Escuchar “I’ve got a knife”, del primer disco de los Black Lips, fue como encontrar algo que no sabía que aún se podía buscar. Leí que eran unos completos zumbados sobre el escenario, que peleaban, se meaban y se potaban entre ellos sin misericordia. No sonaban a borrachera, sino a falsa resaca, cuando te despiertas al día siguiente y sigues ciego como una mona. Eran tan punk que pensé que aquello no podía -o no debería- durar mucho. Pero once años después me encuentro hablando con Jared Swilley (bajo y voz) con motivo de su séptimo disco, curiosamente publicado en la misma fecha que aquel debut, un 18 de marzo, quizá una señal de que siguen siendo los mismos cafres de siempre. “El cuerpo humano es algo alucinante, tío”, responde ante mi asombro por su resistencia. “Se le puede entrenar casi para cualquier cosa, que siempre responderá. Si llevas su capacidad para la juerga hacia sus límites, se acostumbra a soportar más y más”. Su estilo in-your-face sucio y ruidista terminó creando escuela en medio mundo, pero justo cuando su semilla germinaba, se quitaron la roña con Mark Ronson y entregaron su disco más limpito y sereno. Ahora vuelven con “Underneath the rainbow”, y sin desaprender lo aprendido en aquel “Arabia Mountain”, retoman algo del desenfreno original. “¿Dije eso?”, responde Swilley cuando se le recuerda que en la anterior promo me aseguró que habían “dejado de sonar como la mierda”. “Bueno, me referiría a que antes no sabíamos ni lo que hacíamos. Pero… en el rock’n’roll, no saber lo que estás haciendo puede ser muy bueno”. En este nuevo trabajo, además de la energía y la actitud, el song-writing importa de verdad. La construcción se ha hecho con esmero y ha resultado en grandes canciones, en un excelente disco. “Gracias –dice Swilley-, sienta bien oír eso porque es algo que hemos comentado entre nosotros. Creemos que hemos aprendido a hacer buenos temas, más redondos, más consistentes y ajustados a lo que queríamos sacar de nosotros mismos. Todo esto es fruto de la experiencia acumulada”.
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El disco ha sido producido por Patrick Carney de los Black Keys. ¿Tuvisteis algún tipo de charla previa sobre el sonido a alcanzar?
No, qué va, nunca hemos necesitado eso antes, ni tampoco ahora. En ese sentido, el proceso creativo ha permanecido igual durante toda nuestra carrera. Hay alguien que trae una canción, la tocamos como nos sale de manera natural, y a grabar. Quizá sí hablemos sobre utilizar este o aquel micro en esta o aquella canción, pero poco más. Ya nos comunicamos por telepatía, podemos leernos las mentes mutuamente.
¿Entonces, cuál fue la principal contribución de Carney al disco? Puedo notar su mano especialmente en “Dandellion Dust”, por ejemplo.
Oh sí, sí, esa es la canción en la que más involucrado estuvo. Le conocemos desde hace mucho tiempo, así que hemos estado muy a gusto recibiéndole como a un quinto miembro temporal de la banda, pero también escuchando sus ideas como un necesario agente externo. En el estudio se portó como un entrenador de fútbol, manteniendo siempre la disciplina pero haciéndolo divertido a la vez.
Hay varias canciones del disco que destacaría, como “Smiling”, con esa armonía de guitarras que recuerda fugazmente a los Byrds.
Oh sí, o a algunas canciones de los Everly Brothers, con esas melodías cruzadas. Es un gran cumplido.
En “Funny” hay sintetizadores, algo que no habéis usado casi nunca.
Sí, eso fue idea de Patrick. ¿Te han gustado?
Sí, están bien. Pero prefiero “Donner Party”, por ejemplo. Que por cierto es parecidísima a “Teenage Kicks” de Undertones y a “Some Kinda Hate” de Misfits.
Oh, joder, pues es verdad. Amamos esas dos canciones.
“Boys in the Woods” es otro temazo.
Yo también lo creo, es de mis favoritas del disco. Tiene unos instrumentos de viento estupendos, ¿no crees?
Totalmente. Y para terminar… “Do the vibrate” podría ser un clásico de los Cramps.
¡Gracias! ¡Estar entre los Byrds y los Cramps está muy bien!
En estos tres años que han pasado desde vuestro anterior disco, ¿dirías que la dinámica interna de la banda se ha relajado un poco?
No, en realidad no. Hemos estado los tres años casi prácticamente sin parar de girar, de gira mundial de hecho, visitando lugares en los que jamás pensaríamos que íbamos a tocar.
¿Qué tal esos conciertos en Líbano, Egipto e Irak?
Pues sorprendentemente parecidos a cualquier concierto, tío. Nos lo pasamos genial, y nos dimos cuenta de lo desinformados que estamos en Occidente, sobre todo en cuanto al peligro. No tuvimos ni un solo problema, ni sensación de peligro en ninguna parte. Fue una oportunidad genial de ver mundo.
Ahora sois un icono indiscutible del resurgimiento del garage-rock. Y apretasteis un gatillo que hizo salir a muchas bandas a la palestra.
Ahh… no sé, cuando empezamos también había otras bandas que nos inspiraban a nosotros, antiguas comos The Germs o Los Ramones, o más recientes. Más que impulsores de algo, preferimos vernos como parte del ciclo natural de las cosas en esto del rock’n’roll.
Sí pero es innegable que se creó una especie de “escuela Black Lips” dentro del garage de los últimos años. También aquí, en España.
¡Jajaja! Eso mola, es alucinante escuchar eso. No sé qué más decirte al respecto porque me sigue sonando extrañísimo, me deja descolocado que eso pueda pasar.
Que cualquiera se lo pueda pasar tan bien en vuestros conciertos, incluso sin haberos escuchado previamente, ha jugado mucho a vuestro favor.
Sí, en los festivales, donde hay mucho espectador casual, hemos debido ganar bastantes adeptos. Joder, hemos hecho miles de festivales… Me alegro porque es lo que tratamos de hacer, que la gente se lo pase bien. No entendemos a los artistas que intentan construir murallas entre sí mismos y el público, nosotros preferimos tender un puente para divertirnos juntos. Nuestros conciertos son nuestra pequeña contribución a la humanidad, jeje.
Pero la tradición de invadir el escenario, por ejemplo… ¿nunca os habéis cansado de ella? Quizá alguna noche no os apetece especialmente…
No, no, tenemos muy buena actitud para eso. De verdad, sigue haciéndonos muy felices ver que la gente no puede contenerse y acaba subiéndose con nosotros a hacer el bestia. Jamás nos pondremos en plan vigilantes, a decirle a la gente que no lo haga. Jamás le diremos a nuestro público lo que puede o no puede hacer. Sería muy asqueroso, joder.
He leído que en vuestra nueva gira vais a dar conciertos perfumados, con máquinas que lanzarán “olor a mar, a fuego, a pantalón vaquero, a tinta de calamar, a cedro, a semen…”.
Sí, conocimos a un tipo que fabricaba estas máquinas, en plan vaporizadores pero que despiden olor. Los aromas están pensados para que os recuerden a nosotros y a la salida de los conciertos os inspiren para que compréis nuestros discos, jaja.
¡Jajaja! Oye, vais a editar una cassette con Burger Records. ¿Cómo va ese revival en EE.UU., y cómo ves el papel que está jugando dicho sello en el panorama garagero?
La gente quiere cassettes tío, suenan muy bien y son muy baratas. Por cinco dólares puedes comprar un par de buenos discos originales. Todos mis amigos conservan su radiocassette en el coche, es el mejor formato para viajar en conche, sin duda. Respecto a Burger Records, creo que su labor es increíble. Han llevado a cabo una idea y la están convirtiendo en algo muy grande. Ya están alcanzando el estatus de culto, y me parece precioso, porque son muy creativos y montan conciertos de una manera muy chula. Son lo más molón que hay en California ahora mismo.
La última vez que te hice una entrevista me hablaste de los Night Beats, ¿tienes algo nuevo y refrescante para recomendar?
¿Has escuchado a Natural Child? Son buenísimos, hemos ido de gira con ellos. Y hay un tipo nuevo en Burger Records, que se llama Curtis Harding, que te va a flipar. Cole (Alexander), Joe (Bradley) y Danny de Night Beats formaron un grupo con él que se llama Night Sun.
Gracias Jared, ha sido un placer.
De nada, nos veremos en el Primavera, y un saludo a Wau y los Arrrgs!.
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