Sol, has combinado la música con otras disciplinas artísticas, sobre todo el teatro. ¿Qué te aporta?
De hecho, empecé a estudiar en una escuela de cine y televisión en Colombia, y a partir de ahí empecé a indagar a nivel de creación. Lo que más me apetecía era escribir, y a través del teatro encontré una forma más factible de hacerlo. Era más fácil así que en el cine. Quería escribir una obra y lo hice.
"En Colombia tienes que hacer de todo. Si te dedicas a la música, también eres actriz, bailarina, lo tienes que tocar todo".
Una manera de tener algo propio, con tu mirada.
Exacto. Hasta los veintisiete estuve en la música comercial, y a partir de ahí tuve otras necesidades que fueran más allá de la música y encontrar otros soportes como el visual. Así me vinculé al teatro. Curiosamente en Colombia es algo que tiene mucha fuerza. Hay un festival de teatro iberoamericano muy importante. Hay obras que llegan allá cada dos años y, como Bogotá es una ciudad muy viva culturalmente, en ese sentido comencé con audiciones y quedó una obra multidisciplinaria.
Supongo que era una consecuencia de todas tus inquietudes.
El personaje principal era muy surrealista, una mujer perdida en el tiempo, que se situaba entre el pasado y algo futurista, buscando su espacio y cantando siempre el mismo bolero. Esto es lo que me hizo entrar en este tipo de composición.
El tema de presentación de “La dama oscura”, “Disparo”, te presenta en un formato en que lo cinematográfico tiene mucha importancia. Hay guiños a Tarantino y Wong Kar Wai. ¿Hasta qué punto te inspira su trabajo?
Lo que más me interesa es la oposición de fuerzas. Por ejemplo cuando Tarantino utiliza una balada ranchera para uno de los combates de “Kill Bill”. Combinar algo muy descarnado con algo más pasional. Ese tipo de contradicción es lo que me interesa a mí. A diferencia del teatro, lo bueno del cine es que tú ahí lo tienes todo. Ves “In The Mood For Love” con esa música y es increíble, te lleva a un estado distinto, creo que es la disciplina que reúne a todas las demás, la más completa [...] La música genera una dimensión y lo visual definitivamente se contextualiza.
Yo todavía soy amante de ir al cine, meterme en una sala, poner el móvil en silencio y centrarme en la historia que me van a contar. Es la única manera en que consigo desconectar todo. Si veo una película en casa me dispersó más. Es una experiencia incluso más personal que escuchar música, ir a un concierto o ver una obra de teatro.
En realidad, son experiencias muy distintas. Obviamente el cine es la más completa de esas disciplinas, y la literatura requiere mucho de la imaginación y de la concentración. Definitivamente el arte requiere de una manera de meditación, de olvidarse de uno mismo.
Al final, la música no siempre es únicamente la música. Muchas veces funciona de manera autónoma, pero también necesita de un entorno, de imágenes... Estás proyectando un sueño que, de alguna manera, habita en tu cabeza.
Eso me pasa con la literatura de Roberto Bolaño, aunque yo no esté en ese punto, pero era muy visual cuando escribía. En algún momento me traslado al cabaret de una época. Me gusta mucho trabajar esos aspectos a nivel musical.
En tu perfil de twitter te describes así: “en mi tiempo libre soy cantante y, cuando me ocupo, equilibrista”. ¿Qué tipo de equilibrismo practicas?
(Risas) Es que siendo músico tienes que hacer otras muchas cosas. Por ejemplo, si haces teatro es únicamente el teatro, o si haces televisión, pues lo mismo. La música tiene un componente poético, ya que en realidad es muy complicado vivir de la música. Al menos en Colombia.
Una utopía, ¿no?
Sí. ¡Es muy difícil!
Y eso que en tu caso, como Anasol, viste la cara más lustrosa del negocio.
Cierto, tuve mucha suerte. Y espero seguir teniéndola. En Colombia tienes que hacer de todo. Si te dedicas a la música, también eres actriz, bailarina, lo tienes que tocar todo. Ahora es más sencillo crear contactos con la tecnología. Pero el negocio de la música es más austero que antes. Yo viví los últimos coletazos de una época de esplendor. Yo viví estar en Miami e ir de comprar con una limusina. Hoy en día eso casi no existe. De hecho, me siento afortunada. Entonces todo el mundo tenía su sello y su manager y ahora, incluso muchos artistas consolidados, están tocando solos. Estamos en un momento en el que hay mucha autosuficiencia.
"He sido muy desordenada, bastante. Pero ahora estoy en un periodo en el que me tengo que ordenar. El desorden genera creatividad".
Por esa razón, si no estás en una gran discográfica que te apoye con promoción, es más difícil llegar a los grandes medios, a la radio, a la televisión. Puedes partir de algo más local pero es complicado expandirlo.
Ahora está todo más distribuido y, por contra, creo que hay más curiosidad. La gente investiga más. Hay jóvenes que son instigadores de proyectos. Digamos, que, a través de Internet, tienen más información, mientras que antes acudíamos únicamente a la televisión.
En tu biografía, y volviendo al terreno más musical, dices que te gusta convertir el tango en blues, el bolero en rock y los ritmos latinos en folk nórdico. ¿Cómo se explica esto?
(Risas) Parte de mi creatividad es tratar de mezclar estilos de manera empática. Y sin forzarlo, con naturalidad. Quería crear un personaje que tuviera características de este estilo y de este otro sin tener prejuicios. En Colombia por ejemplo hay mucho caos y mucho prejuicio a esa experimentación. Por suerte yo estoy limpia en ese sentido.
Tendemos a etiquetar en exceso, ¿no?
Quizás sí, pero no hacerlo te da libertad. Estamos acostumbrados a que nos agrupen por módulos. La sociedad nos ha hecho así. En los países en vías de desarrollo hay más desorden, y hay más acceso a eso.
Cómo te sientes más cómoda, ¿en el orden o en el desorden?
He sido muy desordenada, bastante. Pero ahora estoy en un periodo en el que me tengo que ordenar. El desorden genera creatividad. Y el orden hay que tenerlo hasta cierto punto, pero hay que tenerlo.
A mí gusta tener una vida fuera de lo convencional, pero al final del día necesito un poco de orden, me hace sentir seguro. Encontrar ese equilibrio del que hablábamos antes.
Yo he sufrido mucho por el desorden. Últimamente estuve con cierto desorden familiar con mi padre que estaba muy enfermo, y lo estaba compatibilizando con la creación del disco. Tenía un caos literal. También tuvimos problemas con un tema de unas propiedades, tuvimos que aguantar amenazas de gente, con abogados de por medio, y a mí tocó hacer un poco de Juana de Arco, salir ahí con mi espadachín. Me tocó pisar tierra y olvidarme de la vida del teatro, esto era lo real.
El disco se titula “La dama oscura”. ¿Quién es esa dama oscura? ¿Eres tú?
Hubo una época en que pensé en llamarme La Dama Escobar, e hice una votación democrática en mi página de Facebook, y tuve un no rotundo. Era una idea provocativa, yo pensaba en los rebeldes de la revolución mexicana, por este movimiento de música norteña. Tenían muy poco criterio artístico, pero les cantaban a los héroes de la revolución. Después se convirtieron en las canciones de los llamados narcotraficantes. Entonces yo jugaba a provocar, por mi apellido. La gente se podía haber ofendido, tomarlo como algo personal.
Un país como Colombia ha sufrido mucho este tema, algo que obviamente deja secuelas.
Por supuesto, ha sufrido muchísimo. Hay dos amigas mías a las que mataron a sus padres, he visto como caían bombas al lado de mi casa y como sobrevolaban aviones amenazantes a todas horas. Y desafortunadamente no ha habido una conciencia global, incluso en países con más posibilidades tipo Reino Unido o Estados Unidos.
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