Tener enfrente a Tim Booth y mirarle a los ojos implica reconocer de inmediato a una persona tremendamente espiritual. Una sensación confirmada a lo largo de una entrevista que comenzó en unos céntricos almacenes madrileños minutos antes de que el vocalista ofreciese (junto al teclista Mark Hunter) un impagable showcase en representación de James, y que terminó varias horas después tras una excelente cena servida en un restaurante de Lavapiés.
Vuestro nuevo disco, “La Petite Mort”, ha venido marcado por la muerte, primero de tu madre y posteriormente de un amigo… ¿Por qué decidiste hacer un álbum al respecto? ¿Funcionó como terapia para ti?
Más que elegirlo resultó que estaba atrapado en mí subconsciente. Debía estar en mi mente y me estaba afectando tan fuertemente... Se me murieron dos personas. Por un lado alguien tan alegre y hermosa como mi madre, y cuando murió en mis brazos... resultó que sentí algo muy inesperado, casi como si aquello fuese un nacimiento. Luego murió un amigo con el que no había aclarado las cosas y al que echaba de menos. Llegué demasiado tarde a Nueva York para decirle adiós y fue devastador. Así que estos acontecimientos estaban en mi subconsciente y por eso todas las letras parecen tratar acerca de nuestra relación con los fallecidos, de sacar a la luz la buena relación con ellos para que en parte sigan vivos, o de un hombre que es consciente de la muerte y se despierta a través de la pasión de enamorarse de alguien. Ese parece ser el tema general del disco, pero en realidad no pretendí que fuera así, simplemente pasó. No lo elegí. Creo que puede ser algo terapéutico, pero es sólo lo que me salió y ni siquiera pienso en ello. Es curioso porque cuando voy a cantar las canciones, a veces no puedo porque me sale demasiado emocional. Eso quiere decir que la emoción me viene ahora, y sin embargo cuando escribí las canciones me resultó fácil y no tuve problema. Pero ahora cuando las cantó a menudo se me saltan las lágrimas o lo que sea. Todo lo que canto, todas las canciones que he escrito tratan de darle sentido a este mundo, darle sentido a mi corazón o darle sentido a lo que está pasando…
¿Y personalmente cómo afrontas el tema? ¿Eres una persona temerosa de la muerte?
No. Ya morí cuando tenía veintiún años y dejé de respirar en el hospital. Estuve muerto y es muy tranquilo y bonito. Y hace cuatro años tuve otra experiencia similar bajo el agua. Así que no estoy demasiado preocupado por la muerte. Tengo miedo al dolor, pero no tanto a la muerte. Cuando he estado cerca de ella parecía algo muy tranquilo.
En cualquier caso el álbum respeta la esencia de James: es colorido y vistoso, en una circunstancia algo chocante con un tema habitualmente tabú como el de la muerte… ¿Qué pretendíais con esta paradoja?
Nunca hemos sido una banda deprimente y siempre hemos querido levantar el ánimo de la gente, porque la vida ya es suficientemente dura sin gente deprimente. Las canciones simplemente salieron así, y sentimos que estaban más cerca del enfoque sudamericano de la muerte y de cosas como reírte de ella, bromear al respecto o la celebración del día de los muertos. Me encanta ese enfoque, no como el occidental o el británico, tan serio… Así que queríamos plasmar en el disco ese tipo de relación con la muerte, porque la de mi madre fue muy deslumbrante y nadie habla de eso en el mundo occidental, no te dicen que la muerte puede ser bonita. Claro que lloramos cuando murió, pero también fue algo alegre y bonito.
De hecho creo que la principal novedad de este disco es una mayor presencia de la electrónica, capaz de aportar una animosidad adicional a las canciones… ¿Por qué decidisteis introducir este elemento en “La Petite Mort”?
Nuestro teclista Mark (Hunter), es muy tímido y siempre que hacemos canciones está tan callado que ni si quiera notas que está ahí. En cada ensayo insistimos subirle y, aunque a él le gusta permanecer en un segundo plano, esta vez le hicimos ponerse en primera fila, así que el disco fue en esa dirección porque él usa mucho la electrónica. Normalmente sólo lo oímos cuando grabamos porque es cuando está solo, pero esta vez construimos las canciones alrededor de lo que él estaba haciendo. Y conseguimos a ese productor, Max Dingle, que es conocido por haber trabajado con Sonic Youth y en álbumes geniales, capaz de lograr un sonido increíble, haciendo que los discos suenen muy vivos. También hizo los discos de The Killers o Glasvegas. Nos ayudó mucho y tenía todo ese equipo increíble de los 60 y 70 que nos capacitó para obtener un sonido diferente, más sexy, destacando más los teclados. Es un álbum de teclados más que de guitarras, lo que para James es extraño.
¿Cuáles dirías que son precisamente las diferencias entre “La Petite Mort” y otros discos de James? ¿Qué tiene este álbum que no tenga ningún otro de James?
Creo que para nosotros tiene un sonido muy vivo. Escuché el disco en el teléfono, sin altavoces y se manifestó de una forma que nunca habíamos logrado antes, justo en la misma manera en la que lo habíamos grabado. James es una banda de directo, así que siento que, de alguna manera, con este disco estamos captando algo de nuestras vidas. Además tiene unas bases más sucias, y el contenido de las letras es diferente, tal y como hablábamos antes. Yo creo que es muy diferente pero claro, a otros les sonará igual. Eso es para mí. Cuando estás dentro de un disco lo percibes de manera totalmente diferente a cuando lo escuchas desde fuera.
En realidad hacía seis años que no publicabais un elepé… ¿Por qué decidisteis lanzar vuestras dos referencias anteriores, “The Night Before” (2010) y “The Morning After” (2010), en formato de EP?
Queríamos hacer dos proyectos diferentes. “The Night Before” (2010) lo intentamos hacer sin estar en la misma habitación, porque estábamos en diferentes países y queríamos saber si podíamos hacer un disco pasándonos el material por Internet y con un productor central, Lee Baker, coordinándolo todo. Fue un experimento. Y en “The Morning After” (2010) queríamos entrar en un estudio sin tener canciones, estar allí cinco días y ver cuántas canciones podíamos hacer en ese tiempo. Fueron dos EP’S que se complementaban entre ellos de forma extraña. Y dos formas totalmente diferentes de trabajar.
Volviendo a “La Petite Mort”, una de las principales evidencias que deja el álbum es que continúas luciendo como un cantante excepcional en potencia y singularidad… ¿Cómo te sientes sabiendo que eres uno de los vocalistas más particulares y reconocibles de Reino Unido?
Lo siento pero no puedo pensar eso. Me ha llevado años lograr que me guste mi voz. Quizás siete años cantando hasta que pensé: vale, mi voz está bien. Así que no me veo de esa forma. Escucho a cantantes tan geniales por ahí… por ejemplo, ¿conoces a Alabama Shakes? Escucho la voz de su cantante y…¡Wow!… ¡Eso sí que es una voz genial! Yo soy un bailarín. Hago las letras que me gustan y luego canto.
Brittany Howard canta francamente bien, pero también creo que la peculiaridad de tu interpretación ayuda a la hora de conseguir que James sea una banda inconfundible… ¿Cómo crees que un grupo llega a conseguir esa marca distintiva capaz de diferenciarlo de cualquier otro?
Identidad. Somos individuos muy diferentes entre nosotros, pero nos encanta rendirnos a las canciones. Intentamos hacer discos en los que las canciones sean lo más importante. En el grupo todo el mundo es consciente de que hay que dejar aparte a uno mismo para escucharnos entre nosotros. La identidad es acerca de la música, no acerca de la imagen. Si nos miras, nosotros no somos guays, ni estilosos y, de hecho si ves fotos o portadas de hace tiempo parecemos bastante tontos. Al final de los 90 tuvimos muchos problemas, muchas adicciones… problemas reales pero lo mantuvimos en privado y no lo publicitamos, porque la música tiene que prevalecer sobre la imagen.
Esta puede ser una pregunta complicada… ¿Cuál es para ti el disco más representativo o importante de James y por qué? Si yo tuviese que elegir diría “Millonaires” (1999) que precisamente es de finales de los 90…
Cuando grabamos ese disco estábamos muy jodidos, muy dañados, más que nunca como personas y como banda. Fue horroroso y muy doloroso, así que para mí es un disco muy difícil de escuchar. Sé que es un buen disco pero entonces estábamos tan afectados… psicológicamente fue la peor etapa de James. Seguramente si tuviese que escoger diría “Laid” (1993)... aunque podría hablar de cinco discos favoritos y ése sería sólo uno de ellos. También mencionaría “Hey Ma” (2008), “Seven” (1992), “Gold Mother” (1990) y “Pleased To Meet You” (2001). En realidad diría que tenemos unos cuantos buenos discos, pero de verdad que no puedo escoger sólo uno, lo siento pero no puedo…
En este momento la entrevista se interrumpe porque el vocalista comienza a preocuparse por la gente que espera para disfrutar del showcase programado varias plantas más abajo, así que me pide amablemente que completemos el resto de la entrevista después de la actuación. Así, junto al teclista Mark Hunter, Tim Booth ofrece una emocionante actuación de seis temas, justo antes de firmar decenas de discos y fotografiarse con todo aquel que se lo pide. Dadas las circunstancias y el cansancio latente en el británico, le comento la posibilidad de acabar la presente entrevista por mail, ante lo que músico insiste en hacerlo de manera personal. Así, ambos terminamos junto a su manager y el personal de su distribuidora en España cenando arroces en el barrio de Lavapiés. Antes de los postres y tras varias charlas informarles y agradables, es el propio artista quien sugiere que tomemos otra mesa más alejada para finalizar la entrevista prometida.
Bien, continuemos… Después de más de treinta años como banda… ¿Qué es lo que os motiva a la hora de escribir nuevas canciones y salir de gira? ¿Cómo se mantiene vigente el entusiasmo después de tanto tiempo? ¿Cuál es el “secreto” para que la banda siga funcionando después de tanto tiempo?
Es muy simple: disfrutar. Es un placer trabajar con grandes músicos y estar frente al público que tanto amas. Cómo no lo vas a hacer… no es un trabajo. La mayoría de la gente no vive esta experiencia y nosotros sí, es un gran honor y también una gran responsabilidad, pero el compromiso es intentar entrar en tu propio interior, sacar algo valioso y compartirlo. Ése ha sido siempre nuestro deseo, hacer buena música. Ni siquiera era grabar discos. Desde el principio la intención era tocar la vida y convertirla en música. Ser famosos no era nuestro deseo, que es lo que muchos buscan ahora desde el principio: quieren la fama, pero no desean expresarse. Lo que deberías intentar es expresar tu propio yo, y si tienes suerte tendrás tus seguidores.
Así que no te podrías imaginar a ti mismo haciendo otra cosa…
En realidad sí: me formé como actor y fui actor durante un tiempo, y ahora mismo estoy intentando escribir una novela. Un trabajo muy duro, estoy como a la mitad, llevo como ciento cincuenta páginas. Terminaré escribiendo libros, novelas…
¿Cómo crees que ha cambiado la industria musical desde vuestros comienzos hasta ahora? ¿Echas de menos algo de otras épocas?
Ha cambiado muchísimo. Hemos visto tantas caras diferentes de la industria... Nuestro manager que fue tour-manager de los Rolling Stones en la época del “Quadrophenia” de The Who y él ha visto aún más cambios. Vio los días en los que las bandas mandaban a las compañías, cuando ellos decían cómo querían las cosas. Pero en los 70 las compañías de discos tomaron el control. Nosotros empezamos cuando aún teníamos el control y era muy difícil trabajar con nosotros porque éramos muy desconfiados. No nos fiábamos de las discográficas porque habíamos visto lo que las compañías habían hecho con otras bandas, y no nos dábamos cuenta de que a veces intentaban ayudarnos. Por ejemplo, durante siete años nunca aparecimos en la radio por el día. Sólo un DJ nos pinchaba y era a partir de las diez de la noche. Tampoco ponían a R.E.M., pero de pronto salió “Losing My Religión” y se convirtieron en algo gigante. Y con eso cambiaron las cosas: la radio se abrió. Nosotros nos convertimos en algo muy grande, pero aún no nos emitían en la radio. Tocábamos conciertos delante de dos mil personas durante dos noches seguidas, pero nuestras canciones no aparecían en la radio ni en la televisión. Y de pronto vieron que habíamos conquistado a un público tan grande que se vieron obligados a pincharnos. En los primeros 90 sólo el 2% de las bandas que estaban con grandes discográficas seguían funcionando después de tres o cuatro años, así que incluso cuando el sueño de todos era firmar con una gran compañía era duro, porque tras dos o tres años habían desaparecido. Ahora es diferente, cualquiera puede hacer música en cualquier sitio y no tienes que pagar enormes cantidades por usar un estudio, pero es muy difícil llegar a la gente. La mayoría de la gente que sale ahora no parece que vaya a durar, porque la atención es muy fugaz, uno o dos días. A no ser que ya tengas una base como la que tenemos nosotros u otras bandas… te desvaneces en pocos años. Es difícil. Nosotros si todo va bien estaremos aquí otros veinte años. Mientras algunos conseguirán trascender, pero muy pocos, es muy difícil. Internet ha cambiado nuestro periodo de atención, lo ha reducido a quince segundos. Hoy más gente puede hacer música y expresarse pero menos pueden vivir de ello. La música se ha convertido en un bien de consumo como un cigarro o un dulce, algo que haces, usas y tiras. Era algo más precioso y más preciado hace veinte años.
¿Y cómo ves la salud de la actual escena musical británica? ¿Dónde crees que encajan James en esa escena?
No puedo responder a eso. No escucho la radio y vivo en medio de la naturaleza en un parque natural de California, así que realmente no lo sé. Sé que hay muchas bandas que han confesado nuestra influencia como Coldplay, Arcade Fire, Oasis… y han sido muy amables agradeciéndonoslo, pero no sé nada de las bandas jóvenes. Las realmente nuevas probablemente ni habrán escuchado a James.
¿Cómo definirías los conciertos de James actualmente y cómo encajarán las nuevas canciones en el repertorio clásico del grupo?
Creo que encajarán bien. Ya tocamos algunas el año pasado y aunque la gente no las conocía funcionaron. Hay cierta vulnerabilidad emocional en alguna de ella. Hay algunos momentos en los que ni puedo cantar de la emoción, y creo que la gente percibe eso: todos conectan con la emoción y comparten las historias de haber perdido a alguien. Mi twitter está lleno de gente dándome las gracias por el vídeo de “Moving On”… Ainslie Henderson hizo un video increíble. Por ejemplo, cuando estábamos haciendo el disco teníamos un tema que parecía una canción de navidad, algo que nos parecía muy divertido, pero lo intentamos con mis letras y lo arruinamos porque eran demasiado oscuras para navidad. Al final en lugar de una canción de navidad salió una canción de funeral, una canción que la gente pone en los funerales. La semana pasada alguien me escribió diciendo que su hija había muerto y que le gustaría poner esa canción en su funeral… increíble. Y claro que pueden ponerla, es un honor, eso es algo muy poderoso. Hay más gente está llegando a nuestra música a través de esas canciones y de ese vídeo. Y es fantástico llegar a nuevas audiencias, por ejemplo en Sudamérica, audiencias jóvenes que no sabíamos que existían… Cuando fui a Machu Pichu había un hombre cantando “I Wanna Go Home” y… bueno… ¡es un lugar más que curioso para encontrarte a alguien cantando esa canción! Es muy emocionante para nosotros porque también queremos tocar las canciones nuevas, y es genial poder ver a familias enteras en nuestros conciertos, a varias generaciones disfrutando de nuestra música. Ver eso es algo precioso. Tú pones la música ahí fuera y ella encuentra su propio hogar en el corazón de alguien. No te preocupas por las ventas ni las críticas, simplemente haces música, la lanzas al exterior y sabes que llegará a algunas personas… Y a otras no.
Vais a tocar en el FIB, donde ya habéis actuado antes y suele haber una amplia presencia de público británico… ¿Qué ambiente esperáis encontrar allí?
No sé, queremos tocar mucho del álbum nuevo. Iremos más hacia adelante que hacia atrás, y encontraremos un equilibrio. Sé que nuestras nuevas canciones son lo suficientemente fuertes. Fui a ver a Talking Heads a un festival escocés y tocaron todo material nuevo que ni tenían grabado, nada de lo antiguo. Al principio el público estaba en shock, pero tras seis canciones lo tenían, era algo increíble, y la gente sabía que iba a salir un disco genial. Me pareció algo tan valiente… Talking Heads son increíbles, nadie puede imitarles. Franz Ferdinand lo intentaron pero nadie puede conseguirlo. Son tan particulares, tan únicos, tan singulares.
Vais a compartir cartel con bandas y artistas tan importantes como Paul Weller, Travis, Kasabian, Manic Street Preachers, The Libertines o The Charlatans… ¿Hay algún grupo al que os apetecería ver especialmente en directo?
¿Cuándo tocan The Libertines? Me gustaría ver a Carl Barat otra vez. Pasé una noche genial con él y me gustaría saber qué tal le va y cómo sobrevive con los Libertines.
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