Y una entrevista con Perro es justo como uno se puede imaginar: caótica, imprevisible, totalmente espontánea y repleta de bromas y esas tonterías tan necesarias y presentes en su música. A veces complementan sus respuestas como hacen con sus canciones, poniéndolas en común. Tras cuatro años fuera de los escenarios y reduciendo su actividad al local de ensayo, la oportunidad de grabar de nuevo ha conducido hasta un nuevo LP. Y las muchas virtudes de su nuevo álbum reflejan que el descanso les ha venido muy bien.
Me encuentro con Guille, Adrián y el batería Fran (falta Aarón, el otro batería) en las oficinas madrileñas de Sonido Muchacho. “El primer concierto tras el parón fue el del Canela Party de hace dos años -recuerda Adrián-. Volvimos un poco porque nos lo ofrecieron. Habíamos tocado allí hace un montón de años, cuando se hacía en sala. En ese momento estábamos tocando para nosotros mismos. Ahí la verdad es que nos motivamos un poco para volver, aunque no nos pusimos a componer hasta un año después”.
Guille explica las razones de su prolongada ausencia de los focos. “Cada uno tenía su curro, y tocábamos bastante a saco. Después de varios años así, se nos hizo bola. Necesitábamos descansar porque era demasiado. Teníamos que descansar la cabeza y coger un poco de fuerza. Cogerle ganas, porque al final era un poco automático. Era un parón indefinido porque no queríamos presión. Y ha sido la hostia”.
“Necesitábamos descansar y cogerle ganas”
“Llegó un punto -interviene Adrián- en que habíamos perdido toda la motivación. Para estar así, para continuar flojos, era mejor parar. Podían haber sido tres meses como cuatro años, que es lo que ha sido al final”.
La banda necesitaba liberarse del ritmo implacable del directo. Por eso, dicen, esta vez se van a tomar las cosas con mucha más calma: en su frenético primer año, Perro dieron unos ochenta y seis conciertos. Una locura. “Con ese ritmo no tienes tiempo de parar y meterte en el local a hacer cosas, a ver lo que sale con tranquilidad”, sostiene el batería. Pero hay más. “Vi el documental de Héroes del Silencio, y Bunbury decía que el año en que hicieron ochenta y cuatro conciertos eso casi acaba con el grupo. Sales de trabajar el jueves y te vas a Algeciras, imagínate. En nuestro caso el grupo no se iba a acabar, pero si mantienes ese ritmo, al cuarto dices: “Tío, no sé si ya me apetece o si merece la pena. Ahora haremos las diez cosas seguidas que nos apetezca hacer”.
Fue Marco Velasco, viejo colega, quien les propuso hace un año volver a su estudio El Mirador en Alhama (Murcia) a grabar un par de canciones. La banda había grabado con él su debut hace ya diez años. “Fue eso lo que nos hizo volver a componer -asegura Adrián-, aunque no teníamos ni idea de si íbamos a sacar los temas. Nos moló, sacamos más sesiones y al final, cuando llevábamos seis canciones, dijimos: “vamos a grabar disco. Ya que estamos, nos ponemos”. Lo hicimos en cuatro sesiones”. Sonido Muchacho entraría en la ecuación bastante más tarde. Y el cuarteto se benefició de las mejoras técnicas del estudio. “El sitio es impresionante, una mansión en la montaña. Es un estudio residencial, y lo ha ampliado mucho”, explican. “Estábamos más a gusto que Perry, con la piscina y todo”, apunta Guille.
Los tres admiten que aunque el título suena un poquito nostálgico su intención no era ponerse tristes, sino aludir a una “coña interna, una frase hecha” de ésas que abundan en sus canciones. Y no ven ninguna premeditación en los tintes más post-punk o post-hardcore que tienen unas cuantas de ellas. “Han salido un poco más oscurillas porque sí”, confiesa Guille.
“Nada en nosotros es deliberado -se ríe Adrián-. Igual que hemos sacado disco porque un colega nos dijo que grabáramos con él, las canciones tampoco tienen una deliberación de “vamos a hacer esto así”. La banda las trabaja esencialmente en el local. Puede que alguien traiga un riff “de tres segundos”, pero en palabras de Fran “lo más normal es improvisar, grabar la sesión y ver lo que mola y lo que no”.
“Democracia real”, dice Guille también entre risas, que tampoco le da mucha importancia a su fuerte personalidad. “Nosotros es que lo entendemos así, tienes que hacer lo que te sale. A veces salen cosas más oscuras. Y a veces no sale nada. Dices, chico, pues ya está, otro día saldrán. Lo mismo llegas otro día y te sacas dos temas”. Las letras se construyen siempre después de la música, y también es un trabajo colectivo en el que todos aportan. “El redondeo lo hacemos todos”, sentencia Fran. “La estructura se suele cerrar una hora antes de grabar, literalmente”.
Por cierto que “Me duele España” les adentra en terrenos abiertamente bailables. “Ésa es más washingtona”, dice Guille con sorna. “Es que nos gusta de todo -explica Adrián-. Desde el post-punk al electro. No nos cerramos a casi nada, no tenemos un estilo cerrado”. Y todos se entusiasman cuando se menciona a Devo. Las proyecciones absurdas e hilarantes de Héctor de La Puente en sus bolos inciden en esta visión absurda sobre las cosas que les caracteriza. Como dice Fran, “una simbiosis muy buena”. “Es que nosotros y nuestros colegas somos así -asegura Guille-. Nos mola el rollo, y ya está”. “A todo le sacamos la tontería, la parte absurda. Y tal y como nos comunicamos, así lo hacemos”, zanja Adrián.
“Todo se reduce a que si no vendes, no interesas”
En cuanto a los temas que sacan en sus textos, “las letras reflejan el pensamiento del grupo, cosas que nos pasan y nos van pasando durante la grabación...el tema es “nuestra movida”, más o menos en común. Como se terminan de cerrar antes de grabar, es un poco lo que nos sale espontáneamente. Es la cotidianeidad, ése es el tema”.
Aunque Perro tienen un directo demoledor, en los discos prefieren grabar por separado, porque han visto que es lo que les funciona. Eso no quiere decir que su energía no esté presente en sus discos. “Te pones a hacer la balanza y hemos visto que nos sienta mejor así, instrumento por instrumento”, dice Adrián. “Quizá sea más un problema técnico -añade Fran-, tampoco hemos grabado en grandes estudios. Si no puedes separar bien los ambientes, todo se mete por todos los lados y no puedes meterle chicha. Pero grabar en directo mola que te cagas, además de que es mucho más fácil”. “Son cosas distintas -matiza Adrián-. El disco no tiene por qué ser exactamente igual”. Y estuvieron encantados de masterizar su nuevo trabajo con Bob Weston (bajista de Shellac y el técnico que masteriza los álbumes de, por ejemplo, LCD Soundsystem) a propuesta del sello.
La filosofía única de Perro se explica en relación a su doble batería. No hay una razón de sonido, o técnica. Es que Fran entró muy al principio para sustituir a Aarón, que se había ido a trabajar fuera, en un par de bolos. Y cuando éste volvió, se quedaron ambos. Fran y Aarón montaron su primer grupo con dieciséis añitos. Así que todo quedaba entre colegas. “No era cuestión de darle la mano a Fran y despedirle: dos baterías y ya está”. Desde luego, esto no lo habría hecho cualquiera.
Sus expectativas ahora son, dice Guille, “disfrutarlo y pasarlo bien. Al final, nosotros hacemos esto porque nos apetece y ya está, porque queremos expresarnos artísticamente. No hay ningún incentivo económico. Por eso curramos de lo nuestro, y esto nos lo tomamos así”. Lo que no quita que “mole mucho que esto que haces espontáneamente interese, poder compartirlo con la peña”.
Fran se moja cuando preguntamos sobre su percepción de la escena o de cómo están las cosas para un grupo como el suyo. Él lo ve también desde su proyecto paralelo Espiricom. “Yo, personalmente, lo veo mal. Está bien que haya de todo, pero si al final lo que disfrutas tú se va haciendo cada vez más pequeño y es cada vez menos accesible…a mí me gusta mucho la electrónica, y se están demonizando mucho las salas”.
Además, “a grupos muy guay que no tienen tantos recursos se les hace muy difícil. Antes ibas a una sala y decías: Para mí la taquilla y para mí la barra. Ahora la tienes que alquilar, en cuanto terminas te echan porque tienen que abrir el bar. ¿Qué está pasando? Que salen grupos de la nada y ya están de cabeza de cartel en festivales. Se pierden toda la parte de girar, de las salas, de furgoneta y comer bocatas, que es quizá lo que mola más de todo esto. Mal para ellos y para nosotros. Todo se reduce a que si no vendes, no interesas, y pierde un poco el sentido”.
“Pero esto son fases -matiza Guille, que es algo más optimista-. Cuando empezamos también era súper chungo tocar. De repente se opuso muy bien, pero al principio del todo era un puto jaleo tocar. Mientras haya gente con inquietudes, está bien”.
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