Rosario, ¿cómo estás? Creo que acabas de volver de actuar en Francia, ¿no? ¿Qué has estado presentando?
He presentado un espectáculo de danza contemporánea que se llama “Don Quixote”.
Con el bailarín Andrés Marín, ¿no? ¿Y cómo ha ido? ¿Cómo recibe el público francés propuestas como estas?
Yo llevo yendo a Francia hace al menos quince años, y las propuestas artísticas allí siempre son muy aceptadas, también esa corriente contemporánea del flamenco. Llevo desde pequeñita viajando fuera de España y, afortunadamente, el flamenco está muy aceptado y es muy amado.
"En todas las generaciones ha habido artistas más rompedores, y otros más conservadores, creo que para el enriquecimiento de nuestra música es necesario".
A nivel cultural están abiertos a todo, van un paso por delante...
Cierto, además los teatros siempre están llenos. En lugares en los que parece que no va a haber nadie luego están llenos. En ese aspecto es una pasada.
Llevas años luchando para hacerte un hueco con una propuesta como la tuya, más rompedora y diferente. Con este nuevo disco, la repercusión ha sido mucho mayor, también a nivel de medios.
Realmente, tengo la sensación de haber hecho lo que he querido, con libertad y desde un lenguaje natural mío que es el del flamenco. Pero con un discurso mucho más libre, y eso sí que lo ha recibido el público, los medios. Cuando haces lo que sientes, a través de la autenticidad, eso llega a la gente. Te puede gustar más o menos, compartirlo o no, pero al final es tu verdad.
El flamenco en los últimos años está cambiando, hay una nueva generación que prueba cosas distintas, caso de Rocío Márquez, Niño de Elche o tú misma. ¿Te sientes cómoda ante esta nueva situación?
En todas las generaciones ha habido artistas más rompedores, y otros más conservadores, creo que para el enriquecimiento de nuestra música es necesario. Nos hemos criado con artistas como Enrique Morente, que han priorizado actuar con libertad y que, de alguna manera, han tenido que salirse de la tradición para contar lo que realmente querían contar. Nosotros estamos en esas. Todos mis compañeros y yo estamos ante esa necesidad.
Es curioso que las nuevas generaciones, a menudo citen más a Morente que a otros artistas. ¿Por qué crees que él tenía ese gancho?
En mi caso yo me he criado también con Camarón, con Pepe Marchena, con Manolo Caracol... Afortunadamente mi padre es cantaor y me expuso todo lo que había, pero quizás a Enrique lo destacamos por su lucha, la de ser libre, y esa era la diferencia. Y por llevar el flamenco de mano de la cultura, estuvo siempre muy cerca de su verdad, y claro está, lo consiguió. Y que los jóvenes se fijen en eso es muy importante. Que de alguna manera, este sea un género muy intelectual.
Antes se asociaba más a la cultura de nuestros padres, de nuestros abuelos, y en cambio ahora, los jóvenes también toman interés. Hay cosas que están cambiando y que juegan a favor vuestro.
Imagínate, yo me he criado creyendo que el flamenco era de cuarto y para las peñas. Durante los primeros veinte años de mi vida cantaba únicamente para personas de setenta años de edad, y hace dos semanas estrenamos “Delirium Tremens” en Sevilla, y la media era de veinte a cuarenta años.
¿Te emocionó ver eso, no?
Claro. Yo es que quiero convencer a un niño de tres años. Yo quiero que dentro de sesenta años el flamenco siga existiendo, que no sea una música muerta y que la sociedad se interese, eso es maravilloso. Esa interacción debe existir. A mí la rama tradicional me encanta, y es algo que puede convivir con lo que estamos haciendo nosotros. El conflicto no es malo, debe existir, tiene que haber desencuentro, que haya diferentes opiniones y crear debate. El otro día estuve hablando con un crítico de flamenco muy famoso, con una onda muy tradicional, y que particularmente no estaba apostando al cien por cien por mi propuesta, y yo le dije que era importante que eso ocurriera. Aunque a él no le acabe de convencer lo que yo haga, después nos vamos a ir a tomar una cerveza juntos y no va a haber ningún problema. Amo la tradición y, por tanto, puedo entender que a un señor de sesenta o setenta años con un criterio muy tradicional lo que nosotros estamos exponiendo se le escape. No pasa nada, es un conflicto positivo.
Es imposible poner a todo el mundo de acuerdo.
Claro, lo más importante es que el flamenco está en movimiento, está vivo. Y hay un interés, con propuestas creativas.
Hablando del disco, ¿cómo te vino a la cabeza ese concepto? Dividido en cuatro partes, con poesía de Anne Sexton y Jose Ángel Valente…
Fluye a través de mis vivencias con otras disciplinas y artistas que me aportan otro tipo de visión. Esta poesía más contemporánea lleva al cante a otra métrica, a otras historias, un universo a explorar. No más interesante, porque a mí me parece que en la poesía que se ha cantado a lo largo de la historia del cante flamenco ha habido cosas maravillosas. Luego buscaba la estructura de que no hubiera un palo tras otro, con cuatro movimientos y la cohesión con el trabajo que he hecho con la danza, con el teatro. Quería que quedase un discurso redondo. Y a todo esto uno llega a través de la experiencia, de la involucración en las diversas disciplinas.
Por lo visto, también está centrado en lo que has vivido estos últimos cuatro años a nivel personal, hablas de crisis, de revolución interna...
Para mí este disco es una liberación, desconectar al artista de lo que es mi persona. Ha habido cierres y otras aperturas, a nivel creativo y sentimental. Y el resultado es este trabajo.
Me llamó la atención la presencia del saxo, le da un aire muy jazzístico.
Este disco no deja de transformarse, no es una obra cerrada. En su momento fue muy jazz, pero no porque esa fuera la intención, ni mucho menos. Como había muchos integrantes con ese lenguaje natural, como es el del productor, tenía en parte ese sonido. En cambio, en los directos camina hacía algo más electrónico, muy rockero y salvaje. En definitiva, que yo me he valido de todas esas herramientas para construir mi discurso. Para mí es muy natural la instrumentación, mi cante sin esto no tendría el mismo valor. Para los directos de ahora, voy con una batería, mi bajo eléctrico y otro de cinco cuerdas. Ese es el discurso de “Delirium Tremens”, con otra instrumentación diferente a la del disco. No me gusta cerrar un proyecto y dejarlo morir tal cual. Quiero que me lleve hasta distintos territorios.
Otro tema fundamental e inspirador para ti es la muerte. Se suele decir que la muerte es el gran tema del arte andaluz.
Yo creo que todos los días morimos, la vida sin muerte no existe. Es algo que está muy presente en todos nosotros, no sólo a nivel físico, ya que hay muchas formas de morir, emocionalmente lo hacemos muchas veces.
En el disco también colabora Estrella Morente. Y aunque ella está instalada en un plano más mainstream, nunca ha dejado de investigar, incluso sacó un disco inspirado en la música brasileña, la experiencia con la clásica junto a Ainhoa Arteta, o profundizar en el legado de Falla. ¿Cómo es tu relación con ella?
Adoro a su familia. Ella es muy buena persona, una gran compañera, no dudó en ayudarme desde el primer día. Están muy en mi onda, la de la libertad. Ciertamente, le estoy muy agradecida.
Antes hablábamos de tu espectáculo con Andrés Marín, y curiosamente, ahora también se da otra vez importancia a la figura del bailaor. En su día también hiciste cosas con Rocío Molina. ¿Crees que son dos disciplinas que de alguna manera están obligadas a ir cogidas de la mano?
La danza empezó su búsqueda contemporánea con Israel Galván, con la propia Rocío, con Belén Maya... Han hecho cosas muy interesantes y para mí estar en contacto con ellos en esta última década trabajando juntos me ha ayudado a entender muchos conceptos. Tener una visión periférica, con otro tipo de espacios. Su labor ha sido muy relevante y el cante ahora está en esa corriente. Sinceramente, yo no soy cantaora para baile, pero a nivel de dirección musical sí que nos llevamos bien. Para mí significaba un crecimiento fundamental que ahora valoro especialmente.
Y en cuanto al 8M, ¿cómo viviste ese día?
Si te digo la verdad, yo lo viví trabajando encerrada en un teatro. No me pude manifestar, pero encuentro muy bien que se haga, porque creo que hay buscar la igualdad. La mujer ha luchado y durante años ha vivido muchas injusticias. Las han vivido mi madre, mi abuela, mi bisabuela... Y aunque hemos avanzado, todavía nos queda un poquito de cadera. Estamos en un momento fuerte, de visibilidad muy importante. Para mí estar trabajando es mostrarme como mujer. Ese es el camino. Está muy bien reivindicar, pero al final en la vida lo más importante es hacer.
Todo en base al esfuerzo y al compromiso.
Yo no conozco otra manera. Mi día a día es estudiar, compartir, hacer proyectos. Por desgracia el arte no está subvencionado, desde siempre lo he llevado todo por delante con mi sacrificio, y mientras hay personas que se compran una casa, yo estoy financiando tres guitarras y la construcción de un estudio. O comprando un billete a Madrid para hacer una sesión con un músico para estrenar tres meses más tarde. Esa es una realidad que vivimos los artistas, que no se cuenta la mayoría de las veces, pero que es así. Ahora ya estoy pensando en lo próximo que voy a presentar en la Bienal de Sevilla, y en otro que me tiene cogida las veinticuatro horas del día. Salgo de una cosa y me meto en otra inmediatamente. Soy muy inquieta.
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