Este primer acercamiento a su particular oasis de psicodelia-folk y sonido mediterráneo ensamblado por una sugerente instrumentación fue lo que precedería a "SAMBORI" (La Castanya, 2023), un primer álbum largo que bien sugiere el concepto de atemporalidad desde todas sus vertientes.
Encontramos la primera semilla del proyecto SanIsidro hacia 2014, cuando te embarcaste en la composición de los primeros temas de tu EP de debut, A lo pesau, a lo bajo y a lo llano. ¿Qué evolución has llevado a cabo en términos musicales desde entonces hasta ahora?
En 2014 di por terminado mi último intento de tocar en una banda, es decir montar un grupo con tus amigos, hacer canciones, tocar, etc. Es bonito formar parte de algo así pero al final tenía la sensación de estar empujando siempre un carro del que otro llevaba las riendas. Cuando empecé a hacer música yo solo descubrí que podía hacer lo que quisiera y me dediqué a buscarme a mí mismo. Todas las músicas que me gustaban, las ideas mal recibidas cuando hacía música más o menos de género se liberaron y ahora estoy intentando entenderlas y ver a dónde me llevan. Digamos que en “a lo pesau...” encontré un camino y en SAMBORI ya estoy viendo a dónde me lleva.
Ahora presentas SAMBORI, (La Castanya, 2023), el cual constituye tu primer álbum largo. Un disco que, sin duda, persigue el haz de luz que dejó tu primer EP. ¿Qué se ha encontrado SanIsidro en este proceso?
En “a lo pesau...” metí lo que tenía en aquel momento que eran un par de canciones aún residuales de lo que había estado haciendo antes. Estas son “Miratge” y “No hacen uno”. Me resistía a deshacerme de ellas porque quería hacerlas a mi manera en lugar de cómo las había tocado con la banda con una especie de sonido de 60’s psicodelia genérico. Las otras cuatro eran las que pude acabar de unas 20 que tenía empezadas y aún no entendía y no sabía qué hacer con ellas. Recuerdo muy claramente cuando estaba grabando “Calamata” y entendí que estaba haciendo mi propia música. Este es el principio de SanIsidro, el germen. Entonces, SAMBORI ya es un disco de SanIsidro. Vaya, no estoy seguro si he respondido a esta pregunta o he seguido contestando a la anterior… (Risas).
Este es un lujo que no me he podido permitir hasta que empecé a hacer música yo sólo
SAMBORI se configura como una especie de oasis en el desierto, un paréntesis atemporal difícil de enfrascar en un tiempo y espacio definidos. ¿Cómo se relaciona este concepto de la atemporalidad con el título de tu disco?
Sambori es como se llama en Valencia al juego de la Rayuela. En el Sambori gana el que llega al Cielo. Yo digo, el Cielo no es un premio, es el final de partida. Acepta lo que venga con resignación si es malo y con alegría si es bueno y evita el Cielo. Hay que vivir a toda costa; seguir vivo; jugar la partida. No creo en el futuro. Vivo con un pie en el pasado y otro en una piel de plátano que es el presente. SAMBORI es el presente.
Texturas de psicodelia-folk se entretejen con una gran instrumentación (guitarras flamencas y eléctricas, bajo, percusión y vientos) en un arduo trabajo de preproducción y producción en este disco. Cuéntanos, ¿cómo se ha desarrollado?
Mis canciones son bastante simples y trato de sacarles todo lo que no sea imprescindible, dejar lo justo. Creo que cuanto menos hay en un tema, más grande suena. En “La qüestió atávica” por ejemplo, no hay casi nada. Recuerdo cuando la grababa en casa, probaba esto y lo otro. Cuanto más le quitaba, más grande sonaba.
Grabo las demos en casa en unas ocho pistas y voy probando cosas, añadiendo instrumentos que son más o menos los mismos siempre, los que tengo en casa. Esta idea puede convertirse en una canción acabada en un rato o en años. El día que me gusta, está. Le dedico un poco de atención especial al final para tomar decisiones en detalles, retoques y tomar notas de cómo la voy a grabar cuando vaya al estudio para no perder tiempo en tomar decisiones prácticas. Cuando vas al estudio solo no puedes parar. El taxímetro sigue corriendo aunque no estés haciendo nada. Teniendo en cuenta lo limitado que estoy en medios, recursos y presupuesto, producir un disco de SanIsidro es bastante sencillo. Lo más importante es ir a grabar muy convencido de tus canciones y con una buena planificación.
En este álbum los instrumentos de percusión son una pieza aparentemente esencial. En relación con esto, ¿qué puedes contarnos acerca del proceso creativo de este LP?
Me gusta la percusión, es lo primero que me llama la atención y normalmente el compás me inspira tanto o más que la melodía. Incluso cuando suena un instrumento melódico como la flauta, o armónico como el piano, me fijo en las pulsaciones más que en las notas.
El final de “Toca Mare” son casi dos minutos en que se quedan solos la percusión y el bajo, pensaba hacer un fade-out muuuuy lento y acabar la canción así pero, me gustaba mucho, no quería bajarlo. Cuando la estaba mezclando con Nene Baratto, le decía: Nene, yo me quedaría a vivir en estos dos minutos de música; yo sacaría un disco entero solo con esto, por la cara A y por la B, todo el rato esto: los toms, los cascabeles, el bajo con todas sus imperfecciones, porque es una toma improvisada… ¡Qué maravilla! Y, Nene me dijo: pues, no hagas el del fade-out, date el gusto. Es tu disco. Déjalo entero. Y, lo dejamos.
Un día estaba tocando la pandereta solo en casa y se me ocurrió lo que toco en “Los pies de Cristo”. Toda la canción la hice alrededor de la pandereta. Los acordes, la melodía, la voz, todo para pintar un cuadro en el que esa pandereta pudiera brillar.
Estilísticamente en esta propuesta también exploras nuevos terrenos sonoros donde la psicodelia, el sonido mediterráneo y el Sahel se encuentran. ¿Cómo influye esta fusión de géneros en tu música?
Lo de la psicodelia es una etiqueta útil puesto que la mayoría de gente parece estar de acuerdo en esto. Sinceramente no me identifico con la mayoría de tópicos que se asocian a ella. Me gusta pensar que hago música tranquila, que hace compañía. Suena muy vago pero es lo que me propuse hacer después de tantos años tocando punk y rock n’ roll a todo volumen. He escuchado música desde que recuerdo y mis influencias son variadas. De todas ellas he ido asimilando elementos que me sirven.
La fusión o el cruce de influencias es espontánea y no planificada. En todas esas músicas hay algo que me inspira, me conmueve y me atrae de diferentes formas pero ninguna me sirve para expresarme como yo me siento. Me siento un impostor tocando la música de otros. Necesito mi propio medio y en eso estoy. He ido encontrando un contexto armónico en el que estoy cómodo cantando: una cadencia de acordes que es un poco flamenca, un poco judía o de oriente medio, un poco de centro América... Con el ritmo tengo otra orientación: busco los silencios y los descansos de cada compás, me gusta la tierra de los ritmos africanos, el color del bongó y las congas y no puedo evitar añadir el brillo de cascabeles y panderetas cuya influencia creo que es más mediterránea.
“Puente de plata” es un tema para el que, según cuentas, grabaste numerosas demos, y algo parecido sucede con “Pecado de omisión”, cuya primera idea surge en 2015. Parece que has contado con una plena libertad artística en SAMBORI. ¿Cómo es de importante para ti componer sin deadlines ni ataduras?
La idea original de “Pecado de omisión” se me ocurrió en 2015 pero no sonaba igual que cuando la grabé para SAMBORI. Al principio la tocaba como una especie de tango mejicano y por eso no la consideraba una canción mía, sentía que la estaba tocando con la voz de otro, como si fuera una versión. Hace falta tiempo para llegar a ciertos sitios. A medida que vas entendiendo la canción vas encontrando la forma de tocarla y sobre todo de cantarla. No es que la tocase todos los días obsesivamente durante años, simplemente la iba revisitando porque me parecía interesante y valía la pena seguir buscando en ella. Cuando estaba grabando el disco anterior aún no estaba satisfecho con ella y por eso no la utilicé.
“Puente de plata” empezó muy rockera, tipo Erkin Koray por decir algo; luego más blanda en la línea de Los Módulos; luego menos eléctrica y más rumbera como Los Amaya y vuelta a lo turco… En todos estos cambios iba modificando también toda la instrumentación. Era muy frustrante porque me gustaba mucho pero, no conseguía amalgamar de forma homogénea todos esos sabores que le veía y me sonaba a ejercicio de estilo, a un revival de algo. Al final estoy muy contento con el resultado. Por eso no hay que tener prisa, no hay que quedarse con lo primero que salga.
Encontramos la voz de Leti, que forma parte del dúo MALA, en algunos de los temas clave del disco como “Ai, valent!” o “La Solitària”. ¿Cómo surgió esta colaboración?
Ya había grabado cuando decidí que a ésas dos y a “Toca Mare” les vendría bien una voz que contrastara con la mía, que añadiera un poco de color pero tambien sensación de compañía, de que no estoy solo todo el tiempo. Leti sabe cantar y le gusta mi música y la entiende. Tenía medio día de estudio para corregir y retocar lo que pudiese antes de irme a Berlín a mezclar y Leti me hizo el gran favor.
¿Qué buscas en el momento de construir tus canciones? Tanto en la lírica como en lo musical, ¿qué te inspira y cómo es ese proceso?
Me alegra que no hayas preguntado por el significado de las letras una a una y tal. Parece ser lo primero que quiere saber todo el mundo. Mi mensaje está en la música, en la instrumentación que utilizo y en cómo interpreto la música que me ha influido. Esta es mi inspiración y mi búsqueda. En cuanto a las letras, son muy ambiguas y cuentan varias cosas a la vez. En “Ai, Valent!” hay tres voces: el héroe, la madre y el pueblo y cada uno cuenta una historia. “Solitària” va sobre la superstición, la enfermedad crónica o la depresión. Que cada uno interprete lo que quiera, si es que entiende mis balbuceos, claro (Risas). La voz es el instrumento que más me gusta y no suele interesarme la música instrumental por eso escribo letras, para poder cantar.
En tus redes sociales ya podemos ver algunas fechas de presentación del disco en diversas salas de nuestra geografía. ¿Qué nos puedes avanzar de la temporada que entra? ¿Qué te planteas a medio/largo plazo?
En directo voy con esta formación: Alfonso Luna toca la batería, Jose Rubio toca panderetas, panderos y sonajas, Borja Vizcaíno toca las congas, el bongó y la darbuka y, además, toca el bombardino, Cayo Bellveser toca el bajo y yo toco la guitarra eléctrica o la flamenca y canto.
Mi único objetivo es seguir haciendo música, ponerme con lo siguiente. Tengo muchas canciones nuevas y no puedo seguir adelante con ellas hasta que no acabe con SAMBORI y pueda pasar página. A ver si cuando salga el disco me puedo olvidar de él. Me gustaría tocar en directo. Cuando pones tantas horas de curro en soledad en una canción y tienes la oportunidad de tocarla con gente es una pasada. Veremos qué oportunidades hay y en qué condiciones. Ahora estoy trabajando con La Castanya. Son viejos amigos de un mundo que ya no existe y espero que me ayuden a entender lo que pasa en este. Me gusta lo que hacen y me estoy dejando aconsejar por ellos y haciendo lo que me dicen.
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