eso fue muy cotorro. Es violencia, pero violencia divertida”.

“Nos dedicamos a hacer rock y que se haya convertido en algo tan light da un poco de vergüenza. Justamente lo padre que puede tener es esa cosa más cafre, como dicen ustedes. Se trata precisamente de que el show se me vaya de las manos, pero eso depende más del público que de mí. La idea es dejarse ir y pensar lo menos posible. Yo puedo bailar y tocar mi música, pero las cosas interesantes empiezan a suceder cuando la gente se empieza a relacionar”.

La pregunta lógica, entonces, es saber hasta qué punto es importante la música de Silverio respecto a sus shows. “La parte del show creo que es lo más importante, aunque el show no sería posible si no existiera la música y no estuviera más o menos bien, así que creo que se complementan. Pero en mi caso, está bien escuchar a Silverio en casita, pero lo importante es verlo en vivo”.

Desde que se convirtió en Silverio, Julián Lede ha ido publicando discos en su sello Nuevos Ricos, proyecto en el que aplicó todo lo que había aprendido en sus años como miembro de Titán. La primera canción que compuso fue “Yepa Yepa Yepa”, todavía hoy su canción más conocida, un canto de guerra que ya sentaba las bases para lo que vendría después: rock tocado con máquinas, o electrónica con actitud rock. Todo muy directo y básico. “La única ventaja de la electrónica es que no tienes que compartir el escenario con nadie. Lo que sucedió con cierta electrónica en los noventa es que se convirtió en una cosa aséptica, muy linda y diseñada, lo cual me parece muy miserable. Yo no uso computadoras, porque no concibo hacer música mirando una pantalla, sino samples. Añadiendo más complejidad puedes acabar perdiendo el rumbo. Si usas pocos elementos y tienes una idea clara, la cuentas claramente. El minimalismo me caga, definitivamente, entonces uso pocos elementos no porque quiera ser minimalista sino porque quiero ser claro”.

Más que claro, Silverio es explícito. El suyo es la clase de show que de verdad vale la pena. Lejos de la complacencia habitual en el rock, sus directos ofenden e indignan a una parte del público. El resto, acaban con la mandíbula desencajada y convencidos de su poder imperial. Silverio, de Chilpancingo Guerrero. Un semidiós con la boca sucia lanzando truenos por el ano que acaba de pasar por Madrid a propósito de su nuevo single, “Salón de belleza”, grabado junto a Otto Von Schirach y con clip dirigido por Nacho Vigalondo.

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