“Cuando empezamos no había ni de lejos la música de guitarras que hay ahora”
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“Cuando empezamos no había ni de lejos la música de guitarras que hay ahora”

JC Peña — 26-04-2021
Fotografía — Archivo

“Drunk Tank Pink” (Dead Oceans/Popstock, 21) es una brillante síntesis de post-punk inconfundiblemente inglés y trazas del indómito post-hardcore norteamericano.

Las letras introspectivas de Charlie Steen son la guinda perfecta para uno de esos raros discos que ponen de acuerdo visceralidad, inteligencia y a varias generaciones de ambos lados del Atlántico. Con el líder de  Shame charlamos para conocerles un poco mejor.

Vuestro segundo álbum me parece increíblemente maduro en cuanto a cómo absorbéis influencias dispares. La visceralidad punk sigue ahí, pero hay mucha más profundidad. ¿Cómo os lo plantasteis?
Es curioso, porque entre la gente que lo está oyendo hay un sentimiento común: que hay un salto importante respecto a “Songs Of Praise” (Dead Oceans, 18). Y lo que creo es que lo compusimos de modo diferente también. Pasamos de componer en Brixton a estar desubicados. Después de sacar el primer disco, estuvimos girando constantemente durante mucho tiempo. Luego estuvimos buscando un buen local de ensayo en Londres y haciendo maquetas en el cuarto de Josh (Finerty, bajista), y todo eso nos permitió tener en cuenta por primera vez cosas como la percusión o los sintetizadores. Fue bastante natural, tanto como cuando empezamos a componer nuestras primeras canciones. Pero ahora, con la experiencia, tenemos una mayor colección de influencias musicales. Creo que ha sido la evolución natural. Sabíamos que no queríamos hacer una copia del primer disco.

Entiendo…
Queríamos seguir componiendo y escribiendo aquello que nos suena bien. Y por supuesto, tuvo mucho que ver estar en el estudio La Frette, con el productor James Ford, teniendo acceso a un montón de cosas: un piano, percusión, cosas así. Es una sensación estupenda. Pero sí, creo que es un cambio que mola mucho.

Te iba a preguntar precisamente por qué elegisteis a James Ford (Arctic Monkeys, Gorillaz). ¿Os gustaba lo que había hecho con otros artistas?
Había venido a un bolo de Londres. Mientras componíamos nuevas canciones, nos enteramos de que estaba muy interesado en trabajar con nosotros. Le conocimos, fuimos a Londres a ponerle algunas de las maquetas que habíamos hecho en casa, y congeniamos muy bien. Al día siguiente oí en Spotify una canción que me flipó, y luego me enteré de que estaba producida por James Ford. Ha trabajado con un montón de gente increíble y tiene muchísimo talento para tocar cualquier instrumento. Hay muy buen rollo con él.

“No me quita el sueño que nos metan en la categoría del post-punk”.

La Frette está en Francia. ¿Por qué motivo os fuisteis allí a grabar?
Sí, en las afueras de París. Es precioso. Fue por la conexión con James Ford, ha grabado a Arctic Monkeys allí, y ha trabajado con más gente allí. Habíamos oído hablar de él por Idles. La cuestión es que tendemos a componer nuestra música en un entorno residencial, y en este caso compusimos el disco en las Highlands escocesas, de ahí salieron “Snow Day” y cosas así. Queríamos grabar también en un estudio residencial y éste era perfecto: he pasado allí algunos de los mejores momentos de mi vida. Es un sitio muy especial y bastante diferente a donde grabamos el primero. Creo que buscas algo distinto cuando sigues haciendo cosas. El primero lo grabamos en Rockfield, que es la hostia, fue muy divertido, pero fue un rollo de cervezas y pastel de cordero. Éste fue más de queso y vino. Los dos estudios son increíbles, por razones diferentes, pero La Frette es muy especial.

¿Me puedes contar algo de la foto de portada y el título del disco?
La portada es una foto del padre del batería, que se llama “Lenin”, como el comunista. Bautizó al grupo, nos presentó para que entráramos en el pub The Queen´s Head (ndr: punto de encuentro de la contracultura local) y ha sido una figura integral en toda nuestra carrera. Y el nombre “Drunk Tank Pink” salió de mi dormitorio, donde escribí la mayor parte de las letras, con todas las ideas del subconsciente. La habitación está en el barrio de Peckham, en una sala de lavadoras en la que podía vivir barato si era capaz de convertirla en dormitorio, con la ayuda de Lenin. Alguien había pintado las paredes en un tono rosado. Luego compusimos el disco, yo escribí casi todas las letras allí, lo grabamos y alguien dijo que el disco tenía el mismo tono rosado que habrían utilizado en Estados Unidos durante las guerras contra la droga para reprimir la violencia y la ira. En el Medio Oeste se hizo muy popular (ndr: los “drunk tanks” son celdas acondicionadas para acoger a drogadictos o alcohólicos).

¿Crees que es más difícil hacer el segundo álbum que el primero?
No lo sé. Es raro porque ha pasado mucho tiempo desde que sacamos el primero. Pero realmente si piensas en toda la gira que nos metimos y luego este año de Covid, creo que ha salido bastante bien. Al principio sí que hubo un periodo más lento, que se hizo largo, en febrero y marzo de 2019… Sean (ndr: Coyle-Smith, guitarrista) se había aburrido de la guitarra de girar tanto, y quería pasar a otras cosas o probar nuevos sonidos con la guitarra. Espero que no nos arrepintamos, porque en breve volvemos a la carretera. Creo que siempre hay cierta presión, pero al final todo se reduce a lo orgulloso que estés de las canciones. A partir de ahí, te quitas cualquier tipo de presión.

He leído que este disco trata fundamentalmente de lo inconsciente. También hablas de la “crisis de identidad”, que es un concepto muy presente en este momento. Hay una frase en “6/1” la que dices literalmente “I hate myself but I love myself” (“Me odio pero me quiero).
Esa frase de “6/1” viene de intentar averiguar quién eres. Gran parte de este disco trata de la identidad. La primera canción que compusimos después de “Songs Of Praise” fue “Human For A Minute”, y me dio el molde para las letras. Cuando acabamos de girar, tuve que disociarme del grupo para averiguar cuáles son mis intereses y quién soy cuando no estoy de gira. Me tuve que confrontar con esas emociones y realidades que había reprimido y negado durante tanto tiempo, por el hecho de estar continuamente girando. Claro que hemos tenido el privilegio de tener esta experiencia en la carretera, pero el disco tiene más que ver con estar cómodo contigo mismo, lo cual puede parecer extraño de decir ahora por lo que ha tenido que lidiar la gente con el confinamiento. Es aprender un poco más quién eres.

“Es complicado exponerte con tus letras de esta manera delante de todo el mundo”.

Las giras son muy peligrosas: no faltan los casos de grupos que se queman prematuramente.
Sí, es raro porque cuando estás ahí viviéndolo, y estás cansadísimo, muerto, te enfadas con mucha facilidad: hay un montón de cosas que te pueden cabrear. Te puedes quejar de todo. Pero cuando das un paso atrás y descansas un poco, dices: “Joder , la suerte que tengo…” (risas). Es una dualidad. Es muy fácil acabar quemándote por completo, pero también se trata de aprender cuáles son tus limitaciones. Ahora mismo el único dinero que puedes sacar en esta industria es de tocar en directo. No digo que en el pasado otras bandas no giraran mucho. Pero tampoco es que haya mucho dinero (risas). Pero bueno, pasa con cualquier cosa que te apasione: quieres trabajar a fondo, darlo todo, y vas aprendiendo. Teníamos diecinueve o veinte años cuando empezamos a girar. Llega un momento en que te das cuenta que no puedes hacerlo veinticuatro horas al día los siete días de la semana: no eres un súper hombre, eres un simple mortal.

He visto varias veces el vídeo de “Snow Day” y he alucinado. Es muy sencillo, pero a la vez precioso, con esas dos pantallas con los paisajes preciosos…y luego, claro, la canción, que tiene como varias canciones dentro. ¿Me puedes hablar de ella?
Desde el punto de vista de las letras, los temas del disco son el subconsciente, los sueños y las rupturas. Y “Snow Day” es el momento crucial. La compusimos cuando estábamos en Escocia haciendo las canciones, en medio de las montañas. Solíamos caminar por allí cada día. Hablábamos de que cuando cerrabas los ojos era como si escaparas de tu propia mente. Creo que es de lo que estamos todos tan orgullosos con este disco, de haber relajado los músculos con la música. Y luego, el metraje que ves en el vídeo es precisamente donde compusimos el disco, en un día de nieve. La historia completa es que un día subimos a la montaña. Era un día soleado y se hizo cada vez más duro, pero nos empeñamos en seguir: “venga, que ya estamos…”. Total, que llegamos arriba, sudando como pollos, y flipando con el paisaje. Y entonces de repente un copo de nieve aterrizó en mi mano. En pocos minutos no podía ver lo que tenía enfrente, estábamos atrapados en una tormenta de nieve (risas). Acabamos bromeando con que habíamos hecho las tres partes de “El señor de los anillos”: subes a una montaña, te ves metido en una tormenta de nieve y luego la tienes que bajar (risas). Nos llevó como siete horas lo que podríamos haber hecho en veinticinco minutos.

Siguiendo con esa canción y su letra introspectiva, me gustaría que me contaras algo sobre cómo encaras los textos. Hay mucha gente escribiendo cosas abiertamente políticas, y cosas así destacan más hoy.
Pues muchas gracias. Hay gente que tiene ciertas expectativas: en su mente deberíamos estar hablando de cosas concretas, política y eso. ¿Por qué no tenemos una canción así y otra canción asá? La verdad es que este disco va mucho de mí mismo en cuanto a las letras, pero es cierto que también me puse ese reto desde el primer momento. Porque es muy complicado desnudarte así delante de tus compañeros de grupo y hablar de cosas tan personales, cosas que se van a grabar y van a llegar a todo el mundo (risas). Era lo único de lo que podía escribir en aquel momento, y era mi manera de superarlo: necesitaba hacerlo. Y creo que al final va a ser una buena experiencia.

Una de las cosas que me llaman la atención es que tratáis de no tocar los instrumentos de una manera típica, por ejemplo la batería o el bajo. ¿Es algo deliberado?
Yo no toco instrumentos, pero con el grupo creo que, como te decía antes, la gente está encontrando nuevas inspiraciones en grupos y otras cosas. Y también nuevas técnicas. Sean usa nuevas afinaciones y Charlie (Forbes, batería) otros patrones de batería. Josh, nuevos pedales… Es una manera de mantener intacta tu pasión y tu motivación. Creo que en cualquier aspecto de la vida, ya sea creativo o no, si ves que algo te funciona y te encanta, lo que quieres es expandirlo. Hay una razón por la que un artista pasa de los lápices a la pintura o la escultura. Pruebas cosas distintas porque crees que vas a ganar algo diferente.

Pasáis de “Snow Day” a “Human For A Minute” y después “Great Dog”: son mundos completamente diferentes. ¿Queríais hacer un disco de extremos?
En su momento, pensamos en “Songs Of Praise” para que saliera en vinilo, lo cual hizo que el proceso fuera muy disfrutable, y que al pasar a la segunda cara dijeras “ah”, que te sorprendiera. En este caso queríamos las dos caras estuvieran relacionadas, y eso de alguna manera encajaba con esa serie de canciones. Y sin duda, pensamos en la fluidez.

“Siempre hemos sido colegas y crecimos oyendo las mismas cosas”.

Cuando empezasteis el grupo, ¿compartíais las mismas influencias o cada uno traía sus propios intereses y gustos?
Es raro porque la cuestión es que hemos crecido juntos en el sur de Londres, siempre hemos sido colegas, y de forma natural hemos crecido oyendo las mismas cosas. Charlie y yo hemos ido a bolos juntos desde que teníamos trece o catorce años. La diferencia es que cuando empezamos el grupo con diecinueve años o algo así, todos conocíamos a Iggy Pop, Bowie, Grace Jones y ese tipo de cosas. Y ya con el grupo empezamos a oír a The Fall, Television Personalities… En realidad no descubrí a The Stooges hasta que tuve dieciséis años y empezamos el grupo. Pasas un poco de la base a algo que está más allá, y luego más lejos. Es básicamente crecer, oír nueva música y meterte en otras direcciones.

De hecho, me resulta muy interesante encontrar la huella de grupos post-hardcore de culto como Slint en una banda como la vuestra. Hay momentos incluso progresivos, no tenéis problemas para entrar en ellos. ¿Es algo consciente?
A Charlie, el batería, le encantan Slint, sí. Sinceramente, yo no tengo prejuicios contra ningún género. El único en el que nunca me he metido es el metal. Pero incluso ahí hay cosas que están muy bien.

Es difícil etiquetaros, aunque os han metido dentro de la etiqueta “post-punk”. ¿Estáis cómodos ahí?
Lo puedo entender, pero no es algo que me quite el sueño (risas). Para serte sincero, en realidad no me importa. Creo que es natural que nos metan dentro de ese género. No me importa.

¿Tienes la impresión de vivir en una era dorada de grupos británicos jóvenes que estáis más o menos dentro de estas coordenadas?
Sí, es una puta locura, ¿verdad? Cuando empezamos con dieciséis o diecisiete años, no había ni de lejos la música que hay ahora. Estaban Fat White Family, que molan mucho, o Palma Violets, pero en realidad no había tanto. Nosotros montamos el grupo cuando fuimos al festival de Reading –no sé si lo sabes pero aquí cuando tienes quince o dieciséis años vas al festival de Reading con tus amigos–, y cuando fuimos tocaban solo Palma Violets. Ahora que somos algo mayores y tocamos en festivales, cuando vamos a Reading, End Of The Road o el Green Man Festival, da la impresión de que los promotores son chavales indies… Antes no había mucha música de guitarras, es verdad que sigue sin haber demasiada porque Reading es muy Radio One, pero es muy interesante ver cómo se ha producido un cambio.

Presentáis el disco en Reino Unido en febrero, si las cosas no empeoran, y está todo vendido, lo cual impresiona (aunque las salas tendrán menos capacidad, claro). ¿Creéis que los bolos se van a poder dar? ¿Sentís presión por haber vendido todas las entradas?
Esperamos que la gira tenga lugar, aunque quién sabe tal y como están las cosas. Confío en que sí. En cuanto a lo segundo, en realidad eso te quita presión (risas).

Y los grupos necesitáis ganar dinero…
Bueno, es una gira que vamos a hacer principalmente por salas independientes, que también lo están pasando mal. No nos vamos a comprar casas después de esta gira. La verdad es que no ganas dinero de verdad hasta que empiezas a tocar en salas con una capacidad de mil personas. Porque necesitas tour manager, furgoneta… Pero estoy emocionado.

 

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