Peret tiene una mirada líquida, casi cristalina. Te mira, te pondera y te cala. Sin duda soy ante sus ojos un “mig amic”. Un medio amigo. Él gitano, yo payo. Él representa la veteranía experimentada, yo la joven pipiolez. No voy a ganármelo en una hora -tampoco soy idiota-, aunque lo pretenda, pero su pícara y torcida sonrisa me abren la puerta, por momentos, a su mitológico mundo. Solamente los maliciosos o los ignorantes no reconocerían a Peret como una figura básica, clave, para la música popular, aquella que emana del pueblo. Porque Peret es patrimonio de nuestra comunidad y él, que como buen gitano no tiene un pelo de tonto, lo sabe y se deja querer. Recibe ese amor y lo transforma en canciones que no pueden dejarte indiferente. Canciones que te obligan a la juerga, al desenfreno, al alboroto, al baile, al cachondeo. Un espíritu que surge como un potente geiser en la árida Catalunya del franquismo para inundar toda la Piel De Toro y parte del extranjero. Temas como “Borriquito” se convirtieron en las primeras estrofas entonadas por atrevidos bebés que no sabían ni la u. Otros temas como “Una Lágrima”, “Saboreando” o “Soy La Rumba” eran piezas ineludibles en esos espantosos karaokes de los tardíos ochenta. Retirado el “maestro”, durante dieciocho años de vida introspectiva, debíamos conformarnos con grabaciones enlatadas o con breves apariciones rescatadas en el programa ese del Summers que sacaba todo lo casposo de la tele, aunque Peret siempre sabía a gloria. El Rey de la Rumba es mucho más que un superviviente. Es un mito. Por eso no debe extrañarnos este disco. Quince temas que se convierten en quince homenajes de una serie de afamados nombres que en una u otra medida tiene una deuda con el Rey de la Rumba. Una deuda que trasciende, que se hace común a todos los que crecimos con una banda sonora ideal para aliviar la estupidez que se da en todas las épocas.
Artistas como Dusminguet, Fermín Muguruza, Los Enemigos, Macaco, Amparanoia, Estopa, Jarabe De Palo, El Gran Silencio, Tonino Carotone con Mastretta, Sargento García, Jean, Manuel Malou, Professor Angel Dust y hasta David Byrne han revisitado su obra. Pero dejemos que sea el propio Peret el que nos cuente la historia de un disco que la justicia artística de este país pedía a gritos. “La idea surgió de Liñán (responsable de Chewaka subsello de Virgin. n.d.r.), que me vino a ver y me comentó que había una serie de grupos jóvenes que estaba conmigo, que habían escuchado mi música, que la reconocían cómo una influencia, pero que estaban en otro momento, tenían otros sonidos y que yo me tenía que dejar llevar. Claro a un tío que tiene sesenta y cinco años, que lleva cantando cincuenta y tres años y que le venga alguien diciendo que se tiene que dejar llevar es un poco fuerte ¿No?; en matemáticas, en historia me dejaré llevar, pero en mi música… así que le dije que me lo dejara pensar. Lo curioso fue que mientras me lo pensaba surgió una colaboración muy bonita con La Vieja Trova, que me animó a vivir esta experiencia totalmente nueva para mí. Ah, eso sí, cuando dije adelante al proyecto decidí que me tenía que dejar llevar y eso es lo que he hecho, me he subido en un carro y no he tocado las riendas para nada”. Cuesta imaginar a este Peret sumiso. Miro su rostro y los surcos de la experiencia lo contradicen. El respeto que desprende debe haber sido un duro handicap para todas las bandas. “Hombre claro que he tenido que intervenir, pero me lo callo. ¡Es normal! ¿no? Vamos, está clarísimo, a veces te pones y te encuentras con que eso es un la y yo lo tengo que cantar, lo has dicho y.. ¡Uy, creía que era un si! y lo han tenido que cambiar”. Ya decía yo. A un artista de este calibre no se le puede domar y tras escuchar el disco, no cabe duda que su personalidad, por mucho que las bandas hayan querido dejar su sello, sobrevuela a lo largo de las quince canciones. Canciones que como me indica Peret, han escogido los propios artistas. “Cuando me dijeron que David Byrne eligió “Si Fulano”, que es un tema de una película, me sorprendió. Me preguntaba ¿Por qué habrá elegido este tema?; y claro, luego me di cuenta que para él decir tan sólo “si fulano fuese mengano” le resultaba muy fácil y en cambio otro texto en español le hubiera costado mucho más. ¡Ah! Lo mejor fue cuando escuché el resultado, me dije: ¡ojo, este tío es un fenómeno! Es un músico que coge a un cantante y lo sabe hacer cantar mejor. Mira, habiendo puesto yo la voz primero, con los arreglos que ha hecho, me está realzando, y eso es muy importante”. Ahora no puedo evitar imaginar a Byrne pasándoselo de miedo incluyendo toques de mambo a su versión y chillando, en medio del tema, no sé sabe muy bien qué. Aunque ya que estamos en materia y puestos a destacar las colaboraciones más particulares, no cabe duda de que otra de las que se lleva la palma es la de Fermín Muguruza en clave sound system cantando ese “Voy Voy”.
“Con Fermín llegué al estudio y me dijeron: “es que él canta en euskera” y me dije: pues yo también. Si te fijas cuando está finalizando el tema, en el estribillo, yo canto en euskera y él en castellano”. A Peret se le encienden los ojos cuando habla del disco. “¿Lo habéis escuchado?…. menos mal, porque estoy harto de hacer entrevistas con gente que no lo ha hecho”. Se le nota que este juguete le hace ilusión. La misma ilusión con la que cuenta cómo fue a París para grabar la versión más acelerada que se pueda concebir de “El Muerto Vivo”. A todo trapo y con Sargento García. “Llegué a París y había dieciocho músicos en un estudio enorme y cada uno de un color. Cuando vi que se ponían todos juntos a tocar a la vez en directo para grabar me dije, que “guapu tú” y a la tercera fue buena, ¡eh!”.
Siempre resulta emocionante hablar con Peret, y ciertamente esta conversación se aproxima bastante a lo que imaginaba. No en vano, Dani, vocalista de Macaco, me había advertido de que nuestro protagonista era pura energía. Cuando compartieron estudio para grabar “El Gitano Antón”, Peret quería seguir más allá de las seis de la mañana mientras sus contrincantes estaban destrozados. “Con casi todos los grupos han surgido improvisaciones y allí es donde más he disfrutado, y sé que ellos también han disfrutado. Piensa que lo más importante es crear en el estudio un ambiente de armonía, de “germanor” y confianza. Por otro lado, es normal que yo coja a toda esta panda y les meta una paliza. Piensa que en mis tiempos estuve grabando discos entre gala y gala porque no había más remedio. Por aquel entonces los discos se grababan en directo y no cómo ahora que te dicen: ¡ala, di dos frases y ahora paramos! Así es normal que no estén acostumbrados a mi ritmo”. Pero volvamos al disco. Otra de las colaboraciones destacadas es la de Amparanoia, que aporta su inconfundible sello vocal al tema “Qué Suerte”, donde trasciende esa complicidad de la que hablábamos. “Con Amparo hubo muy buen entendimiento. Me dijo: “por favor maestro, yo no quiero que esté usted sólo en el estudio, déjeme venir”… y así la grabamos, los dos abrazados, fue muy “guapu” y creo que se nota”. Pero si escuchamos el disco con atención nos encontramos con otros grandes momentos de complicidad entre artistas. Es el caso del archiconocido “Borriquito” al que los mexicanos “El Gran Silencio” le añaden su particular sello raggamuffin, o que decir del intercambio de piropos que se dedican el propio Peret y Dusminguet en “Soy La Rumba”. Aunque puestos a encontrar curiosidades ajenas al registro típico de Peret, destacan la orientación dance de Jeanen
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