“Un disco es como una película, tiene partes, pero están interconectadas, pertenecen a un todo. Es así como entiendo la música”, explica Wynn.
"Un disco es como una película, tiene partes, pero están interconectadas, pertenecen a un todo"
Quizá la inmersión de tres semanas en la capital eslovena ayudó a crear esa sensación que recorre el trabajo de principio a fin, a ratos melancólica pero dejando en todo momento ventanas abiertas al optimismo. “Los mejores discos son aquellos que, durante una hora, te llevan a un mundo que no es el tuyo. Me gusta grabar en cualquier sitio menos en el que vivo, creo que únicamente he grabado dos veces en Nueva York. Las canciones son de por si introspectivas, muy personales, y la narrativa avanza de una canción a otra, pero grabar en Eslovenia sí que ayudó a conseguir que el conjunto tuviese esa atmósfera integradora”. La idea de hacerlo surgió porque allí es donde vive y tiene su estudio Chris Eckman (The Walkabouts, Chris And Carla), que se ha encargado de la producción. “Me dijo que en principio me quería a mí solo con la guitarra. Siempre me gustó la manera en la que mezclaba la música folk con cuerdas y arreglos orquestales, así que acepté. Poco a poco el disco fue creciendo, pero partimos de las canciones desnudas y nos fuimos dejando llevar por las sensaciones del momento. No es ninguna locura. Para que una canción funcione, ésta debe poder ser cantada únicamente con una guitarra acústica”. Wynn ha colaborado con multitud de músicos, ha tenido numerosas bandas, pero se niega a comprometerse, le gusta ser un lobo solitario. “Me gusta tocar con gente, pero me siento bien a solas. Es normal, a veces te encuentras a alguien en un bar y te puede resultar interesantísimo, pero si luego sigues viéndole todos los días igual acabas cansado de las mismas gracias”.
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