Un musical en el que profundizas en tu árbol genealógico. Parece que, como cantas al empezar el disco, sales “de un armario empotrado con un rifle cargado de una terapia letal”. ¿Cómo surgió la idea de hacer de “Cabello de ángel, tocino de cielo” (Relámpago, 2016) un musical: cómo una necesidad terapéutica o como un filón narrativo?
Si tuviera que elegir entre las dos opciones que me das sería la segunda, pero tampoco con una frialdad de James Joyce, en plan “voy a destripar mi vida y me da igual”: he leído y escuchado bastantes obras que hablan de algo que supuestamente es íntimo y muy privado y que, sin embargo, es compartido por mucha más gente de la que cabría esperarse. Muchas veces vas a leer algo de alguien que va a hablar de su dormitorio y parece que va a ser muy íntimo y muy privado y, sin embargo, acaba siendo bastante permeable y cómplice: al final somos la misma especie, estamos en Occidente, en España, compartimos muchos puntos comunes con América; y culturalmente de lo que yo hablo, aunque sea mi historia, también puede llegar a ser la de muchas más personas. Hablo de algo específico, que es mi historia, pero al no dar nombres y no datar las cosas tan claramente salvo cuando hablo de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, acaba resultando muy permeable, y entiendo que mucha gente puede sentir cercana esta historia que cuento.
¿Te gustaba ese juego de que la realidad acabe dibujando una ficción hiperrealista?
Sí. El hiperrealismo me flipa, y esto me parece completamente hiperrealista; pero porque esta historia mía, que es bastante extrema en algunos aspectos, es real: si fuera ficción resultaría un poco forzado, pero al ser real y no mentir en nada de lo que cuento en el disco, no hay discusión: es la realidad. Si me lo hubiera intentado inventar seguramente la historia no tendría un desarrollo tan natural.
En “El urogallo” insistes mucho en que a veces te gustaría ser tú. ¿Has conseguido ser tú en un disco que habla tanto de ti o has tenido que tirar de un personaje para poder vomitar tu propia historia?
Creo que con este disco he conseguido ser yo después de haber hecho muchas cosas antes, muchos discos y tener 41 años y perspectiva de las cosas. En cierto modo, haber hecho este disco me ayuda a “ser yo”; puedo responder a las típicas preguntas existencialistas o filosóficas de “¿quién soy?, ¿de dónde vengo?”: vengo de donde vengo, soy quién soy y ahora soy más “yo” que nunca; porque me he quitado un poco de lastre, he soltado alforjas que no son parte de mi vida aunque formen parte de mi historia pasada. Al final, en ese proceso de selección en donde hay cosas naturales pero también artificiales (aunque “artificial” como algo concebido por el hombre) me he convertido en alguien en quien me gusta ser, ya sin esas cosas con las que no quería cargar.
"No es importante cómo lo conciba el oyente, lo importante es que se sienta dentro del álbum".
Hablas de “soltar lastre”. ¿Has conseguido quitarte de algún tormento particular de tu historia que tenías muchas ganas de soltar?
Yo creo que queda bastante de manifiesto en el disco lo que me gusta y lo que no. Sobre todo, lo que hago es describir, porque está tan claro lo que es tóxico y lo que respiro que no hace falta ni adjetivar, porque hay hechos y sucesos a lo largo de la historia que al principio eran descriptivos y ahora se han convertido en un adjetivo, con lo cual no necesito acentuar ni subrayar nada en el disco.
Supongo que también la recurrencia de algunos conceptos ayuda, de todos modos, a acentuar algunas cosas, en este caso tóxicas…
Hay cosas muy extremas en mi familia que necesitan de más recorrido a lo largo del disco para que la gente se haga la idea; y otras que con apenas mencionarlas ya está, pero a veces necesitan un poco de explicación, como cuando menciono la idea de “filonazis”: sentía la necesidad luego de explicarlo un poco, aunque sea.
¿Por qué decidiste que sea un musical? Es un género difícil de encontrar a la ligera.
Yo concebí el disco de fondo, como casi siempre hago, y luego abordé cómo tenía que ser la forma. Es un disco que ni en su concepción ni en su desarrollo tenía sentido que fuese un disco de banda: el fondo era tan importante alcanzarlo que la forma hacía el fondo, y por eso toco tanto y hago todo, no podía obviar el fondo y convertirlo luego en un disco de rock. Es un disco que tiene implícito un sentido del humor: te pones a cantar cosas que dirías, es un tipo de canción muy narrativa, con mucho contenido y que en determinado momento decides que te pones a cantar, y desde esa perspectiva narrativa cantada es donde decidí que tenía que ser un musical, que es un género que me apasiona y que es muy exigente, así que me parecía una buena medida para que sume tanto al fondo como al proceso. Y luego también la influencia de obras como “You’re a Good Man, Charlie Brown”, que me ayudaron a plantear la estructura del disco. Cuando desde Relámpago (NdeR: su sello, del que forma parte él y su mujer, Ana Bolívar) planteamos hacer un trabajo así, tan autoexigente, decidimos ir a por ello con todas las de la ley, hablando de conceptos de ideas tan extremos como el nazismo y todo, y por eso teníamos claro que había que hacerlo muy bien.
¿Crees que aquel que se acerque por primera vez al disco sin saber que es un musical lo va a entender como tal o crees que puede llegar a otro tipo de interpretaciones de género, sea un álbum conceptual, una ópera pop, una biografía cantada, una banda sonora de un espectáculo imaginario…? ¿Tienes miedo de que se pierda algo de la identidad de la obra?
No, no me importa un carajo. Probablemente al final sí que hemos logrado que sea un musical cuando mezclamos en “El Urogallo” elementos como el ukelele y luego entra el piano, dándole un aire más de musical clásico, y en otros momentos convirtiéndose en un tipo de musical más heterodoxo; pero en el fondo son recursos que uno necesita para darle forma a lo que haces. No es importante cómo lo conciba el oyente, lo importante es que se sienta dentro del álbum. Para mí este es un disco en el que tienes que estar dentro, no lo puedes observar: tiene que ser la típica escena en la que te involucras y te coge. Es un disco en el que invito a la gente a empezar a mirar por la rendija de la historia de mi vida pero que acabe empatizando con alguno de los roles de los que hablo en el disco.
"Me gustaría que mis conciertos contengan el aroma del musical, del mismo modo que considero que el disco lo contiene".
En “Nelson es perfecto” (Relámpago, 2014) empezaste a hacer más explícitos algunas cuestiones de tu vida personal, o al menos a mencionar nombres, como el de tu hijo Nelson. Ahora das un paso de gigante volviendo a hablar de tu vida privada. ¿Te sientes a gusto hablando de cosas tan personales y poniéndolas en común?
Estoy de acuerdo que en este disco doy un paso de gigante a la hora de desnudar intimidades, porque “Nelson es perfecto” es personal en el sentido que estaba haciendo públicas cosas que yo pienso y digo a mi hijo, pero hay un componente muy subjetivo en eso: eran cosas que se las decía en momentos muy concretos, antes de que naciera y en los primeros meses de vida; pero en “Cabello de ángel, tocino de cielo” no hay nada de subjetividad. Puede haber componentes oníricos o sugestivos, pero hay un tanto por ciento neto del disco que es pura descripción y datos. En el anterior disco eran más emociones. Este es un disco que concebí como algo que necesitaba contar y al ser mi mejor recurso la música lo hice de esta manera, que además considero que es una forma muy especial de abordarlo. ¿Si me siento cómodo? Diría que no me siento incómodo haciéndolo, igual me siento más inquieto. No acabo de estar seguro de que sea un disco terapéutico, diría que fue más “urgente”.
¿Y te autocensuraste en algún momento a la hora de abordar algunas cuestiones?
No hay nada que no cuente que sea importante, pero sí que hay un trabajo continuo de recursos artísticos: no hay nombres, los parentescos a veces quedan más de manifiesto que otros, la cercanía de los problemas se puede intuir… Creo que hay cosas que no hace falta explicitar absolutamente porque creo que quedan muy claras y a lo mejor ni siquiera son importantes: lo es el hecho en sí, pero a nadie le importa si hablaba de tal o cual familiar. No lo llamaría “censura”, lo llamaría “edición”. Todas las canciones, eso sí, están revisadas con mi mujer, porque conoce todo de lo que estoy hablando y ella sabe lo que me puede gustar a medio y a largo plazo, y ella sabe dónde tenía que recomendarme frenar, ayudándome a depurar.
¿Ha escuchado el disco alguien de tu familia? ¿Saben de la existencia?
Eso es muy importante, porque es un disco que decidí que sólo había tres personas a las que quería decirles de qué iba antes de que lo vean en algún periódico o alguna entrevista. Hablé con mi madre, mi hermano y mi hermana, que son tres personas diferentes entre sí, diferentes con respecto a mí; que tienen una relación con la música y las artes extremadamente diferentes entre sí y conmigo; que tienen una idea de la vida y unas vidas bastante diferentes entre sí y conmigo… Somos como satélites. Pero sí me interesaba que lo sepan y que me digan su opinión: no quería pedirles autorización porque lo iba a hacer igual, pero me interesaba decírselo. Los tres me dijeron que les parecía perfecto. Luego, cuando acabé el disco tuve una escucha en casa con mi madre que fue una experiencia muy Haneke y muy Alison Bechdel, también, que publicó unas novelas gráficas en las que habla sobre su padre y su madre y, a la vez, dentro de esas obras (NdeR: “Fun Home” y “¿Eres mi madre?”), les está comentando que está escribiendo sobre ello, todo muy meta. Mi madre me dijo que todo lo que decía era verdad, y fue muy importante para mí porque necesitaba que alguien como ella, que estuviera tan cercana a nuestra historia, me asegurara que no se me había ido la olla ni había perdido el sentido de la realidad, pero que se le hacía muy duro oír esas historias. Y ahí es donde me di cuenta de que lo había hecho bien: si no le hubieran llegado las historias es que algo había fallado.
No sé hasta qué punto ha influido el trabajo que hiciste para “Too Much Johnson”, la banda sonora que hiciste para la película de Orson Welles.
No mucho. Lo que me dio “Too Much Johnson” es cierta tranquilidad de trabajo, porque funcionó muy bien, pero poco más. Igual sí que hay puntos comunes en el método, porque el punto de partida fueron en ambos casos bases de música electrónica.
El sonido es muy doméstico. ¿Te interesaba que sonase así?
Sí. Tiene tres dimensiones: una electrónica sobre la que construí unas bases que al final acabé deshaciéndome de ellas porque necesitaba que tuviera un feeling más Modern Lovers, pero que sirvieron para matizar una atmósfera interesante, pero sabiendo que lo que estaba contando tenía que ser, y ahí entra la segunda dimensión, como si lo contara Jonathan Richman, porque desde un punto narrativo y cultural es como yo me veía, como un trovador, con un tono muy casual. Y luego, la tercera dimensión es ese equilibrio que encontré en el estudio.
"Muchas veces he esperado cosas concretas y no hay sucedido, han sucedido otras".
Mencionaste como tres pilares del que cogiste ideas y matices: el Jonathan Richman de “Algo pasa con Mary”, el “Selmasongs” que hizo Bjork para Lars Von Trier y la comedia musical “You’re a Good Man, Charlie Brown” de Clark Gesner. ¿Qué matices hay de cada una de estas obras?
De Jonathan Richman la importancia del trovador que está contando la historia. El primero que escuchó lo que estaba haciendo era Guillermo Farré (NdeR: Wild Honey), con el que fui compartiendo mis bases electrónicas y mi historia, y me decía que le parecía tan potente la historia que él quería tener la historia en primer plano; y cuando le puse “El urogallo” solo con el ukelele quedó claro que eso era el disco, y que luego lo que tenían que ir apareciendo son diferentes escenas; y en ese sentido el vértice de trovador me lo da Richman. Luego tiene la gravedad y la tristeza del de Bjork, que también es un disco pequeño pero con muchos matices; y de “You’re a Good Man, Charlie Brown” cojo el tono, el sentido del humor, porque aunque sea una historia muy dura y muy negra entiendo que hay cosas que desde fuera se pueden entender como graciosas, como pasa al escuchar “Marica y drogadicto”. Desde Relámpago si algo tenemos claro es no ir de lo que no somos: y no puedo ir de que no me entero de nada porque a gente como Richman, Gesner o Bjork los tengo rayados, los escuché millones de veces, pero tampoco queremos epatar, no sacaríamos esas referencias si no fueran verdad. Jonathan Richman lleva conmigo desde “Superluv (Por lo que tiene de romántico)” (Everlasting Records, 2011): de hecho, se puede decir que el mismo personaje de ese disco viene aquí, con la diferencia de que en ese disco hablaba de cosas que me la traían al pairo pero que me hacían gracia, pero ahora estoy hablando de mi familia.
¿Imaginas trasladar este musical también al campo escénico o quieres que viva sólo en formato disco?
Me gustaría que mis conciertos contengan el aroma del musical, del mismo modo que considero que el disco lo contiene. Mi objetivo es, yo solo, que es seguramente como me planteo hacerlo, conseguir darle la dramatización necesaria. Y en eso estoy, vamos.
Me viene a la cabeza una comparación muy bizarra, y es el libro autobiográfico de Jorge Javier Vázquez, “La vida iba en serio”, que desde hace unos meses se convirtió en musical. De algún modo lo que hizo él fue llevar la prensa del corazón y el propio mercadeo de su historia al show business. No sé si a ti te da algo de pudor o de miedo de que se hagan conjeturas acerca de tu vida privada, exponiéndote tanto como lo estás haciendo en tus canciones. Como si fueses un personaje de prensa rosa de la escena underground.
No va a ser así, pero tampoco tengo ningún miedo. Yo lo que quería era hacer un buen disco, con todas las reservas de que lo haya conseguido o no, pero yo tengo la conciencia muy tranquila con lo que he hecho. Con las personas con las que trabajo son muy exigentes y no me doran la píldora para nada, y la gente que me la puede llegar a dorar no trabajo con ellos; por eso estoy tan satisfecho, porque creo que hemos logrado lo que queríamos hacer, y lo que hable la gente sobre mí me da igual. Además, en cuanto abro el disco ya tienen derecho a hablar sobre él, y en este caso sobre mí. Pero no son anécdotas lo que cuento: son cosas que tienen que ver con la historia, con la política, con valores. Que la gente haga lo que quiera.
Alguien que escuche el disco sin saber, sin leer nada de él, que llega por Spotify o Bandcamp… ¿crees que hay también una lectura en paralelo de algunas canciones, que se pueden independizar del disco, como pasa quizás con “Marica y drogadicto”?
Pienso que la gente que escuche el disco completo sin ninguna referencia, que será la mayoría, puede entenderlo perfectamente, en cuanto escuchen tres canciones seguidas ya va a ir conectando cosas. Aisladas es diferente. De hecho, elegimos “Marica y drogadicto” como single porque aparte de que tiene ese aroma un poco hit e igual es más fácil, también es muy extrapolable sola: todo el mundo entiende el discurso que está ahí plasmado. No hemos testeado el disco como un producto, pero sí que lo ha escuchado una serie de gente (muy poca) y lo han entendido a la perfección. Hay gente que lo entiende más en clave política, otros en clave más generacional y luego otro tipo de gente que lo entiende como suyo.
¿Qué esperas que pase con el disco?
La experiencia lo que me da es que no hay que no hay que esperar nada. Muchas veces he esperado cosas concretas y no hay sucedido, han sucedido otras. De momento estoy muy contento, porque la recepción del disco antes de que salga está siendo muy buena y estamos en una posición que antes no habíamos estado…
¿Del lado de la prensa o del oyente medio?
De ambos.
¿Te sientes más comprendido por la prensa especializada que por el oyente medio?
Sea por la razón que sea, tengo muy buena prensa. Yo no pretendo nada con el público, mi actitud siempre ha sido muy honesta: no busco gustar a todo el mundo, me parece ridículo, yo como persona no pretendo gustar a todo el mundo; pero tampoco busco estar más cerca de las élites porque tampoco lo busco como persona, de hecho me parece un poco torpe, porque lo que crees que es único nunca lo es, siempre lo compartes. Esta historia que es familiar, se supone que es genuina, singular, mía, no lo es para nada, y de repente hay gente que encuentra mogollón de cosas parecidas en su vida… pues lo mismo pasa con la esencia de lo que tú hagas. Lo que me ha dado la experiencia en el mercado musical es que no tienes que esperar nada: pero desde Relámpago, tanto mi mujer como yo, estamos esperanzados y hay señales para estar tranquilos. Lo que sí he logrado de una manera clara a lo largo de todos estos años es que se siga hablando de mí y se siga apreciando mi trabajo, y lo valoro y lo agradezco mucho. Pero también te digo que del mismo modo que “Cabello de ángel, tocino de cielo” considero que es una historia muy peculiar, pretendo que mis conciertos también lo sean y conseguir una singularidad. Cuando veo a Baby Dee tocar el piano y cantar una canción veo mucho más que a un ser cantando: veo mucho más allá, si yo consigo llegar a la mitad de lo que vislumbro en Baby Dee, me vale, habré llegado a un buen fin.
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