Entrevistamos a Joan Roig, cantante, guitarrista, letrista y principal compositor de Saïm, así como pieza clave a la hora de documentar el rastro del post-hardcore en la isla, como integrante de los seminales y extinguidos Shenobi.
Tu primer grupo Shenobi estuvo marcado por Aina y Jawbox, sobre todo. Casi quince años después, ¿dónde quedan estas influencias y qué papel juegan ahora mismo en Saïm y en este reciente segundo disco, “Accidents”?
La verdad es que daba por hecho que en este disco ya me habría desmarcado mucho de ese sonido Washington DC —ya hace tiempo que no escucho esos grupos, que me encantan—, y resulta que es mi disco más jawboxiano. Esto me gusta y para mí es todo un honor como fan de J. Robbins. Aunque en el primer disco las influencias son más claras, y más en Shenobi. En cambio, en “Accidents” he intentado seguir más mi propio camino, pero siempre con esa base guitarrera y potente en bajo-batería. He estado escuchando mucha más variedad de música —creo que me he relajado bastante en este sentido— y he avanzado hacia un lado más bien pop, o eso creo.
A diferencia de tus anteriores proyectos (Shenobi, Manfel, Gitane), da la sensación de que con Saïm ha salido tu proyecto más personal y libre.
Diría que sí. Es donde me he dejado llevar más por lo que quería hacer, sin miedo. Bueno, tampoco es miedo, pero sí que siempre hay cierta preocupación sobre qué puede salir y por qué. Aunque está claro que ya tenemos una manera muy definida de tocar después de los años, uno siempre intenta forzar por cambiar, evolucionar y no quedarse estancado. El hecho de ser un único guitarrista también ha influido bastante en la forma de componer. No hay juego entre dos guitarras y todo sale un poco más crudo y directo. Como grupo funcionamos de una manera muy diferente a lo que yo estaba acostumbrado. Ahora casi no ensayamos (risas). En anteriores grupos el ensayo era sagrado, rollo militar, cumpliendo dos o tres veces por semana, e intentábamos dejar las cosas menos al azar. Ahora es un poco distinto y preferimos decantarnos hacia la parte lúdica, más accidental y menos previsible. Ir a tocar en directo temas que sólo has ensayado una vez, mola, es arriesgado. En cuanto a la parte lírica, sí que este disco es mucho más autobiográfico y personal, sobre todo por el hecho de usar mi propia lengua (el catalán), que lo hace más fácil pero, al mismo tiempo, más difícil ya que el nivel de exigencia es mayor y cuesta más quedar satisfecho.
Desde Catalunya entendemos que Antònia Font fue el punto de inflexión que hizo que muchos artistas mallorquines empezaran a cantar en su propia lengua de una manera más desacomplejada y normalizada. ¿Tú cómo lo has vivido?
Antònia Font fue el primer grupo que escuché en catalán y con el que no sentí que escuchaba “rock català”, y eso fue quitarse un peso enorme. Además, con unas letras trabajadas, surrealistas e inteligentes. El tema se ha normalizado y ya no nos da vergüenza. También me fijé en grupos que me encantaban, como Standstill o Nueva Vulcano, que pasaron a cantar en castellano. Todo esto me marcó bastante y al final invita a probarlo. Al principio me costaba escuchar mi voz en catalán, también porque la mayoría de música que hemos consumido ha sido en inglés. Poco a poco me he ido acostumbrando y ya no puedo cambiar. Además, he logrado que mis amigos canten las canciones en los conciertos, y no puedo pedir nada más.
“Accidents” parece un disco con más luz y color, que contrasta con la producción más cruda y sobria de vuestro primer EP y de otros discos tuyos con otras bandas.
Estoy de acuerdo, pienso que es el disco más luminoso de todos los que he hecho. Hay un salto notable entre “Qwerty” y este “Accidents” en cuanto a sonido, aunque siguen la misma estela. Ha salido así, sin más. Los temas tienen un punto más optimista que los otros no tienen. Además, la voz está muy presente en todo momento. He cantado bastante, cosa rara, y todo es mucho más translúcido. Las guitarras y bajos siguen líneas muy positivas, y todo es como una invitación a levantarse después de la caída. Pero no ha sido algo que haya buscado intencionadamente, simplemente ha surgido así.
Dices que has avanzado hacia un lado más bien pop. ¿Es un nuevo camino de no retorno?
Últimamente he intentado darle un poco más de importancia a la voz, esto es así. Las guitarras siguen allí, pero tenía ganas de cantar, de esforzarme con la voz, separarla de todo el entramado instrumental y darle otro carácter. Pero, bueno, sigo dándole más importancia a las estructuras y a la parte instrumental que es lo que me divierte más. Además, no soy Frank Sinatra, mi voz es la que es. Así que no creo que sea un camino de no retorno.
En las letras del nuevo disco aparece muchas veces la palabra “tiempo” y en el primer EP creo que también cantas sobre el paso del tiempo. Cuando ya han pasado los treinta y uno se aproxima a los cuarenta, ¿qué pesa más, la nostalgia del pasado vivido o la sorpresa por lo que todavía puede llegar? ¿Es el “tiempo” tu leitmotiv lírico?
Me has pillado, estoy nostálgico, pero también muy ilusionado con todo esto. Menos mal que Daniel (batería) y Natàlia (bajista) bajan la media de edad del grupo y eso se nota (risas). Tienes razón, el paso del tiempo es una constante en mis letras. Estoy en ese momento en el que miras hacia atrás y después hacia adelante, y otra vez hacia atrás. Me cuesta hablar de cosas que no me pasen a mí o a la gente de mi alrededor.
Ha habido un cambio de bajista. Sale Macià Vives, después Jorra (Jorra i Gomorra) y entra Natàlia Gómez, hermana del batería, Daniel Gómez. ¿Qué se puede comentar de este cambio?
El extraño y maravilloso mundo del bajista. Nada, cosas que pasan en los grupos, unos se cansan, otros abandonan. El tiempo es limitado y cuesta mucho comprometerse porque al final son muchas horas y desgasta. Entonces, optamos por la solución más fácil que fue engañar a Natàlia para que viniera a tocar con nosotros (risas). Ella es una guitarrista excepcional que ya tocaba con un grupazo como Pujà Fasuà y también está en el proyecto de su otro hermano mayor, Carloscar. Tocar el bajo tampoco era nuevo para ella. Vamos, que la adaptación ha sido muy fácil y cómoda.
Desde fuera de Mallorca se visualiza una familia pequeña pero bien avenida de músicos y gente de la isla vinculada a la música. Grupos como el vuestro, Jorra i Gomorra, F/E/A, Lost Fills, el sello Bubota Discs, la sala Sabotage o el festival Cul de Sac. ¿Es así? ¿Es este un momento de máxima efervescencia artística en la isla comparado con el pasado, o más o menos siempre ha sido lo mismo y siempre habéis sido los mismos?
Parece que sí, poco a poco la familia crece. Bubota está haciendo un trabajo fantástico con grupos que de otra manera no tendrían tantas oportunidades y, además, organizan también el festival Cul de Sac, que es uno de los más interesantes que han salido estos últimos años. ¡En esta primera edición hemos visto a The Ex en Mallorca! No sé si es el momento de mayor efervescencia, pero sí que ahora la música de aquí se asoma mucho más al exterior. En Mallorca siempre ha habido grupos buenísimos y gente con mucho talento, pero ha faltado público y reconocimiento y, claro, la gente se cansa y muchos proyectos interesantes acaban muriendo. Somos muchos haciendo cosas y pocos mirando. Falta una cultura de conciertos en directo y, sobre todo, sitios donde hacerlos. Como dices, en Palma está la sala Sabotage, que siempre ha apostado por la música en directo por amor al arte, porque ya sabemos cómo va la cosa. Y esto es de agradecer. La verdad es que puedes contar con los dedos de una mano los sitios acondicionados para tocar -sin problemas- en Mallorca.
¿Con qué otros artistas de la isla os sentís estrechamente vinculados?
Siempre nos hemos sentido más cercanos a todos los grupos que intentan hacer una música más honesta, con una actitud más punk o “do it yourself”, que suena fatal a estas alturas. Es así. Nos sentimos vinculados a grupos como Beach Beach, Jorra i Gomorra, Carloscar, Polseguera, Da Souza, Lost fills, F/E/A, Marasme, Poomse, Johnny B. Bad, Siberian Escape o Trance, por amistad, afinidades o actitud.
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