“Defendemos la ley del mínimo esfuerzo. Somos una combinación de incompetencia y talento, porque esfuerzo y tiempo no ponemos demasiado”
Las peculiares estructuras compositivas de Astrud -con esa forma tan casera, personal y medio marujil de encajar los textos en la melodía- siguen muy presentes, mejoradas por un Manolo que aprovecha registros más amplios de su voz. De algo ha de haber servido dejar pasar más de dos años desde el debut. Las letras, como siempre, hablan de historias cotidianas con su punto de ironía desencantada. O sea, que la vida les va bien, vamos. Puede que incluso hasta se hayan resignado a sus fracasos personales. “Pues no es ninguna tontería, eso de la resignación. Cuando acabamos “Mi fracaso personal” sufrimos cierto horror vacui. No sabíamos hacia dónde ir, pero sabíamos que queríamos hacer algo diferente. Aunque desde fuera no parezca tan diferente, desde dentro estamos muy contentos del resultado. Le perdimos el miedo al grupo, al qué dirán. Por ejemplo, jamás nos hubiéramos atrevido a incluir un tema como “La boda” en el primero, por su letra anti-matrimonio. Luego nos hemos dado cuenta de que Astrud somos nosotros dos y que cualquier cosa que nos pase o pensemos debe caber sin problemas en nuestro trabajo. Estamos en contra de las bodas, como toda la gente sensata. Aunque luego cuando alguien se casa parece que la gente se olvida del espanto que es una boda. ¡No os caséis, por favor!”. A mí me lo van a contar… Vamos a dejar el tema, al menos hasta que se incluya la sección “Vida de colaboradores”, a la manera de los santos (que nadie pintó). Así que ni mentalismos, ni cienciologías, ni ninguno es capaz de doblar la cucharilla del café sin tocarla… “Qué va, será casualidad. Decidimos el nombre con el disco a medio hacer y quizás por asociación de ideas nos fueron saliendo palabras recurrentes. En realidad, Gran Fuerza es un restaurante chino de Barcelona que ahora se llama Welcome, un sitio que recomiendo, muy familiar, cuya dueña siempre me reconoce (habla Manolo, ahora) aunque haga tres años que no voy. Su marido era el cocinero y se murió”. Pues descanse en paz; y espero que no lo sirvieran como pollo con almendras (como no tengan sentido del humor, aquí es cuando me denuncia el Gremio de Restaurantes chinos). A lo que íbamos… “La cienciología, el esoterismo y esas cosas no nos interesan ni como broma. Nosotros, cuanto más concretos y reales, mejor. Insisto, es casualidad, las canciones provienen de diferentes épocas y nacen de diferentes excusas y creemos que reflejan muy bien lo que somos ahora, aunque ni idea de lo que podamos ser cuando el tercer disco. Siempre hablamos mucho de lo que somos y lo que queremos ser, somos muy coñazo con eso”. Genís debe tenerlo claro: asegura que siempre quiso ser teclista de Parchís. No sé si de niño le hubieran dejado ponerse esos taconazos con los que aparece en las fotos promocionales. “Eso es para transgredir. Hay cosas que no entiendo que aún sorprendan. Aunque llevemos diez años de drag queens y Boris Izaguirre sea una mega-star, te pones unos zapatos de tacón y la gente no lo ve normal. Además, en directo me dan mucho más sentido del espectáculo”. Será porque no tiene que moverse mucho, porque si no… Unos cracks, háganme caso que yo no los conocía de nada: ¿cuántas bandas van a reconocer como ellos lo que se dice de los grupos de Austrohúngaro, su sello? “Sí, siempre nos criaron muy mimados y defendemos la ley del mínimo esfuerzo. Somos una combinación de incompetencia y talento, porque esfuerzo y tiempo no ponemos demasiado. Y concentración, la justa”. Pues que sigan bien descansaditos, que quizás el día que les dé por analizar más las canciones se nos conviertan en un dúo tremendista e insoportable y dejen de ser esa banda (que yo reconozco que me pongo a veces cuando quiero recordar cómo se usaban los teclados en los primeros ochenta) intransferible, poco imitable y diletante que son ahora. Gran fuerza, sí.
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