La vida da muchas vueltas y depara también un montón de sorpresas. Sofía Coppola, desahuciada tras intervenir en un papel del “El Padrino III”, pasó a engrosar por culpa de su desgraciada interpretación, las filas de los niños de papá que sobreviven gracias al apellido. Muy pocos auguraban un futuro mejor para ella, pero a fuerza de perseverar pronto supo como esquivar la mala baba de la prensa sensacionalista. Trabajó durante una temporada como fotógrafa para las revistas norteamericanas más importantes, diseñó su propia línea de ropa y, poco a poco, fue perdiendo el miedo a encarar nuevos y más ambiciosos proyectos en la industria cinematográfica. Dominados ciertos aspectos técnicos gracias a su experiencia como fotógrafa y a la realización de un cortometraje titulado “Lick The Star”, sólo le faltaba una historia que mereciera la pena rodar. Y fue Thurston Moore, cantante y guitarrista de Sonic Youth quien le brindó en bandeja su rehabilitación profesional, cuando, sin sospechar qué acabaría desencadenando, le regaló un ejemplar de “Las Vírgenes Suicidas”, novela de culto firmada por Jeffrey Eugenides. Fascinada por su lectura, Sofia encontró en el relato su llave al futuro. Escribió la adaptación cinematográfica e inspirada por el sonido ensoñador de “Moon Safari” decidió encargar a Air, la composición del score cinematográfico de la película. “Recibimos un día su llamada y, tras escuchar su propuesta, negarnos a colaborar con ella hubiera sido poco menos que un traspié. Más de una vez habíamos tanteado la posibilidad de participar en un proyecto cinematográfico y ella nos brindaba una oportunidad única: culminar un viejo sueño mucho antes de lo que jamás hubiéramos imaginado. Congeniamos al instante y se llevó un sí como respuesta”. Aquella primera conversación dejó claras las intenciones de la directora y, sin otro deseo que complacerla, Nicolas Godin y Jean-Benoit Dunckel se pusieron manos a la obra no sin antes acordar una cita para precisar detalles. Pasaron unas semanas y, tras la reunión, con la película ya bajo el brazo, se encerraron en el estudio para repasar durante dos meses todas sus secuencias y musicalizarlas. “Cada imagen se complementaba con una nota y el esfuerzo, aunque agotador, acababa siendo agradecido si cuadrábamos nuestras intenciones con las sugerencias que nos inspiraba el filme. Algo que no ocurría siempre. No hay que olvidar que se trata de música original creada expresamente para el medio. Y eso comporta una gran dificultad”. El punto de partida consistió en recrear los años setenta, momento en que se desarrolla la trama de la película. Y aunque los esquemas compositivos de Air se adecuan sin calzador a lo que de ellos se esperaba, los franceses tuvieron que sopesar varios cambios. “Redujimos el componente instrumental a órgano, bajo y batería, para así reproducir las composiciones musicales de aquella época. Nuestras principales referencias fueron Serge Gainsbourg y Ennio Morricone”. Como no. Con la ayuda de Brian Reitzell, batería de Air durante su gira por Estados Unidos, el trabajó se agilizó y las dudas y problemas desaparecieron. Juntos dotaron al score de la atmósfera precisa para acompañar cada una de las secuencias, de tal modo, que, vista la película (proyectada en el pasado Festival Internacional de Cine de Gijón), se hace difícil pensar en la existencia de “The Virgin Suicides” sin los pentagramas de Air. “Lo que pretendíamos era alcanzar ese punto agridulce que transpiraba el desarrollo de la trama, algo que llegaba a los sentidos y que escapaba a la razón y, modestamente, creo que lo hemos logrado”.
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