No tarda en sumársele Patrick Hetherington, guitarra y teclista también del grupo, ni tampoco en aceptar la verdad; hay que entrar porque fuera es imposible oír nada.
Sentados a contraluz en el sofá, reducidos ahora a un par de sinuosas formas, es inevitable pensar en lo adecuado de la anécdota: luces y sombras. Día y noche. Cuando hablamos con la banda australiana afincada en Berlín por primera vez en 2019, a raíz de la publicación de su debut homónimo, no tenían ningún concepto para el disco, sin embargo, ahora la historia es bien distinta. “Musicalmente hay un sinfín de influencias, eso no ha cambiado respecto al primero. Pero queríamos explorar nuevos territorios, abrazar sonidos más ligeros y abiertos, así como adentrarnos en sonoridades más pesadas, sin tener que contenernos o poner un filtro como sí hicimos en el pasado”, asegura Swain. “Por eso hemos hecho dos discos, para evidenciar esa polaridad de día/noche, de viaje interno y externo”, añade.
“Ha sido muy inspirador escuchar jazz, especialmente el de los años setenta, que dinamita cualquier idea de estructura de canción y se centra en crear ambientes”
Diecinueve canciones divididas en dos partes: “Day” y “Night”. La primera mitad arranca con “Light”. Se trata de “una salida del sol lenta y incandescente, sobre el mar en Australia, con sus pájaros y toda la naturaleza del lugar”, según la describe Hetherington y añade: “queríamos que fuera cálida, acogedora y también muy liberadora”. Esa frase, tan aparentemente liviana, contiene algunos de los elementos que dan significado al álbum. Al escucharlo, las imágenes se suceden en la cabeza del oyente, como los recuerdos de unas vacaciones proyectadas sobre una pantalla blanca en una noche de verano. Una banda sonora que no se prodiga en los hits immediatos, sino más bien abrazándose a formas menos estructuradas y de influencias dispares. “En el primer disco nos contuvimos muchísimo porque queríamos hacer algo más accesible y corto”, confiesa el teclista. Del pop más viejoven –en el sentido del género MOR (Middle Of The Road, por sus siglas en inglés)- de bandas como Duran Duran o Train, a ritmos más cálidos sostenidos por pulsaciones latinas, pasando por jazz, funk, pop o arreglos orquestrales. (Patrick Hetherington) “Para empezar, Toto, nuestro batería, toca sin metrónomo [risas]. Eso te da una idea de la libertad que teníamos; de cómo dejamos que los tempos fluyeran”.
La banda ha confesado en más de una ocasión –especialmente a raíz de las buenas críticas sobre su excepcional talento como músicos– que la parte más electrónica de su propuesta exigía que cada beat estuviera debidamente colocado en su lugar. Sin embargo, escuchando a bandas como Fleetwood Mac o Steely Dan, apreciaban cada vez más cierta flexibilidad y movimiento en su sonido. “Nos hemos dejado llevar; hemos improvisado un montón. Y eso sienta bien. Durante la grabación, cada toma era diferente, no eran perfectas y cuando teníamos que escoger las que quedarnos, nos guiábamos por la que ‘sentíamos’ que era la buena”, recuerda entusiasmado Patrick. Pese al eclecticismo ya latente en su anterior trabajo, las influencias musicales se han expandido todavía más en estos dos años. “Ha sido muy inspirador escuchar jazz, especialmente el de los años setenta, que dinamita cualquier idea de estructura de canción y se centra en crear ambientes”, relata el joven guitarrista. “Nos hemos dejado llevar y hemos sacado muchísimas cosas que llevábamos dentro, siendo capaces de ver cuan lejos podríamos llegar”, puntualiza Swain.
El disco ha sido grabado en los estudios La Frette de París y ha contado con James Ford (Arctic Monkeys, Depeche Mode, Florence + The Machine) en la mezcla y con el nominado al Oscar, Owen Pallet (Arcade Fire), a cargo de los arreglos orquestales. Dos bandas –Arctic Monkeys y Parcels– que además guardan cierto paralelismo, ya que en su debut, los de Sheffield cautivaron con un indie pop naïve y contagioso, para explorar infinidad de multiversos sónicos a lo largo de su carrera, ganando y perdiendo fans con cada nueva entrega. Y si bien Parcels saltaron a la fama gracias a ese hitazo que es “Overnight”, producido por Daft Punk –luego llegaría el bien acogido debut “Parcels”– “Day/Night” no es la continuación que una podría esperar. O sí. El segundo trabajo de las bandas que alcanzan cierta popularidad a menudo se ve sometido a una especie de La decisión de Sophie musical: ¿continuar con la fórmula del éxito del debut o explorar nuevos horizontes sonoros? Quizá sea una visión un poco reduccionista y hay infinidad de ejemplos de equilibrios bien conseguidos, pero algo de verdad queda… Parcels no ha renegado de su sello personal infectado de funk bailable y de ese aire demodé tan de moda, un giro fresco y aceptable de todo aquello que malamente denominamos “guilty pleasures”. Un buen ejemplo serían “Comingback”, la celebratoria “Famous” o “Somethinggreater”, quizá la más continuista de todo el disco.
“Hay unas imágenes cinematográficas muy específicas en las canciones".
Pero la inmediatez de su propuesta y aquella aparente frivolidad que suponía querer danzar los problemas y la angustia millennial, ha dado lugar a un viaje de corte introspectivo y polimórfico. Así, escuchamos la delicadeza y cierto aire nostálgico en cortes como “Outside” o “NowIcaresomemore”, con ese ambiente de piano bar a las tres de la mañana; entre el genio y la decadencia. Es difícil agrupar diecinueve canciones tan dispares bajo un puñado de etiquetas, porque poco tienen que ver temas como las sinuosas “Daywalk” y “Nightwalk”; dos caras de una misma suave moneda, con la grandilocuencia de los arreglos orquestales de “Reflex”. Pero hay algo que late en todas ellas: su ambición por contar historias, por generas imágenes. Así, este disco bien podría ser la banda sonora de un viaje no tan lejano. “Esta es la banda sonora de una película que quizá ¡nunca se haga!”, confiesa Loui Swain. Ambos músicos asienten, mientras hablamos de las imágenes tan concretas que las canciones evocan. “¡Justo eso!” exclama el teclista mientras ambos músicos sonríen y añade: “Hay unas imágenes cinematográficas muy específicas en las canciones. Hemos creado un flow y una atmósfera consistente en todo el disco, pero cada persona verá imágenes diferentes gracias a su propia creatividad”.
La llamada se ve interrumpida por un fallo en la conexión. A la vuelta, bromeamos que se trata de la nueva realidad. Ahora solo faltaría un gato apareciendo por la pantalla o un compañero de piso despistado cruzando desnudo el salón. La vida en la era Zoom. La vida post Covid y ese aire de desgaste que flota más o menos latente en el aire. ¿Es un disco escrito durante la pandemia? “Empezamos el disco antes del confinamiento, en Australia, trabajando con distintas sonoridades”, puntualiza Swain y añade: “estábamos en el bosque, tocando e improvisando en jams; intentando pensar de manera abstracta de lo que estos álbumes podían representar, la historia que podrían contar”. Pero después llegó el confinamiento “y recontextualizó lo que estábamos haciendo”. El quedarse en casa supuso para muchos una oportunidad para indagar en su vertiente más artística y artesanal. Fueron semanas y meses en los que un sinfín de libros fueron escritos; panes amasados; aumentaron las subscripciones a cursos de aprendizaje de idiomas, de crochet o de fabricación de muebles caseros; miles de mandalas fueron pintados y las meditaciones se compaginaban con maratones de series. Los discos no fueron una excepción. Aunque numerosos artistas hablan también de un periodo de sequía creativa, lo cierto es que para muchos al no poder salir físicamente, solo quedaba la opción de emprender el camino opuesto: el de adentrarse lo más adentro de uno mismo como fuera posible. “Totalmente”, asiente por su parte el guitarrista y teclista. “En el disco hay sonidos que son muy personales y que no fueron escritos para el disco per se. No hablamos solo de noche y día, sino en muchos aspectos nos adentramos en un viaje interno y externo, algo que el confinamiento nos permitió experimentar a nivel individual”, recuerda el Hetherington.
“La segunda parte es un viaje interno y la música cambia cronológicamente"
Imagínate tomarte una de esas pastillas que te hacen encoger, como en las películas malas de serie-B y poder adentrarte por el torrente sanguíneo de Parcels, ver qué fluye por sus venas y descubrir esos momentos que componen “Day/Night” a nivel atómico. “Hay una diferencia notable entre las letras de la primera parte y la segunda”, apunta Patrick. “En ‘Day’ son historias personales, momentos que pertenecen al mundo exterior; como la familia o el amor”. Ese mundo más superficial, más expuesto, se alimenta de la ciudad: del vaivén de los peatones, de las conversaciones en el autobús o de los ruidos tan característicos como bocinas, lluvia, un frenazo y alguien pegando un grito en la distancia. El mayor ejemplo es quizá “Inthecity (Interlude)”, una pieza escrita principalmente por Owen Pallett, de quien la banda habla como “una gran inspiración” y al que dieron una total libertad a la hora “de componer y hacer los arreglos”.
Son esos arreglos de cuerda preciosistas los que se funden con los sonidos más duros de la ciudad, en una bella simbiosis que representa “el viaje a través de un mundo social, lleno de gente, ruido y expectativas”, según Hetherington. Esa atmosfera impregna toda la primera parte del álbum, soleada y llena de matices. “El día es cálido y reconfortante” explica el australiano, “pero a medida que van pasando las horas, te vas desgastando. Lentamente”. ¿Y qué hay de la noche? “La segunda parte es un viaje interno y la música cambia cronológicamente. Empezamos con esa puesta de sol y después la oscuridad…Ahí es cuando el personaje principal tiene que afrontar la cara oscura de su personalidad. Todo ese hedonismo, el miedo, cosas como qué significa la fama, la avaricia y toda esa parte fea que no queremos mostrar a los demás; lo que se oculta en las sombras”. Patrick, sentado al lado de Loui –ambos todavía cómodos entre las luces y claros de su salón berlinés–, hace una pausa. No todo es lo que parece… “En algún momento aceptas toda esa parte de ti y por eso ya no es tan oscuro, si no que se vuelve algo bello cuando lo abrazas. Brilla”, recupera el músico. En esa amalgama de sentimientos, de reflejos en el espejo y de tonos oscuros, hay temas que quizá no acaben de encontrar su sitio, como “Thefear”, pero hay también lugar para destellos brillantes y con un punto cafre, como el ya citado “Famous” o “LordHenry”, de abruptos cambios. “Es tumultosa, ¿verdad?”, pregunta Loui. “Queríamos que fuera agresiva, con cambios bruscos y sonidos más sucios que encapsularan el exceso de una manera grandilocuente”, añade Patrick al respeto.
Movemos la conversación hacia terrenos menos densos, hablando de las últimas versiones que han hecho en acústico para la promoción del disco, añadiendo también covers como “Dancing Queen” de Abba o “I Will Always Love You” de Dolly Parton. “¡Hacerlas es tan divertido! Empezamos porque nos daba pereza cargar con la batería, pero ahora también nos sirven para trabajar las armonías vocales”. El nuevo directo contará con “distintos grooves” y quizá algo más en acústico si la banda tiene “más confianza” en las nuevas canciones, así como alguna versión más. ¿Placeres culpables? “Es que las canciones disco de los noventas y dosmiles, así como el house o el EDM tenían temazos, eh?”, comenta exultante Patrick, a lo que Loui añade: “Si le quitas todas esas letras horribles, al final, la melodía que queda es super pegadiza y genial”. En algún momento alguien empieza a cantar estribillos made in Eurovision. Puede que haya sido yo. Pero no estoy sola. Con el sol berlinés de fondo y la dureza de la luz rebajándose lentamente, dos figuras se acercan a la pantalla y sonríen, despidiéndose mientras todos buscamos el botón rojo para finalizar en esta nueva realidad.
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