Precisamente es en las oficinas de la discográfica donde me encuentro con Rafa Jaramillo, vocalista, además de diseñador gráfico. Inclasificable punta de lanza del underground nacional durante los locos noventa.
Masterizado por Javier Ortiz y con arte nuevo, el álbum que les convirtió en uno de los nombres de su momento vuelve al vinilo con dos canciones adicionales y descarga de diez maquetas y tomas en directo que dan fe de los directos incendiarios de aquella época. A todo ello se le suma un librito de veintiséis páginas con las letras y abundantes fotos inéditas. El que acabó siendo su debut “era originalmente una maqueta que íbamos a mover con el respaldo de Subterfuge. Nosotros éramos los primeros que decíamos que no estábamos preparados para grabar un disco. Ya teníamos bastantes más canciones que creíamos que eran mejores”. Rafa habla con cariño y entusiasmo de una época que parece lejana, pero no está tan lejos. “El disco cayó de pie, siempre en el underground”, afirma, gracias al apoyo incondicional del sello. “Grabar entonces era una quimera”, pero "todo fue meteórico y salió rodado”.
“Dio la casualidad de que nos juntamos varias personas que, aunque éramos muy jóvenes, llevábamos mucho tiempo escuchando música”. Era el momento de cambio generacional en el que bandas como Fugazi, Faith No More o Fishbone integraban géneros aparentemente irreconciliables. “Esos grupos venían a tocar aquí. A Fugazi los vimos en Revólver en el año 93 o 94. Mudhoney, los primeros Nirvana, toda la escena de Seattle… Antes de que pegaran el pelotazo a mí me cayeron unas cintas. No había Internet, pero al final ese ‘Dios los cría y ellos se juntan’ ocurría en garitos como el Brujas”.
“Madrid era un hervidero de bandas y bolos”
Rafa y sus compañeros grabaron sus primeras canciones en Rock Soul, un pequeño estudio de Malasaña cerrado hace tiempo. Por circunstancias de la vida y cómo se ha funcionado por aquí, las cintas originales de media pulgada desaparecieron, de modo que tuvieron que partir de los DAT (un formato extinto) de las mezclas. “Eso nos ha salvado”, confiesa, aunque el trabajo de masterización en Estudio Brazil ha sido exigente. “La mezcla de la que partíamos era muy dolorosa. Había guitarras muy duras, agudas, cosas muy estridentes, yo creo que por desconocimiento general de cómo grabar, ecualizar y mezclar, y de los medios que había. Normalmente, cuando vas a masterizar cuentas con una mezcla que está ya preparada. En este caso no era así: Javi [Ortiz] se da cuenta de que tiene que ir casi estrofa por estrofa. Fue una locura, pero habla muy bien del amor y atención que pone en su trabajo. No puedo más que estarle agradecido, porque ha hecho lo que se podía hacer con ese disco, y más”.
El descubrimiento de unas fotografías en color de la época también les llevó a cambiar el arte, porque era “mucho más rotundo”. El vocalista hace una analogía sobre sus sensaciones al reencontrarse con estas canciones. “Yo diría que como cuando eres escritor. Tu primera novela no es tu mejor trabajo, pero con el tiempo dices: ‘Pues, hombre, no había aprendido a escribir todavía, pero algunas cosas tienen gracia e intuyo cosas que luego desarrollé’. Hay un plus de cariño, porque nos recuerdan muchas cosas”.
Sin caer en la sima de la nostalgia, a Rafa se le iluminan los ojos recordando aquellos años frenéticos de pogo y descontrol. “Puedo sonar muy abuelo cebolleta, porque se suele tener buen recuerdo del momento en que eclosionas a nivel creativo. Es evidente que es un momento especial de nuestras vidas. Yo lo recuerdo muy excitante, muy efervescente. Madrid era un hervidero de bandas, bolos de gente de aquí y de fuera. [La sala] Revólver traía a muchas bandas increíbles. Veo las entradas que conservo de la época y flipo. Me queda el recuerdo de unos años perfectos. Todo lo que queríamos que ocurriera estaba ocurriendo. Por lo menos en mi caso. Estoy seguro de que los grupos que estén ahora haciendo esto tendrán la misma sensación de libertad, de que cada día es diferente”. Aunque echa de menos la “sensación de descubrimiento” de la época y cree que la abundancia actual abruma e insensibiliza, ellos habrían “quemado” herramientas como Instagram o Youtube. Entonces iban a todas partes con cámara de vídeo, en un momento en que grabarse era muy poco frecuente.
Esta reedición –y las que espera que lleguen de sus otros dos discos– representan la oportunidad de completar el círculo con el sello que les apoyó en su inicio. “Subterfuge está haciendo realidad algo que tenía planeado desde hace tiempo. Yo, además, deseaba hacerlo con Carlos [Galán], porque nosotros empezamos con él, aunque luego cambiamos de compañía. Había ahí un capítulo que no habíamos cerrado bien, aunque nos teníamos mucho aprecio. Ahora el plan es reeditarlo todo con Carlos, pero sabemos que hay que ir paso a paso, porque es un grupo que ha dormido demasiado tiempo y entendemos la dificultad. Queremos hacerlo bien”.
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