Siempre nos quedará París
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Siempre nos quedará París

Redacción — 09-11-2007
Fotografía — Archivo

¿Recuerdas aquel viaje de fin de curso a París en el que te agarraste una cogorza de campeonato y tu mejor amigo se enrolló (nadie pudo entenderlo) con la tía buena de la clase? Con un apellido que pone a huevo el chiste fácil y una habilidad natural para alargar su condición de rebelde adolescente, Zach Condon presenta estos días “The Flying Club Cup” (4AD/Popstock!), el segundo capítulo de sus crónicas vacacionales europeas.

Un repaso superficial a su corta biografía da pistas de por qué Zach Condon se ha convertido en algo así como el Antoine Doinel de la nueva generación indie. Como éste, el de nuevo México abandonó su escuela para ver el mar y no volvió jamás. Tenía dieciséis años y se embarcó en una aventura que le llevó hasta la vieja Europa, donde descubriría la música balcánica de la mano de nuevos compañeros de pillerías. Y él, que por entonces ya había grabado varios discos en su habitación con The Magnetic Fields como principal fijación, decidió entonces darle un vuelco a su música y completar una colección de canciones entre lo festivo y lo funerario que se convirtieron en “Gulag Orkestar”, para esta revista uno de los discos de cabecera del pasado 2006.

"A menudo abusamos del alcohol sobre el escenario por pura timidez"

“Esto que dices sobre la gente que me ve como una especie de héroe romántico me asusta, porque a veces creo que no voy a responder a las expectativas. Es cierto que he llevado una vida un tanto bohemia, pero la gente no se da cuenta de que con el tiempo yo también he exagerado ese cliché en público o sobre el escenario”. En la pasada edición de Glastonbury un Zach que luchaba por mantenerse en pie derrama la copa sobre su mandolina. El show, sin embargo, se convirtió en uno de los más celebrados de la edición 2007 y Beirut salieron catapultados como una de las más que probables sensaciones de la temporada. Su show, verbenero y deliberadamente amateur, contrasta con la eficiencia de una banda a caballo del controlado despiporre de la Wedding And Funeral Orchestra de Goran Bregovic y la engrasada maquinaria de Arcade Fire -de hecho, “The Flying Club Cup” se ha grabado en los estudios de los canadiense de la mano de Owen Pallet (Final Fantasy), colaborador habitual de los autores de “Neon Bible”-. “Nunca me he considerado un profesional y tampoco ahora. Respecto a la banda creo que formamos un grupo bastante simpático. Somos un completo desastre, y a menudo abusamos del alcohol sobre el escenario por pura timidez”. Simpáticos sí. ¿Desastre? Nada más lejos. Y mientras Condon explota esa autoindulgencia que tanto bien le ha hecho, se estrena en todo el mundo “The Flying Club Cup”, en sus palabras “un disco agridulce, en el que el ritmo es más importante que la melodía y la melancolía lo sobrevuela todo”. Un disco en el que nuevamente el paisaje vuelve a resultar esencial fuente de inspiración. “He vivido en París en los últimos tiempos y aunque ahora estoy en Brooklyn mi intención es volver allí e instalarme por una temporada. Me encanta esa mentalidad europea de vivir en ciudades y casas con siglos de historia; en Estados Unidos en cuanto tenemos algo antiguo inmediatamente lo convertimos en un museo. El caso es que siempre me ha encantado la música francesa y, aunque hace mucho que escucho a Gainsbourg, no ha sido hasta este último año, en Francia, que he descubierto a Jacques Brel. Y ha sido como un flechazo, me obsesioné y todavía sigo obsesionado con sus canciones. Su música es la cosa más triste del mundo y al tiempo hace que te sientas como si fueras a conquistarlo, suenan a un hombre que lo ha perdido todo y se lamentará por ello el resto de su vida. En directo su interpretación es muy intensa, extrema, y yo he intentado reproducir esa sensibilidad en el disco”. Hace tiempo Condon fantaseaba en una entrevista con la posibilidad de publicar un futuro disco de canciones inspiradas en el folklore asiático. “Bromeaba con el hecho de ir publicando discos con sonoridades de diferentes países (risas). ¿Sabes? yo te imagino perfectamente adaptando una colección de pasodobles a tu cancionero… “Pues no te creas, por ahí tengo un disco que compre en México hace tiempo... Es que, en realidad, la música es la excusa perfecta para viajar por el mundo, por eso el año pasado me empeñé en tocar por países del Este y ahora mi objetivo es visitar Lisboa”. ¿Habrá escuchado aquello que cantaba la Orquesta Mondragón? “Viaje con nosotros…”.

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