"Everything Is Alive" (Dead Oceans/Popstock!, 2023) es su quinto álbum, el segundo que publican desde que volvieran a reunirse en 2014, y sobre él hablo a través de la pantalla del PC con Rachel Goswell y Simon Scott, guitarrista y batería de la banda que completan Neil Halstead (voz, guitarra, teclados y compositor principal), Nick Chaplin (bajo) y Christian Savill (guitarra).
¿En qué creéis que se diferencia "Everything Is Alive" (2023) de "Slowdive" (2017)? A bote pronto, tengo la impresión de que es más electrónico.
Rachel Goswell: Tienes razón en que tiene más elementos electrónicos que el último disco. Hay gente que nos dice que tiene cosas de "Pigmalion" (1995), pero en realidad no lo sé. Nos ha llevado tres años de trabajo y me gustaría decir que es distinto a los anteriores, al menos hemos explorado una tecnología diferente. No sé qué opina Simon…
Simon Scott: Sí, es difícil creer que hayan pasado ya seis años desde el anterior…
Rachel Goswell: Bueno, ha habido tres años de pandemia, muchas cosas ocurriendo, y eso nos cambia la percepción del tiempo (risas).
Simon Scott: Creo que lo que ocurrió es que cuando hicimos el último teníamos ese entusiasmo de volver a reunirnos otra vez todos como una banda, y dimos muchísimos conciertos, esa fuerza puede sentirse en aquel disco, pero la fragmentación y la dislocación que provocó la pandemia llevó luego a Neil (Halstead) a escribir mucho material, y cuando nos juntamos de nuevo en el estudio teníamos como treinta esbozos de canciones repletos de loops, con más sintetizadores y un sonido más electrónico, y creo que esa es la gran diferencia, contestando a tu pregunta.
“Es maravilloso que nuestras canciones de los 90 conecten con las emociones de adolescentes de ahora”
¿Está el título del disco influido por la muerte de tu madre, Rachel, y por la de tu padre, Simon? ¿Puede decirse que es un disco sobre la muerte que no quiere sonar apesadumbrado?
Rachel Goswell: No creo que el disco esté directamente influido por nuestras pérdidas. Cuando Simon (Scott) y yo pudimos compartir de nuevo un estudio fue en octubre de 2020, solo habían pasado unos meses y fue todo muy triste, pero nos resultó de mucha ayuda hablar entre nosotros sobre el trance que estábamos atravesando. Nos entendíamos perfectamente. Creo que hay elementos en el disco que suenan muy oscuros, al menos en canciones como “The Slab”, pero también hay luz. Justo un año antes de la pandemia tuve un hijo, y supongo que la luz de una nueva vida también está ahí. Sí, hemos perdido a nuestros padres, y ese dolor es un proceso que hay que digerir, y que siempre va a estar ahí. Pero su ADN está en nuestros huesos. Siempre van a estar física y mentalmente en nuestros cuerpos, y creo que tres años después me reconforta saber que mi madre sigue conmigo. Es el ciclo de la vida, ¿no? Y creo que el título encaja.
¿Sentíais presión por responder al estándar de vuestras grabaciones anteriores, o eso es algo que ya superasteis cuando grabasteis Slowdive (2017)?
Simon Scott: Pues yo creo que con este sentimos más presión que con el anterior. Cuando la gente empezó a decirnos que debíamos ponernos las pilas y ensayar, porque teníamos el Primavera Sound de 2021 en la agenda, ahí sentimos presión. Pensé que nadie vendría a vernos salvo que estuviéramos realmente preparados. Y esa presión de los primeros conciertos acabó siendo algo divertido. Mucho. Sobre todo porque mirábamos al público y veíamos cómo la gente disfrutaba de nuestra música. Así que hacer este disco fue como una consecuencia natural de ese subidón. Pero llegó la pandemia y lo cubrió todo de nubes. Cuando volvimos a juntarnos, tuvimos que grabar algunas de las canciones una y otra vez. Ocurrió con “Shanty” y algunas más. Y creo que Neil (Halstead), como songwriter, sintió la presión de llevar a la banda en esta dirección, un poco más electrónica, a través de la cual muchas de las canciones cobraron una forma distinta a la que tenían en un principio. Creo que por eso hubo más presión sobre este disco. Una presión que nos impusimos, porque queríamos que fuera un gran disco. Y es fruto de esa tensión.
Rachel Goswell: Fue casi como si hubiéramos vuelto a experimentar lo del difícil segundo álbum (risas). Creo que no había esa presión sobre Slowdive (2017) porque teníamos ese espíritu de “vamos simplemente a grabar y a ver qué ocurre”. Ni siquiera teníamos un sello, nos cargamos todo el peso sobre nuestras espaldas. Ahora sí lo tenemos. Aún así, creo que esa filosofía de simplemente grabar y ver qué es lo que pasa aún se mantiene, pero también creo que hubo más presión que con el anterior porque llevó más tiempo y llega un momento en el que sientes la necesidad de que las canciones tengan una perspectiva diferente. Neil (Halstead) llegó a tener veinte mezclas distintas, creo que fue demasiado lejos a través de la madriguera del conejo, si se me permite la expresión: tuvimos que dar un paso atrás y ver si alguien podía mezclar las canciones. Acabamos con Shawn Everett, que mezcló seis, y las otras dos las mezcló Neil (Halstead). La mezcla que hizo Shawn (Everett) de “Kisses” es la que más nos gusta. Tuvimos que esperar seis meses a que Shawn estuviera disponible para mezclar el disco. Fue como todo el rato empezar y parar, empezar y parar… la mayoría de las sesiones en el estudio fueron realmente productivas, y todo iba muy bien, pero Neil (Halstead) reeditaba parte de ese material, eso producía muchas discusiones virtuales sobre eternos links de Soundcloud que eran un work in progress a lo largo de dos años y medio. Y luego hubo un arreón final en enero de este año para tener las mezclas finales a tiempo para que el disco fuera publicado en septiembre. ¡Mucha presión durante unas semanas muy intensas! (risas). Así que para contestar a tu pregunta, ¡sí! Hubo mucha presión sobre este disco (risas).
Hay una canción que se llama “Prayer remembered” y otra que se llama “Andalucia plays” cuya letra dice “the prayer I remembered”. ¿Están conectadas?
Rachel Goswell: Creo que ambas están conectadas, son muy personales, ambas de Neil (Halstead), y en ellas habla sobre ciertos momentos de su vida. Lo de Andalucía creo que es por una canción de John Cale, muy ligada a uno de esos momentos.
¿Tenéis la sensación de que vuestro público se ha multiplicado en los últimos años respecto al que teníais en los noventa?
Rachel Goswell: Bueno, tenemos internet y es muy fácil para cualquiera acceder a cualquier música y tomar sus propias decisiones, y está claro que el público de Slowdive es mucho más amplio ahora que en los noventa.
Preguntándolo de otra forma: ¿podíais pensar en los años noventa que vuestra música llegaría a ser tan atemporal?
Rachel Goswell: No necesariamente, pero recuerdo entrevistas de entonces en las que ya decíamos que lo más importante para un grupo es la longevidad y el hacer discos que aguanten la prueba del tiempo. Siempre hemos sentido eso. Pero creo que si hablaras con nuestros yoes de veintitantos años acerca de qué pasaría en nuestros primeros cincuenta, ninguno de nosotros hubiera podido predecir lo que iba a ocurrir desde nuestra primera encarnación. Pero la longevidad es algo que siempre tuvimos en mente, y nos hemos apañado para dar con ella. Y no quiero sonar demasiado arrogante (risas). ¿Sabes lo que quiero decir? Estamos aquí hablando sobre un nuevo disco en 2023…
Simon Scott: Y es muy interesante cómo nuestro público se expande. Tenemos a gente que nos vio en directo en 1992 y adolescentes que nos ven ahora en primera fila. Mientras empezábamos nuestro bolo de Glastonbury hace dos semanas nos quedamos flipados con la cantidad de adolescentes que había en primera fila, mirándonos con atención. Tienen la edad de nuestros hijos, y se saben las letras de todas las canciones, las cantan en voz alta y las disfrutan. Como ha dicho ahora Rachel sobre la longevidad del grupo, si alguien nos hubiera dicho que un día estaríamos tocando para adolescentes que han pagado por vernos, nos hubiéramos descojonado. Hubiéramos pensado que eso nunca iba a ocurrir. Y ahora está ocurriendo. Y tiene sentido, porque teníamos veinte o veintiún años cuando escribíamos esas canciones, como dice Rachel, que hablaban sobre emociones que eran importantes para nosotros, y ahora conectan treinta años después con los adolescentes de hoy en día. Es algo increíble. Extraño. Como un raro accidente. Es maravilloso. Y loco.
"Antes éramos cinco individuos compartiendo un autobús. O una pareja y tres más. Ya no"
Debe ser muy gratificante, ¿no? Como cuando os llaman los padres del dream pop, una etiqueta tan difusa que puede ser aplicable a bandas muy distintas. ¿Cómo lo lleváis?
Rachel Goswell: Obviamente, creo que es maravilloso (risas). Cuando volvimos en 2014 fue difícil para nosotros el relajarnos pensado en que tantos músicos nuevos nos tenían como referentes. Nos resultaba muy extraño. En los últimos nueve años hemos llegar a aceptarlo con naturalidad, porque antes nos costaba. No queríamos parecer arrogantes, quizá por este rollo de la corrección tan británica que tenemos sobre nosotros. Es precioso ver a tantas bandas jóvenes que le dan al shoegaze y lo expanden en diferentes direcciones. Para serte honesta, aún estoy tratando de deslindar las diferencias entre lo que se entiende por shoegaze y lo que se entiende por dream pop. Pero es increíble ver cómo ha crecido todo esto en los últimos años. Los últimos quince, creo. Recuerdo entrar en mi MySpace y reírme al ver a multitud de bandas que se definían como shoegaze. Era la primera vez que yo veía que se le definía como un género. Han tenido que pasar muchos años para aceptar todo esto desde una cierta paz (risas). Es lo que hay, y hay que aceptarlo. Quizá las bandas de kraut rock se hayan sentido igual, con esa sensación de incomodidad al ver a tantos nuevos acólitos. Es algo muy extraño, pero también muy bonito.
Antes hablabais de lo difícil que ha sido este disco, pero me gustaría saber si fue fácil recuperar la química entre vosotros en 2014, tras casi veinte años funcionando por separado.
Rachel Goswell: Creo que sí.
Simon Scott: Creo que es más fácil entenderse ahora, sinceramente. Cuando eres joven eres más caliente, más testarudo. Además, Rachel y Neil eran pareja cuando decidieron romper su relación en medio de una gira, ahí todos compartiendo furgoneta. Perdona, Rachel, por haber sacado el tema…
Rachel Goswell: No, no, ha pasado mucho tiempo, no te preocupes, en cierto modo todos hemos adquirido algo de madurez, y puede que ahora nos tengamos todos más respeto.
Simon Scott: Tenemos experiencias vitales similares. Todos tenemos hijos, también nos hemos divorciado (N. del R.: Rachel se carcajea), hemos encontrado nuevas parejas y creo que tenemos más cosas en común, aparte de nuestras colecciones de discos y el hecho de estar juntos en la misma banda. Es un estilo de vida al que podemos apelar. Lo que está muy bien, porque cuando viajas y te sientes cansado, o enfermo, o echas de menos a tus hijos, alguien va a conectar contigo y darte su apoyo. Antes éramos cinco individuos compartiendo un autobús. O una pareja y tres más. Ya no.
¿Es más fácil la vida en la carretera ahora?
Rachel Goswell: Bueno, a mí me cuesta dormir en el autobús. También me costaba en los noventa, pero iba colocada o bebida. Y como ya ni fumo ni bebo, ahora lo encuentro más difícil aún (risas). Algunas cosas son más fáciles, otras más difíciles.
Habéis tocado hace poco por vez primera en Glastonbury, ante una gran audiencia. ¿Cómo fue la experiencia, teniendo en cuenta que vuestra música podría diluirse en recintos muy amplios?
Rachel Goswell: Tocamos bajo una carpa, y eso siempre ayuda. Yo lo disfruté. Hemos tocado en muchos festivales en diferentes países durante los últimos años. Para Simon (Scott) fue como un sueño de infancia hecho realidad, ¿no?
Simon Scott: Sí, yo siempre he querido ir, pero solo cuando nos invitaran a tocar. Puede ser una idea un poco ingenua y estúpida (risas). Siempre está bien formar parte de algo de lo que se habla en todo el mundo, como es Glastonbury. Es un poco surrealista, porque pones la tele y hay una imagen de Rachel (Goswell) y todos tus vecinos y amigos están viéndolo. Es importante también porque mucha gente ha oído hablar de nosotros, pero nunca ha escuchado nuestra música. Es el sueño de un músico, hecho realidad, la verdad. Mi corazón se hundía un poco durante todos aquellos años en los que no figurábamos en el cartel (risas).
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