Pablo Drexler, Pablopablo, venía a sacar un álbum y lo ha hecho y, por el camino, ha dejado a la industria y a los medios embelesados. Se habla de frescura, de riqueza musical, de su saber hablar y saber hacer. Si todos los artistas que se sientan delante del periodista para hablar de su vida y sus proyectos tuvieran la naturalidad de pablopablo, los programas de entrevistas volverían a ser lo que fueron: auténticas ventanas al mundo interior de nuestros artistas favoritos. Sin embargo, desgraciadamente, la realidad no es así. El resto del mundo no puede ser como Pablo Drexler porque es imposible. Porque Pablo estaba predestinado a ser lo que es, y lo que será.
La evolución de un artista como él -ni mejor ni peor que un autodidacta que viene de la calle- empieza hace muchos años y de una manera muy particular. Hijo de estrella, y de una especialmente virtuosa, clasicista en muchas cuestiones, viene con el sambenito bajo el brazo, pero también con la posibilidad de presumir de abono: “A este momento llego después de años. Yo llevo haciendo álbumes desde que tengo 13 o 14 años pero no eran lo suficientemente buenos. A este punto llegas cuando después de un año y medio de escribir una canción sigues disfrutándola. Donde yo he aprendido ha sido tocando para los amigos de mis padres, que eran todos músicos. Estas ahí tocando la guitarra, con Caetano Veloso, y tienes que defender tu tema. Ahí lo he pasado mal, o tocando una pieza de Bach con 14 años delante de todo mi instituto.”
"Para mí es importante que los tecnicismos den igual, lo importante es que la gente lo entienda”
La herencia acompaña, sí. Sin embargo, el refranero español incluye una advertencia para las grandes fortunas heredadas: “la primera generación, lo consigue; la segunda, lo mantiene; la tercera, lo arruina”. Así, Pablopablo confía en su ética, su disciplina de trabajo y la magia del directo. “Estudio mucho, trabajo mucho, hago muchos ejercicios de voz, porque quiero llegar lo más tranquilo al directo. Lo importante del show es que no puedes hablar sobre la canción. Hablar de la música es muy complicado, hay que hablar con la música, con el piano y la voz. Ahí me olvido de la presión y me concentro en disfrutar porque es lo único que puedo hacer”. Sin embargo, la herencia familiar no es lo único que Pablo Drexler lleva consigo y que viene del pasado. Estudioso y trabajador, no solo antes de preparar un concierto, sino a lo largo de toda su vida, es uno de esas rara avis entre los artistas contemporáneos que aparecen en revistas como esta que cuentan con formación clásica de conservatorio, una ventaja y una losa, según como se encare. “Al ser consciente de los pasos que ha habido, de ver lo que ha perdurado y no, lo que ha innovado y lo que no a lo largo de la historia, me interesa mucho contar algo diferente. Tengo muchas ganas de contarlo y que alguien lo entienda. Cuando digo eso, me refiero más a mí que al resto: el lenguaje de la sencillez no tiene nada que ver con la formación. Contar algo sencillo es muy difícil, y ahí está el challenge. Al final no es tanto algo matemático o complejo, sino si como público, cuando escuchas el paso de una canción a otra, suena como si tuviera sentido. Detrás estoy yo diciendo ‘esto funciona por esto y por esto’. Para mí es importante que los tecnicismos den igual, lo importante es que la gente lo entienda”.
Pablo vive en Londres desde hace tiempo. La capital inglesa es uno de los epicentros musicales del planeta y él lo sabe. No solo mirando a lo cercano –precisamente, no mirando a lo cercano– aprende uno lo suficiente. “El diseño de sonido de la música de Londres es una puta locura. Para mí es el lugar en el que mejor producción hay en el mundo, porque son muy experimentales pero a la vez todo suena que te cagas. El drum & bass, el dubstep… todo viene de ahí. Ese diseño de sonido viene de Inglaterra. En Estados Unidos tienes el rap, que es un mastodonte, pero lo que tiene en Inglaterra es ese afán por comunicar cosas muy raras, innovar mucho… Me he acercado muchísimo a la producción inglesa porque tienen una forma de combinar espacial y temporalmente”. Esa internacionalidad resuena en el álbum en su música pero también en sus letras: un recorrido vital y emocional por las avenidas de un artista que lo tiene todo para encargarse personalmente de encarnar el futuro.
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