A rebufo del éxito construido en los primeros años de siglo por combos como Interpol, Editors o The National, una segunda generación de bandas atraídas por los sonidos más oscuros del rock está naciendo en el Reino Unido. A la cabeza se encuentra White Lies, un trío del oeste de Londres, más melódico y dulzón que los grupos mencionados, pero que acaba de editar una colección de temas sin desperdicio.
"Los tres discos de Interpol están entre los mejores trabajos editados en los últimos años" |
Entre sus propósitos, dejar de mirar hacia el Manchester de finales de los setenta y fijar más la atención en los grupos más aprovechables que nos deparó la siguiente década. No faltan en su música y estética préstamos de Magazine, The Psychedelic Furs, OMD o New Order. Nos responde Harry McVeigh, cantante. “Son ridículas las comparativas que he leído con Joy Division. Los conocemos, pero nunca les hemos prestado demasiada atención. Nuestros gustos están mucho más cerca de bandas como Echo & The Bunnymen, que de hecho nos parece mucho mejor banda que Joy Division. También somos grandes fans de The Cars o Björk”. No disimulan tampoco los guiños a la actitud e imaginería de iconos como Nick Cave. “Somos grandes admiradores suyos. No es un gran cantante, pero su sentido de la atmósfera en las canciones y sobre todo el carisma que desprende su persona es siempre una inspiración”.
Comparaciones aparte, si por algo destacan los londinenses es por haber sido capaces de volver a sorprender en el refrito de un género que parecía haber alcanzado lo mejor entre sus nuevas encarnaciones. Los temas de “To Lose My Life”, si no tan perdurables como los de “Turn On The Bright Lights”, sí son igual de inspirados que los que juntó Editors en su primer “The Back Room” y más accesibles que cualquiera de los dos discos mencionados. “Los tres discos de Interpol están entre los mejores trabajos editados en los últimos años. Nos encantan, pero no somos muy admiradores de Editors. Somos incapaces de entender su propuesta”. En ocasiones parece forzado el giro oscuro del sonido y la imagen de la banda, que parece más cómoda en el pop radiable que en las atmósferas más impenetrables normalmente asociadas al género. “Estoy de acuerdo. El foco se encuentra en escribir buenas canciones pop, mucho más que en dotarlas de un sonido oscuro. De hecho, nuestra música está teñida de un tono feliz”. Y de ahí precisamente el nombre que da definición al trío, traducible al castellano como “Mentiras Piadosas”. “Así es. Es un término casi contradictorio que creemos nos representa muy bien. Por un lado están las letras, derrotistas, amargas, que se conjugan con un sonido muchas veces inocente, con toques tenebrosos, pero que no pierde su sensibilidad pop”. Precisamente las letras son uno de los principales elementos que definen “To Lose My Life”; cuentos macabros y breves alegorías de venganza, desamor y desolación, que sí encuadran a White Lies en el tipo de grupo que se siente cómodo en la concepción sombría de la vida, y con una cierta obsesión con la muerte. “Son cosa de Charles (Cave, bajista). Las utiliza como una especie de terapia, para quitarse de encima sus pensamientos negativos, pero no tienen mucho que ver con nosotros. Somos tres personas bastante felices, afortunadamente”.
Con sus contradicciones, White Lies son la nueva apuesta de Londres por seguir dando origen a las bandas más interesantes del continente, en un momento en que otras ciudades alejadas de la capital, como Sheffield o Manchester, por no hablar de la escocesa Glasgow, parecen haber tomado el relevo como principal caldo de cultivo musical en las islas. “No lo veo así. Londres siempre es la principal fuente de origen de bandas en el Reino Unido. El ambiente de la ciudad sigue siendo fantástico y nunca paran de surgir grupos que valen mucho la pena. Este año oiremos hablar mucho de Florence And The Machine, una banda increíble”. A White Lies les tendremos presentándonos sus temas en la próxima edición del Festival de Benicàssim y posiblemente nos visiten en unos meses protagonizando su propia gira.
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