Puede que la raza humana haya llegado a su limite y se empeñe en repetir sus propios errores hasta el aburrimiento. Siglos de exprimir los sentimientos hasta el límite, de encubrir lo que verdaderamente importa, nos han dejado en un escenario de vacío existencial que tratamos de llenar con algo que nos permita dejar de pensar en nosotros mismos por un momento. Algunos lo llaman sexo, drogas y rock and roll, pero tal vez la respuesta esté en las máquinas y en crear un nuevo tipo de dispositivo que sienta por y como nosotros y podamos seguir evadiéndonos, sorteando la oscuridad y vendiendo nuestra alma al diablo por encontrar el estribillo perfecto, que es a lo que hemos venido. Este futuro, puede que no muy lejano, es el que ha inspirado el séptimo trabajo de Sidonie. (Marc Ros) “Leí un artículo en el que se hablaba del futuro de la robótica, la robótica blanda, y de ese momento en el que los robots humanoides empiecen a interactuar con nosotros, lo que puede llegar a generar una serie de conflictos éticos. Podremos hacer uso de estos androides incluso para tener relaciones sexuales con ellos. Además se pueden crear otros vínculos de tipo sentimental, por ejemplo”.
“Sierra y Canadá”, la fábula de dos robots que se enamoran de manera asincrónica (lo que es algo muy normal entre los humanos, que tienden a no ponerse nunca de acuerdo para hacer las cosas a la vez), parte de una historia con bastante ciencia y poca ficción. “Como de amor ya he escrito unas cuantas canciones, pensaba que desde el punto de vista de la ciencia ficción sería más atractivo. Yo creo que esto es lo que me pasó a mí respecto a una relación en concreto: pensaba que no podía hablar de ello de otra forma que no fuera esta robótica en un ambiente post-nuclear y futuro, debido al hecho de que ya tenía todos los sentidos quemados. Me imaginaba una ciudad llena de perdedores y de gente sin futuro devastada por una bomba nuclear y el disco es la banda sonora de este escenario”. A primera vista, hay una cosa evidente: las canciones son diferentes, con estructuras a las que no nos tenían acostumbrados y un sonido mucho más sintético que deja su personal interpretación de la psicodelia en la esencia: las melodías. El corazón detrás de los cables está presente, pero cuesta encontrarlo. “Después de ‘El Fluído García’ empecé a escuchar de forma obsesiva cosas como OMD, The Human League, Pet Shop Boys o Depeche Mode. Me iba bien para el estado de ánimo en el que me encontraba. También, volviendo la vista atrás, grupos de psicodelia que empezaban a experimentar con sintetizadores como Silver Apples o la música hecha con Moog. Todos esos grupos reaccionaron de una forma muy fuerte cuando escucharon a Kraftwerk, que es un banda que no se ha destacado por sus melodías sino por el concepto sonoro, y este es el punto que me interesa, ese equilibrio entre la melodía y la electrónica es lo que hace el disco distinto, lo mismo que esta vez hayamos grabado por separado en lugar de todos juntos”.
La forma de componer también ha sido diferente. Marc Ros ha aparcado la guitarra y las canciones de su particular Hiroshima han sido creadas a partir de un instrumento rescatado del olvido. “La mayoría de los temas han surgido a través de un teclado que encontré en un anticuario cuando iba a comprar unas sillas. Me lo vendieron por cuatro chavos, y es un mítico Lowrey del 74, que se ha usado en discos de The Band o The Beatles. Es muy curioso: tiene los pedales de bajo, ritmos y unos sonidos que intentan imitar a un sintetizador muy cutre”. En este punto de la conversación entra en escena Axel Pi. Muy satisfecho con el resultado del disco y encantado de seguir adelante junto a sus dos hermanos del alma, no olvida que “Sierra y Canadá”, como el resto de su discografía, ha sido un trabajo en equipo. “Hemos grabado de nuevo en Barcelona, en Blind Records con los productores Santos y Flure y la ayuda de David T. Ginzo (el guitarrista que nos acompañó en la gira anterior). A veces se difumina su importancia, pero creo que después de tantos años es importante darles el valor que tienen acerca de lo que hacen con el grupo. Más allá del aspecto técnico, nos aportan la tranquilidad de saber que lo que haremos con ellos lo haremos relajados y sabiendo que conseguiremos llegar al lugar al que queremos”. Sólo queda la duda de cómo van a llevar al directo las canciones de un álbum en el que domina lo sintético, y cómo van a enmarcarse estos nuevos temas en un repertorio que rinde culto al pop superlativo, a los ecos de George Harrison, los años lisérgicos de Carnaby Street y al costumbrismo de The Kinks. “A diferencia de otros grupos, y no lo critico, cuando haces algo tan distinto, sueles adaptar el resto del repertorio al sonido del nuevo disco. A nosotros lo que nos gusta es apostar por producciones distintas y no tener ningún tipo de miedo a que sobre el escenario las canciones del nuevo trabajo suenen lo más cercano posible a la producción del disco”.
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